Capítulo XXXIV: Parte I

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-- Perspectiva de Rai --

El día había comenzado de manera sorprendentemente tranquila. Alondra y yo habíamos pasado la mañana juntas, jugando Minecraft, como solíamos hacer en nuestros mejores momentos. El sonido del juego y nuestras risas resonaban en la habitación, creando una burbuja de felicidad que parecía alejar cualquier rastro de celos y desconfianza. Pero, como siempre, la realidad estaba acechando en el fondo, lista para salir a la superficie en cualquier momento.

Hablé con Angie sobre el plan de ir a comer, aunque no le expliqué del todo por qué lo había hecho. Angie no sabía que lo había dicho en un arrebato de celos, tratando de hacer reaccionar a Alondra, aunque no tenía sentido. La llamada de Angie interrumpió nuestra conversación. Alondra sonrió al escuchar el tono del teléfono, pero yo noté la preocupación en sus ojos. Esa preocupación se reflejaba en mis propios sentimientos.

—Es Angie... seguramente ya está abajo esperándome —le dije a Alondra, intentando sonar casual, pero en mi interior estaba inquieta.

—Vale, no pasa nada. Antes del stream nos vemos —me respondió, su sonrisa no del todo convencida. Era como si ambas supiéramos que había algo más en juego.

Salí de la casa con una mezcla de emociones. Por un lado, estaba molesta conmigo misma por usar a Angie para darle celos a Alondra. Por otro, la idea de que ella y Nick estuvieran solos en nuestra casa me comía por dentro. Mientras caminaba hacia el coche, cada paso se sentía más pesado. Tenía un torbellino de pensamientos que me empujaba a reconsiderar mi decisión. "¿Qué tal si me estoy imaginando cosas?", pensé. Pero la idea de que Nick estuviera en nuestra casa, a solas con Alondra, se convertía en un monstruo que no podía ignorar.

Cuando me subí al coche, Angie me miró con curiosidad, y sentí que necesitaba confesarle mi ansiedad.

—¿Por qué me dijiste de ir a comer si ya habías quedado con Alondra? —me preguntó, su tono era de incredulidad.

—Tuve un impulso por celos... —admití, y vi cómo su expresión se tornaba seria. La preocupación cruzó su rostro.

—¿Un impulso? ¿Qué demonios, Rai? —dijo, molesta—. Bájate del coche y vuelve a casa con ella.

Su respuesta me hizo dudar, pero también me obligó a enfrentar lo que realmente me preocupaba. Así que le solté lo que realmente me angustiaba:

—Alondra va a quedar con Nick en casa, a solas, después de comer.

La reacción de Angie fue instantánea. Abrió los ojos, sorprendida.

—Tranquilízate, no tienes por qué preocuparte, súbete y vamos a comer, ahora relájate venga que Alex nos está esperando —intentó calmarme, pero por una vez, sentí que tenía razón. No podía seguir con estos celos enfermizos, pero tampoco podía ignorar lo que estaba pasando.

Justo cuando estaba a punto de dejar caer el tema, recogimos a Alex, lo que hizo que la conversación se desviara hacia temas más ligeros. Fuimos a un lugar de comida rápida en el centro comercial, pero intenté relajarme y disfrutar del momento, aunque mi mente seguía dando vueltas. Durante todo el almuerzo, no podía quitarme a Alondra y Nick de la cabeza. Mi mente continuaba atrapada en el bucle de posibilidades aterradoras.

Alex lo notó, claro, como siempre. Era como si tuviera un radar para mis emociones.

—¿Qué te pasa nena? —preguntó, mirándome con preocupación.

Le eché una mirada a Angie, dándole el visto bueno para que hablara. Ella no dudó ni un instante y le contó todo a Alex. Su reacción fue inmediata.

—¿Qué está haciendo Alondra? ¿Ha perdido la cabeza? ¿Cómo va a meter a ese tipo en su casa a solas? —explotó, mientras Angie intentaba calmarlo.

—Relájate —dijo Angie, pero la preocupación en su voz era palpable—. Pero, imagínate... ¿y si pasa algo entre ellos en vuestra casa?

Eso me golpeó como un puñetazo en el estómago. Esa idea se plantó en mi mente y se expandió, y antes de que pudiera evitarlo, solté un profundo suspiro.

—Vamos a casa —dije levantándome de la mesa con una determinación que no había sentido antes a causa de lo que había dicho Alex y me estaba haciendo pensar en cosas que... no quería haber pensando.

Alex y Angie se quedaron mirándome, sorprendidos, como si esperaran que reconsiderara.

—¿Qué? —preguntó Alex, incrédulo.

—Si está pasando algo entre ellos, necesito saberlo ya. No puedo más.

Lo dije con tanta convicción que ninguno de los dos me cuestionó. Sabían cuánto significaba Alondra para mí, y también sabían que, por ella, yo era capaz de cualquier cosa. Terminé el almuerzo lo más rápido que pude, y nos subimos al coche. Los 20 minutos de camino se sintieron eternos. El tráfico parecía moverse más lento de lo normal, y mi corazón latía con tanta fuerza que podía escucharlo en mis oídos. La adrenalina corría por mis venas, una mezcla de miedo y rabia que me empujaba a actuar.

Nick probablemente ya estaba allí. No estaba planeado ir, lo había pensado pero no quería entrometerme, pero sentía que lo necesitaba. Me bajé del coche con el corazón en la garganta, casi corriendo hacia la puerta. La respiración se me aceleró mientras subía las escaleras. Alex se quedó fuera, mientras Angie y yo subíamos, el silencio en la casa era sofocante.

La puerta de nuestra habitación estaba cerrada, y un leve murmullo provenía del interior. Cada paso que daba se sentía como si me acercara a un precipicio. Con la mano temblando, le pregunté a Angie en un susurro:

—¿Abro?

Ella asintió, y cuando empujé la puerta, el mundo se detuvo. Lo que había temido durante tanto tiempo se convirtió en una realidad desgarradora. Alondra y Nick estaban allí, y el dolor me atravesó como un rayo. Se estaban besando.

El instante se congeló. Alondra se apartó en cuanto me vio, y los cuatro nos quedamos mirándonos en un silencio absoluto. Las palabras no salían, y el aire se volvió espeso. Era como si el tiempo se hubiera detenido, pero la presión en mi pecho se intensificaba. Sin poder soportarlo más, salí corriendo de la casa, con las lágrimas llenándome los ojos. Sentía que cada lágrima era un fragmento de mi corazón que se rompía.

Mientras corría, escuché los gritos de Angie, resonando en el silencio.

—¿Es en serio, Alondra? ¡¿Cómo has podido?! Sabes... jamás ha pasado nada entre Rai y yo, ¡Que era todo mentira para darte celos!

—Yo... —comenzó a decir Alondra, pero Angie no la dejó terminar. Con el corazón en un puño, me sentí como un espectador en medio de una tormenta emocional, sin poder hacer nada.

Angie se fue dando un portazo, y mi instinto fue buscar el refugio de Alex. Al bajar, lo encontré en la puerta, y sin pensarlo, me lancé a sus brazos. Me aferré a él como si fuera el único ancla en un mar de caos. Su inmovilidad me decía que había escuchado los gritos de Angie y que, como yo, no podía procesar la realidad.

—¿Qué pasó? —preguntó, su voz era suave pero firme.

Angie llegó detrás de mí, aún con el rostro encendido por la furia y la indignación. En un abrir y cerrar de ojos, le explicó a Alex lo que había pasado, y el dolor que yo había sentido se duplicó al ver el impacto que tenía en ellos.

Las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas mientras nos subíamos al coche. Una sensación de vacío me invadió. Aunque estábamos juntos, sentía que una parte de mí había quedado rota para siempre. El futuro que había imaginado con Alondra se desvanecía.

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora