El Precio del Alma

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----------Harry---------

Estábamos descansando junto al lago, disfrutando de los últimos días tranquilos. Yo estaba recostado en las piernas de Draco, con los ojos cerrados, dejando que el suave murmullo del agua y la brisa del lago despejaran mi mente. Draco, mientras tanto, estaba concentrado en una partida de ajedrez mágico con Ron. Al parecer, Draco había encontrado en Ron a un digno oponente, y ambos llevaban rato en una intensa batalla estratégica.

Más allá, Pansy peinaba distraídamente a Hermione, como si fuera lo más normal del mundo, mientras Hermione parecía soportar la atención con paciencia. Blaise y Theo, por su parte, mantenían una conversación animada sobre un libro de venenos que Blaise había estado leyendo recientemente. Todo estaba en calma, casi demasiado en calma.

De repente, un dolor agudo atravesó mi cicatriz. Era como si alguien estuviera tirando de mi piel, como si algo oscuro tratara de abrirse paso dentro de mi mente. Me llevé la mano a la frente, intentando disimularlo, pero no pude evitar que mi rostro se torciera de dolor. Draco, que parecía estar más atento a mí de lo que yo había notado, se percató al instante.

—Harry, ¿qué te pasa? —preguntó Draco, su voz llena de preocupación, deteniendo la partida de ajedrez en seco. Sentí sus ojos grises fijos en mí, pero apenas podía concentrarme en sus palabras. El dolor me nublaba la mente, haciéndome difícil pensar con claridad.

—Mi cicatriz... duele —logré murmurar entre dientes, pero junto con el dolor vino una especie de revelación, una idea que había estado rondando mi cabeza pero que hasta ahora no había conectado del todo. Todo de repente tenía sentido.

—¿No les parece extraño...? —empecé a decir rápidamente, mis pensamientos acelerándose junto con mi corazón—. Hagrid siempre ha querido un dragón, y de repente, un desconocido aparece y le regala un huevo... ¿Quién en su sano juicio regalaría un huevo de dragón así porque sí? —Mi voz salió más fuerte de lo que esperaba, y todos en el grupo se giraron hacia mí.

—Harry, mírame, tranquilízate —dijo Draco, tomando mi rostro entre sus manos y mirándome a los ojos, su tono bajo y firme. Sus dedos eran fríos, pero el gesto me ayudó a concentrarme—. Respira conmigo. —Comencé a seguir su respiración, poco a poco calmándome mientras el dolor de la cicatriz retrocedía.

—Lo siento... —dije, aún con la mente acelerada—. Pero, Draco, algo no encaja. Necesitamos hablar con Hagrid.

Justo en ese momento, Hagrid apareció a lo lejos, caminando hacia el castillo. Sin perder un segundo, me levanté y caminé apresuradamente hacia él, con Draco y el resto del grupo siguiéndome de cerca.

—¡Hagrid! —lo llamé cuando estuve lo suficientemente cerca—. Necesito preguntarte algo. Esa noche que te dieron el huevo de Norberto... ¿Ese hombre te hizo alguna pregunta, o tú le dijiste algo?

Hagrid, que normalmente era muy abierto con nosotros, frunció el ceño, claramente intentando recordar.

—Bueno... sí, ahora que lo mencionas, me preguntó qué hacía yo aquí, y le conté que era guardabosques en Hogwarts... Luego me preguntó por los animales de los que me ocupaba, y le dije. —Hagrid se rascó la cabeza, tratando de rememorar—. Recuerdo que le dije que siempre había querido un dragón... Y luego... Mmm... me invitó a unas cuantas copas, así que no lo recuerdo todo muy bien. Me dijo que tenía un huevo de dragón y que podíamos jugarlo a las cartas si quería. Pero me advirtió que tendría que estar seguro de que podía manejar un dragón, no iba a dejarlo en manos de cualquiera. Así que le conté que después de cuidar a Fluffy, un dragón no sería problema...

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora