Capítulo XI: Parte I

445 19 0
                                    

-- Perspectiva de Alondra --

El cuerpo de Rai se arqueó bajo mis manos, su respiración se aceleró, y en cuestión de segundos, todo su ser se rindió ante mí. Sentí su éxtasis como si fuera mío, y por un momento, el mundo dejó de existir. Solo éramos nosotras, juntas, compartiendo algo que había sido reprimido por tanto tiempo. Me quedé mirándola mientras ella recuperaba el aliento, mi corazón latiendo con fuerza y mi mente un completo caos.

Pero antes de que pudiera decir algo o siquiera procesar lo que acababa de pasar, mi teléfono empezó a sonar. "¡No puede ser ahora!" pensé, maldiciendo el timbre. Miré la pantalla y vi el nombre de Alex iluminándose.

Con manos temblorosas, contesté, intentando sonar lo más normal posible.

—¿A-Alondra? —dijo Alex del otro lado, notando mi voz extraña—. ¡Olvidé mi cargador en tu casa! Voy de camino para recogerlo, ¿estás?

Mi mente se nubló de nervios. ¿Qué iba a decirle? Acababa de estar con Rai, y ahora Alex quería aparecer de nuevo. Sentía que todo se me escapaba de las manos. Con la voz entrecortada, respondí:

—Sí... sí, claro, Alex. Eh... está en mi habitación. Puedes venir cuando quieras.

Colgué el teléfono antes de que pudiera decir más, mi corazón latiendo tan rápido que apenas podía pensar con claridad. El silencio volvió a la habitación, pero ahora estaba cargado de tensión, de preguntas sin respuesta. Miré a Rai, quien aún estaba recostada, recuperándose, sus ojos aún brillando por lo que acababa de pasar entre nosotras.

No pude aguantar la presión. De repente, sentí que me faltaba el aire, como si el peso de todo lo que acababa de suceder cayera de golpe sobre mí. Un ataque de pánico empezó a tomar control de mi cuerpo, y sin darle explicaciones a Rai, me levanté de golpe.

—Tengo que... —balbuceé, buscando una excusa, pero las palabras se ahogaron en mi garganta.

Rai me miró confundida, con la boca entreabierta, intentando comprender por qué estaba reaccionando así. Pero yo no podía quedarme ahí. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Me dejé caer contra la puerta, respirando entrecortadamente. No podía creer lo que acababa de pasar. Todo había sido tan intenso, tan rápido, y ahora, en vez de sentirme bien, solo sentía miedo.

¿Qué habíamos hecho?

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora