Suyo

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Solo puedo decir.. GRITOS DE PERRA LOCA!











-----Harry----

Draco se desmoronaba frente a mí, como si toda su esencia se estuviera apagando con cada segundo que pasaba. Su magia, que hasta hace un instante me mantenía encadenado, se disipó en un último estallido de energía, y las cadenas desaparecieron, dejándome libre. No lo dudé; corrí hacia él, cayendo de rodillas mientras lo tomaba entre mis brazos.

—¡Draco, mi amor, por favor! ¡Por favor, no me dejes! —mi voz se quebró en un sollozo desesperado. Su cuerpo era tan liviano en mis brazos, como si su alma ya estuviera abandonándolo. Las lágrimas caían sin control, empapando su rostro, que se veía pálido, casi translúcido. Cada latido de mi corazón dolía como un cuchillo clavado en mi pecho.

Lo miré, incapaz de aceptar lo que estaba sucediendo. No podía perderlo. No podía.

—¡Voldemort! —grité con toda la fuerza que me quedaba, mi voz resonando como un rayo. Mis palabras estaban cargadas de desesperación, de súplica. No importaba que él fuera quien era, no importaba nada más. Si alguien podía salvarlo, era él.

En un destello, Voldemort apareció inmediatamente a mi lado sus ojos se abrieron con lo que solo podía describir como miedo al ver el cuerpo de Draco en mis brazos.

—¡Potter, mírame! —su voz era firme, pero había un temblor subyacente. Sus manos se alzaron, temblando ligeramente mientras trataba de controlarse. Yo apenas podía respirar, pero forcé mi mirada a encontrarse con la suya—. ¡Necesito que me digas qué sucedió, ahora!

—Él... él... se tomó un veneno —balbuceé, mi voz quebrándose mientras mi mente trataba de procesar lo que había pasado—. Dijo que no podía vivir si tenía que estar separado de alguno de nosotros...

El rostro de Voldemort se endureció, pero su mirada se oscureció con una mezcla de ira y terror. Comenzó a lanzar hechizo tras hechizo sobre el cuerpo inerte de Draco, su varita danzando con precisión mortal.

—Bien, Potter, lo estás haciendo bien. Sigue hablando, ¡dime qué más dijo! —su tono era firme, pero no podía ocultar la urgencia en su voz.

—Dijo... dijo que lo había hecho con Severus —mi voz se convirtió en un hilo apenas audible, tembloroso y lleno de culpa. En el momento en que pronuncié ese nombre, Voldemort cambió el ángulo de su varita, apuntando directamente a su brazo. Una luz cortante, como un rayo sangriento, salió disparada, desgarrando su piel. Lo hizo una y otra vez.

—¡¿Está muerto?! —grité, mi voz rasgada por el pánico—. ¡No puede estar muerto! ¡Por favor, Merlín, no me lo quites!

Voldemort se detuvo un instante, sus manos todavía temblando mientras apretaba los labios.

—No —su voz era baja, casi un susurro, pero había una fuerza inquebrantable en ella—. Está al borde de la muerte, pero no lo permitiremos. —Un destello de furia cruzó su rostro, como si desafiara al destino mismo—. Le he lanzado hechizos de éxtasis para mantenerlo aquí. Esta habitación nos ayudará a reforzarlos, es la Habitación del Tiempo. Severus estará aquí en cualquier momento. Draco estará bien. No lo voy a perder otra vez.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —mi voz era apenas un murmullo, llena de desesperación. Pero sabía que él estaba tan aterrado como yo. Sus manos, siempre firmes, temblaban mientras sostenía su varita.

Voldemort cerró los ojos por un segundo, como si buscara fuerzas en lo más profundo de sí mismo. Cuando los abrió, su mirada era una tormenta de determinación.

El Destino Fragmentado de Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora