Marcas de Sangre y Dolor

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PROCEDA CON MUCHA MUCHA PRECAUCION

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PROCEDA CON MUCHA MUCHA PRECAUCION...........

———Draco———

Mi padre había decidido llevarnos de "vacaciones" a Francia, aunque era evidente para mí que lo que realmente buscaba era poner distancia entre Harry y yo. Estaba claro que no le gustaba que pasara tanto tiempo con él, y esto no era más que otro de sus intentos era chistoso porque no lo hacía por querer controlarme, solo tenía celos.

Pasamos los días en una finca majestuosa al sur del país, rodeada de jardines perfectamente cuidados y bosques espesos. La casa principal, con su arquitectura de piedra antigua y grandes ventanales, parecía sacada de otra época. Todo estaba en su lugar, impecable, como si nada ni nadie pudiera romper esa perfección.

Faltaba apenas una semana para regresar a Hogwarts. Theo y yo habíamos decidido dar un paseo por Place Cachée, un lugar lleno de vida y magia, era un rincón oculto en París, un mercado mágico bullicioso que parecía vibrar con cada paso que dábamos. Las tiendas estaban abarrotadas de objetos mágicos, pociones burbujeantes, y criaturas exóticas. Las farolas flotaban en el aire, proyectando sombras que se movían con vida propia. Los callejones estrechos y serpenteantes revelaban secretos en cada esquina, y la multitud de magos y brujas hacía que el lugar se sintiera como un caos controlado. Sin embargo, a pesar de la magia que fluía por todos lados, yo no podía quitarme de encima esa sensación de incomodidad.

Y entonces lo vi.

Mi pulso se disparó. El aire se volvió pesado y difícil de respirar. A unos metros de distancia, estaba él. No un hombre, no una persona. Él. El tipo de monstruo que creía haber dejado atrás. Por un instante, todo mi cuerpo pareció paralizarse, el pánico arrastrándose por mis venas como una maldita serpiente venenosa. Sentí cómo mi garganta se cerraba y mis manos comenzaban a temblar. No podía caer en esa trampa otra vez, no podía dejarme arrastrar al abismo del miedo.

Me obligué a respirar. Ya no estaba indefenso. Y no iba a permitir que este hijo de puta siguiera viviendo. Iba a hacerle pagar por cada maldito segundo que me había robado.

—Theo, necesito que me cubras —le dije, mi voz más firme de lo que me sentía por dentro—. Te veré en la finca, no tardaré... espero.

Theo, siempre observador, frunció el ceño, pero no hizo preguntas. Sabía que cuando me ponía así, no había espacio para explicaciones. Asentí y me deslicé entre la multitud, siguiendo al hombre, con el corazón latiendo tan rápido que pensé que se me saldría del pecho.

Lo seguí hasta que entró en una biblioteca. El lugar estaba oscuro y apacible, con el olor a pergamino viejo impregnando el aire. Las estanterías altísimas estaban llenas de libros polvorientos, y las lámparas colgantes apenas iluminaban el lugar. Me obligué a mantener la calma, aunque cada fibra de mi ser gritaba por salir corriendo. Sabía que mi aspecto me favorecía; a mis trece años, había crecido más, mis rasgos eran más definidos, y era consciente de que llamaba la atención, tanto de hombres como de mujeres. Y hoy no iba a desaprovechar esa ventaja.

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora