Curvas

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Narra Caleb

Eso era imposible. ¿Cómo iba yo a gustarle? Siempre estábamos discutiendo y ella parecía no soportarme. Además, las enfermeras habían dicho que podría divagar debido a la fiebre tan alta que tenía. No podía hacerme ilusiones en vano.

Sin embargo, no podía evitar pensar en algunos trozos de conversaciones que había escuchado de María y ____ sin querer.

La primera fue el día que fuimos todos al área italiana y nos quedamos a dormir allí para jugar el partido contra Ray Dark. Yo había salido porque no soportaba estar con todos ellos más tiempo de lo normal y al volver escuché a María muy alterada.

Era consciente que estaba mal, pero me dio igual cuando me percaté de qué estaban hablando. María le estaba contando a ____ las cosas que no haría la persona que le guste. Y justamente eso era lo que yo hacía. No quise oír nada más y me marché a la habitación que me habían dado.

Ese día no pude pegar ojo por el enfado que sentía. Era inviable que la misma chica que dijera eso acabara de decir en sueños que le gustaba.

Aún así, también rondaba por mi cabeza lo que le dijo ____ hace dos días tras terminar el entrenamiento. Tuve que volver a por mi chaqueta que la había dejado alejada de las bolsas de entrenamiento y las vi. Parecían estar hablando de algo que captaba toda su concentración así que esperé a que se fueran. Pero no lo hicieron.

No les presté atención hasta que ____ mencionó en voz alta que María había tardado en admitir que le gustaba alguien. Todos mis sentidos, especialmente el oído, se agudizaron y pusieron en alerta para saber el nombre del chico. Sin embargo, las chicas se marcharon y no pude enterarme. ¿Es posible que fuera yo? ¿Entonces lo que dijo en el duelo que hicimos era cierto?

«Me gustas». Dos palabras. Dos simples palabras que no habían salido de mi cabeza desde que me las susurró ella ese día.

-Me confundes mucho María, –hablé echando mi cabeza hacia atrás–, ¿cómo pretendes que me tome esto?

Estaba molesto. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser ella? Desde el primer momento que la vi en el submarino de la Royal Academy Redux sabía que sería un problema. Pero no de este tipo.

Observé el peluche mojado que habíamos conseguido esa tarde y suspiré resignado al pensar en la sonrisa de María cuando lo sostuvo entre sus brazos. Esta chica me gustaba y no sabía si eso era un problema o no.

Volví a mirar a María. No dejaba de moverse y estaba sudando. Me levanté y cogí una toalla para secarle la frente. Iba a dejarla a un lado cuando me agarró la muñeca.

-No te vayas, –suplicó con un tono desgarrador que me sorprendió–, no me dejes sola. Por favor.

-Ya te lo he dicho antes, no me iré de tu lado. Voy a acercar la silla, ¿puedes soltarme unos segundos? –Su gesto no aprobó mi petición–, luego puedes volver a agarrarme la mano si quieres.

-Vale, –musitó.

Coloqué la silla en un lateral de la cama y le tendí mi mano. Ella se aferró como si pensara que se le escaparía si no la agarraba fuerte. Este tipo de contacto con ella era nuevo para mí, pero no me disgustaba. Su mano no era mucho más pequeña que la mía. Era muy delicada.

María volvió a dormirse y aunque no pensaba soltar su mano, sentía que no debía hacerlo. Su manera de pedirme que no me fuera me desconcertó. Observé su rostro lentamente grabando cada pequeño detalle en mi cerebro. No podía negar que era una chica guapa y atractiva. Demasiado diría yo, pero su forma de ser era lo que me volvía loco.

Su forma de mirarme a los ojos cuando me retaba, su temperamento cuando daba órdenes, la manera en la que se preocupaba por ____ y muchas más cosas que hacían destacar su fuerte personalidad.

Corramos juntos | Nathan y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora