Incertidumbre

41 5 2
                                    

Narra María

Después de explicarles a las chicas lo ocurrido en el monte Magnitud todos empezaron a irse a su cuarto o algún lado del albergue. Desde la breve conversación con Nathan, sus palabras no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. Me fijé que Caleb volvió a salir mientras hablaba con Celia.

-Me alegro que todo saliera bien y que ____ y tú estéis a salvo.

-Tienes razón. Perdona Celia, pero tengo que hablar con cierta persona.

-Oh, sí. Por supuesto.

Al salir vi a Caleb apoyado en el tronco de un árbol con la mirada perdida. Me lo pensé dos veces antes de ir hacia él.

-Hola, –dije por detrás.

-¿Eh? Ah, eres tú ángel caído.

-¿Qué haces aquí fuera? –Me puse delante de él.

-Llevo demasiado tiempo con todos ellos. No quiero que se me pegue su estupidez.

-Tú siempre tan simpático, –me burlé–, tú y yo sabemos que te caen bien.

-¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

-Eh... Quería despejarme un poco del día de hoy y también quería decirte una cosa.

-¿Qué quieres? ¿Vienes a pedirme un favor? –Me miró de reojo.

-No te creas tan importante, –sonreí–. Quiero darte las gracias.

-¿Por qué?

-Por venir a buscarme a Demónica.

-No fui el único que bajó, –le restó importancia.

-Ya, pero no pensé que te importara tanto como para bajar al monte Magnitud y enfrentarte a demonios.

-Te dije que eres a la que más tolero, –su mirada se tornó más dura–. ¿Aún no te lo has curado?

Supe a qué se refería y miré mis muñecas, aún tenía las señales rojas de los grilletes. Las escondí detrás de mi espalda por reflejo.

-Tsk, siempre tan descuidada. Vamos a buscar algo para que no empeore, –empezó a alejarse hacia el albergue.

Eso me sorprendió. Tenía que importarle más de lo que él decía. No sabía por qué, pero sentía que su orgullo volvía a ser quien hablaba por él.

-¿Vienes o tengo que arrastrarte?

-Ya voy, –lo seguí.

Fuimos al cuarto donde teníamos todos los medicamentos y Caleb empezó a buscar entre los botiquines.

-Déjame a mí o vas a poner todo patas arriba, –lo aparté y cogí lo necesario para limpiar las heridas y cubrirlas. Me senté en una de las sillas y él en la otra que estaba al lado–. ¿Te vas a quedar mirando mientras me lo curo?

-Sí, eres capaz de no hacerlo si me voy.

Empecé a desinfectar la herida cuando tiré sin querer la pomada al suelo.

-Ya lo hago yo, ¿por qué eres tan torpe? –Acercó su silla a la mía. Estaba demasiado cerca y empecé a ponerme nerviosa.

Caleb curó mis muñecas con cuidado para no hacerme daño. No conocía esta faceta suya y me sorprendí que fuera tan delicado. Cada vez que sus manos tocaban, inevitablemente, mi piel me ponía los pelos de punta. Esperaba que no se diera cuenta de la reacción de mi cuerpo a sus manos. Al terminar se quedó agarrando una de mis manos.

-Nathan me ha dicho que te preocupaste mucho cuando desaparecimos.

-Maldito bocazas, –gruñó y vi mi oportunidad para decírselo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 20 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Corramos juntos | Nathan y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora