Capítulo X: Parte II

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-- Perspectiva de Rai --

Una vez que todos nos limpiamos, la cuenta regresiva para la medianoche llegó a su fin, y eso solo significaba una cosa: ¡mi cumpleaños finalmente había comenzado! Las luces del estudio se atenuaron mientras el reloj marcaba las doce, y al terminar la cuenta atrás, Alondra sacó de la nada un cañón de confeti que llenó la habitación con una lluvia de colores. Me sorprendió tanto que me quedé sin palabras por un momento, mientras Alondra, Angie y Alex me abrazaban entre risas y felicitaciones.

—Feliz cumpleaños, Rai —me dijo Alondra con una sonrisa radiante.

Alex, en su tono de siempre, miró a Alondra y bromeó: —Pero luego no me digas que yo tengo que recoger todo este confeti.

Nos reímos y, entre abrazos y aplausos, todo se sentía perfecto. No podía imaginar un mejor inicio para mi cumpleaños.

Mientras Alondra y Alex iban a buscar los regalos, Angie y yo nos quedamos hablando con el chat. Angie, que siempre tenía algún comentario divertido bajo la manga, se acercó y me susurró de forma teatral:

—¿Te imaginas que te regalen un vibrador?

— Ojalá

La carcajada que solté fue inevitable, y el chat, que había escuchado el comentario, estalló en risas y bromas. Angie era el alma de la fiesta, y con ella a mi lado, el ambiente siempre era más divertido y desenfadado.

Unos minutos después, Alondra regresó con dos bolsas, y Alex traía una más. Me brillaban los ojos de la emoción mientras miraba las bolsas llenas de misterio frente a mí. Alondra me indicó que abriera primero las dos bolsas que no tenían ninguna cobertura. Sin perder tiempo, las tomé y comencé a abrirlas.

Para mi sorpresa, dentro encontré un montón de prendas de ropa, unas quince piezas en total, cada una perfectamente escogida. Cada prenda reflejaba mi estilo al detalle; era como si Alondra y Alex hubieran tenido acceso a mi armario mental y hubieran escogido justo lo que siempre había querido. Alondra conocía mi estilo a la perfección, y con la ayuda de Alex, habían dado en el clavo. Me sentía agradecida y no podía dejar de agradecerles entre risas y abrazos.

Pero había una última bolsa, la más misteriosa de todas, que habían dejado para el final. Alondra, con una sonrisa que reflejaba su propia emoción, me dijo que cerrara los ojos.

—Yo me encargo de abrirlo. Tú solo confía y espera, ¿vale? —me dijo.

Obedecí y cerré los ojos mientras escuchaba el ruido de plástico y luego el crujir de papel al rasgarse. La expectativa crecía con cada segundo. Finalmente, Alondra dijo que podía abrir los ojos.

Cuando lo hice, la vi arrodillada frente a mí, con una sonrisa pícara y un anillo en la mano. Era un anillo de oro rosa, delicado y brillante, con su inicial grabada en él. Al ver el anillo, mi corazón dio un vuelco. La sonrisa invadió mi rostro y sentí cómo una lágrima de emoción se deslizaba por mi mejilla.

Era justo el anillo que le había pedido desde hacía tiempo, desde antes de que nuestra relación se hiciera realidad. Verlo en sus manos, sosteniéndolo con tanto cariño, me llenó de una emoción indescriptible. No pude contener las lágrimas y la abracé, riendo y llorando a la vez.

—Es perfecto… No puedo creer que lo hayas hecho —le dije mientras la abrazaba con fuerza.

Alondra sonreía, claramente emocionada también, y todo el chat estaba lleno de emojis de corazón, comentarios y felicitaciones. Después de ese momento tan especial, seguimos abriendo el resto de los regalos y agradeciendo a todos por sus mensajes.

El directo continuó siendo igual de animado y divertido. La presencia de Angie había añadido una energía diferente, algo que se reflejaba en el ambiente y que hacía que todos estuviéramos a mil. De hecho, el stream duró mucho más de lo que habíamos planeado, extendiéndose hasta casi las cuatro de la mañana.

Ya en la madrugada, Alex, en pleno directo, nos preguntó si podía quedarse a dormir en la casa esa noche, porque irse a esa hora no era precisamente la mejor idea. Además, Angie se quedaría con nosotras durante las dos semanas que estuviera en Puerto Rico, así que no había ningún problema en que ambos pasaran la noche.

—¡Claro! —dije, sin dudarlo—. Quédense, ustedes saben que siempre hay espacio para vosotros”.

Alex y Angie se quedaron en el estudio un rato más, ayudando a limpiar el desastre de confeti y glaseado mientras yo me dirigía al baño. A pesar de haberme limpiado antes, aún tenía restos de pastel pegados en la ropa y en el cabello después de la guerra de tartas. Necesitaba una ducha urgente, así que fui al baño a intentar limpiarme por completo.

Cuando abrí la puerta, me encontré con que Alondra ya estaba dentro, acomodando sus cosas y aparentemente lista para ducharse también. Me quedé en la puerta, y sin pensarlo mucho, le pregunté:

—¿Te importa si me ducho primero? Estoy completamente pegajosa —dije, mostrándole los restos de glaseado en mi brazo.

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora