El Niño que Volvió

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----------Draco---------

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Desperté con los ojos entreabiertos, y algo no estaba bien. Todo parecía difuso, como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía salir. Los sonidos y las sombras se mezclaban, y la luz que entraba por la ventana me obligaba a parpadear. Sentí un peso abrumador en mi pecho, como si me estuvieran aplastando.

Al alzar la vista, lo que vi me hizo sentir que el mundo se desmoronaba a mi alrededor.

—¡Draco! —La voz de mi madre, Narcissa, llegó a mis oídos, suave pero llena de preocupación—. Estás bien, estás en casa.

Intenté moverme, pero mi cuerpo se sentía extraño, como si hubiera olvidado cómo respirar. Miré a mis padres, aquellos rostros que había visto desaparecer en mi mundo anterior. Ellos estaban muertos.

—¡Están vivos! —grité, la voz quebrada por el pánico. Lo repetí, como si esas palabras pudieran cambiar la realidad—. ¡Están vivos, están vivos!

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin control, empapando mi rostro pálido. Me llevé las manos al cabello, agarrándolo con desesperación. Lloraba como un niño pequeño, incapaz de contener la confusión y el dolor. Todo era demasiado.

La habitación, una alcoba que parecía sacada de un cuento antiguo, era un refugio de elegancia y calidez. Las paredes estaban adornadas con tapices de tonos oscuros y ricas texturas que hablaban de tiempos pasados. Los muebles, tallados en madera oscura, tenían detalles intrincados y reflejaban un brillo suave bajo la luz de las velas. La cama, con sábanas de seda blanca y almohadas mullidas, parecía un nido de consuelo, pero yo me sentía perdido. En el rincón, un candelabro de cristal proyectaba una luz cálida, pero el frío que sentía en mi corazón era insoportable.

Mi madre me abrazó, sus brazos suaves y protectores, pero yo no podía dejar de llorar. Grité que estaban vivos, como si mi mente se negase a aceptar la felicidad que me rodeaba. Después de lo que había vivido, el alivio era abrumador. Pero el miedo seguía ahí, creciendo en mi pecho.

—Draco, cariño, acabas de salir de la viruela del dragón. Estuvimos tan preocupados... —La voz de mi madre se quebró, y su mano acarició mi mejilla. Pero yo no podía escucharla.

Las lágrimas caían sin control mientras la desesperación me ahogaba. ¡No podía ser verdad! ¿Cómo era posible que ellos estuvieran aquí? Después de perderlos...

Mi padre entró en la habitación, su rostro pálido y marcado por la preocupación. Se arrodilló junto a mí y tomó mis manos en las suyas.

—Draco, estoy aquí —dijo con voz grave, llena de ternura—. Nunca te dejaré solo.

Su mirada estaba cargada de una mezcla de amor y dolor, y en ese instante, sentí su preocupación atravesar mi confusión.

—Lo siento tanto, padre —musité entre sollozos—. ¡Pensé que los había perdido para siempre!

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora