Capítulo XII: Parte I

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-- Perspectiva de Rai --

El sonido de la puerta cerrándose resonó en mis oídos, dejándome inmóvil en el sofá. El cuarto, que momentos antes había sido testigo de una tormenta de emociones y deseo, ahora se sentía vacío y frío. Me quedé mirando la puerta por unos segundos, tratando de entender lo que acababa de pasar.

Alondra se había ido tan de repente, dejándome sola con el eco de lo que acabábamos de compartir. Mi cuerpo aún temblaba por el contacto, por el calor de sus manos, y sin embargo, la forma en que había salido corriendo me dejó completamente descolocada.

Me pasé una mano por la cara, tratando de calmarme. ¿Qué significaba todo esto? Las preguntas empezaron a inundarme: ¿Había hecho algo mal? ¿Se arrepentía? Aún podía sentir el peso de su cuerpo sobre el mío, el roce de sus labios, pero su huida... eso dolía más de lo que quería admitir.

Los minutos pasaron, o tal vez solo fueron segundos, no estaba segura. El sonido del timbre rompió el silencio y me sobresaltó. Era Alex, seguro. Lo había escuchado cuando Alondra atendió la llamada antes de desaparecer. Me levanté, todavía aturdida, y caminé hacia la puerta.

Al abrirla, ahí estaba Alex, con su típica sonrisa despreocupada, aunque esta vez noté que algo en su mirada parecía diferente.

—¡Hola, belleza! —exclamó, saludándome con su energía habitual, aunque sus ojos me escrutaban más de lo normal—. ¿Dónde está Alondra? Se olvidó el cargador de mi celular aquí. Y... no sé, noto algo raro en el ambiente. ¿Me estoy perdiendo de algo?

Sentí una punzada de nervios, pero intenté mantenerme calmada. No era el momento de hablar sobre lo que había pasado, ni siquiera estaba segura de cómo procesarlo yo misma.

—Está... está en su cuarto —respondí, mi voz sonando más insegura de lo que pretendía. Intenté distraerme y sonreí—. Seguro ya lo está buscando.

—Ah, bueno, ya la llamo —dijo Alex, con una ceja levantada, sin perder su curiosidad.

Lo dejé pasar mientras se dirigía hacia la habitación de Alondra, y me quedé en la sala, intentando poner en orden mis pensamientos. Pero la verdad era que no podía. Alondra se había ido sin decirme una palabra, y el peso de su silencio me aplastaba.

Finalmente, escuché a Alex despedirse rápidamente y salir por la puerta, dejándome sola de nuevo. Pero esta vez, la soledad me pesaba aún más. Me acerqué a la puerta de la habitación de Alondra y me detuve frente a ella, mi mano en el pomo. Quería entrar, quería que habláramos, que me explicara por qué había salido corriendo. Pero no sabía si estaba preparada para escuchar la verdad.

Finalmente, solté el pomo y retrocedí. Me quedé allí, en medio del pasillo, sin saber qué hacer, sintiendo que, aunque estuviéramos bajo el mismo techo, Alondra y yo estábamos más lejos que nunca.

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora