Una semana había transcurrido desde que se trasladaron a la nueva mansión. El entorno sereno y apartado les había proporcionado un respiro, aunque el trabajo para garantizar su seguridad no cesaba. Los hombres de Jimin se movían con eficacia, buscando información y obteniendo respuestas a través de métodos que dejaban poco espacio para la piedad.
Yoongi, mientras tanto, pasaba gran parte de su tiempo en su nuevo estudio, sumergido en la planificación y los detalles de sus próximos pasos. Había un ambiente de relativa tranquilidad, pero Yoongi sabía que no podían bajar la guardia, y eso lo mantenía alerta en todo momento.
Aquella tarde, mientras revisaba algunos documentos, escuchó el leve crujido de la puerta del estudio. No se inmutó, fingiendo estar absorto en lo que hacía. Con una calma calculada, siguió leyendo, sintiendo la presencia de alguien más en la habitación.
De repente, una sensación fría y filosa se posó en su cintura. En lugar de alarmarse, una sonrisa se dibujó en sus labios. Sin perder un segundo, Yoongi reaccionó con la destreza que había adquirido en los últimos meses. En un movimiento rápido y certero, desarmó a la persona que lo había atacado, empujándola con brusquedad hasta hacerla caer al suelo.
Con la navaja ahora en sus manos, Yoongi observó a la figura que yacía en el suelo: Nayeon. Estaba preparada para atacar, pero el plan no había salido como esperaba. Yoongi estaba a punto de hablar cuando la puerta del estudio se abrió de golpe. Jimin entró con una bandeja de comida en las manos, sin esperar encontrarse con aquella escena.
Nayeon, rápida para intentar salvarse, cambió su expresión a una de víctima y comenzó a sollozar, corriendo hacia Jimin y abrazándolo, como si fuera él su salvador.
—¡Está loco! ¡Yoongi quería atacarme! —gimió, aferrándose a Jimin, mientras él dejaba la bandeja sobre una mesita cerca de la entrada.
Jimin miró a Yoongi, quien aún sostenía la navaja en sus manos. Había algo en la expresión de Yoongi que Jimin no había visto antes: una sonrisa fría, casi aterradora. Sin decir una palabra, Yoongi se acercó a Nayeon, arrancándola de los brazos de Jimin y tirándola nuevamente al suelo con una fuerza que la tomó por sorpresa.
—¡Jimin, por favor, ayúdame! —gritó Nayeon, arrastrándose hacia él, pero Yoongi no le dio tiempo de continuar con su acto.
Con un movimiento decidido, Yoongi clavó la navaja en la pierna de Nayeon, haciéndola gritar de dolor. La habitación se llenó de un silencio tenso, solo roto por los quejidos de Nayeon.
Yoongi se giró hacia Jimin, quien lo observaba con una mezcla de sorpresa y admiración. Sin decir nada, Yoongi se acercó a él y, con suavidad, dejó un beso en sus labios. La frialdad en su mirada se desvaneció por un momento mientras sus ojos se encontraban con los de Jimin.
—Intentó atacarme —dijo Yoongi con calma, como si lo que acababa de hacer fuera la cosa más natural del mundo.
Jimin sonrió, su sorpresa transformándose en algo más oscuro y lleno de deseo. La sangre en el suelo y la situación peligrosa no hacían más que encender algo dentro de él.
—Eres tan malditamente caliente cuando haces eso —dijo Jimin en un susurro cargado de intensidad, acercándose aún más a Yoongi, ignorando por completo a Nayeon, que seguía retorciéndose en el suelo.
Yoongi sonrió de nuevo, esta vez con un toque de picardía. Se inclinó hacia Jimin, disfrutando del efecto que había causado en él, y susurró:
—Solo por ti.
Jimin no pudo evitar la risa que le brotó del pecho, una mezcla de alivio y pasión. Se inclinó y besó a Yoongi con intensidad, como si aquel beso fuera la culminación de todo lo que habían vivido hasta ese momento. El sonido de las quejas de Nayeon se desvaneció en el fondo, mientras ambos se dejaban llevar por el calor del momento.
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Its definitely you - Jimsu
Fiksi PenggemarEn los oscuros y peligrosos bajos fondos de Moscú, Park Jimin, el despiadado líder de la temida bratva, gobierna con mano de hierro. Su fama de ser cruel, inhumano y letal con sus enemigos y traidores es bien conocida. Nadie se atreve a desafiarlo...