Los leones del desierto

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Narra ____

Volvimos a la concentración muy contentos de obtener nuestra primera victoria. Durante el camino de vuelta, María me contó lo que les había explicado el entrenador Hillman sobre la verdad de lo que le sucedió al Cherrybloom.

Parece ser que en la víspera del último partido, los jugadores del equipo se pelearon con los miembros del primer equipo, es decir, la Royal Academy, y uno de ellos resultó herido. Si el incidente se hacía público, el equipo sería sancionado indefinidamente y los jugadores se quedarían sin un lugar para jugar al fútbol. Así que el entrenador Travis hizo como si él hubiera causado el problema y se retiró de la final. Por eso, se le castigó retirándole la licencia de entrenador durante 10 años. Una vez que se levantó la sanción, el entrenador Hillman le pidió que se encargara de la selección.

-Vaya... –Miré hacia el asiento del entrenador–, sacrificó su puesto de trabajo por el equipo. Creo que nos hemos precipitado al desconfiar en él, tenías razón.

-Tiene una forma diferente de ver el fútbol.

-¿Sabías desde el principio qué era lo que quería el entrenador al no dejarnos entrenar?

-Como te dije ese día, tenía una mera suposición, pero lo supe cuando vi la Defensa en bloque de los Big Waves. Quería que cada uno resolviera a su manera cómo salir y superar esa táctica.

-Qué perspicaz eres hermanita, –sonreí.

Cuando llegamos al Raimon fui directamente a darme una ducha caliente. Tenía que liberar todo el estrés que había acumulado durante todo el día. Me puse ropa cómoda y me tumbé en la cama mirando el techo. Me perdí en mis pensamientos hasta que alguien llamó a la puerta.

-Adelante.

-Hola ____, –dijo la voz cerrando la puerta.

-¡Nathan! –Dije incorporándome de un salto.

-Vaya, veo que ya te has duchado.

-Sí, es una ventaja que seamos pocas chicas. No tenemos que esperar turnos.

-Tienes razón, a mí me ha tocado el segundo turno hoy y por eso he venido para estar un rato a solas contigo.

-¿Quieres tumbarte hasta la hora de la cena? –Propuse haciéndole un lado en mi cama.

-Encantado, –se tumbó.

Yo le imité y me coloqué de costado para poder mirarlo.

-¿Qué pasa?

-Nada, –contesté.

-¿Y por qué me miras tan fijamente? –Se puso de lado y nos quedamos cara a cara.

-¿Y tú?

-¿Yo? Te miro porque me gustas.

-Gracias, –sonreí.

-De nada, –ambos reímos.

-Al final la comida con tus padres vamos a tener que posponerla hasta quién sabe cuando, –recordé.

-No te preocupes por eso. ¿Sabes? Estás muy guapa recién salida de la ducha, –colocó su mano en mi mejilla y noté cómo se me subían los colores.

Nathan bajó la mano a mi cintura y yo me acerqué a su cuerpo para sentir su calor. Cada vez estábamos cerca sentía cómo mis pulsaciones se aceleraban. A pesar de llevar ya varios meses juntos, mi reacción era la misma que la del primer día que nos besamos. Sin embargo, antes de que nuestros labios se juntaran la puerta de mi habitación se abrió.

-____ la cena está lista, –dijo la voz de mi hermana al entrar.

-¡María! –Exclamé sobresaltada y empujé a Nathan fuera de la cama como acto reflejo.

Corramos juntos | Nathan y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora