Capítulo I: Parte II

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-- Perspectiva de Rai --

Aún me cuesta asimilar lo que pasó ese día. Que Alondra me confesara todo lo que sentía me tomó por sorpresa, ya que ni me lo imaginaba, pero lo que realmente me desarmó fue ese beso. Alondra no es muy aventada, en el sentido de que no suele dar el primer paso, por lo que supe que de verdad sentía lo que decía. Sentí como si el tiempo se detuviera por completo en ese instante, y cuando finalmente me dejé llevar, todas las dudas, todos los miedos, desaparecieron. Después de ese beso, los besos no pararon. Nos abrazamos, nos acariciamos y nos dejamos llevar por el momento, como si el mundo exterior no existiera.

Ninguna de las dos contestó a los teléfonos el resto del día. Lo único que importaba éramos nosotras. Dormimos entrelazadas, exhaustas no solo por lo físico, sino también por el alivio emocional de finalmente derribar todas esas barreras que habíamos levantado durante tanto tiempo. Alondra me abrazó mientras caíamos en un profundo sueño, y por primera vez en mucho tiempo, sentí una paz indescriptible.

Al despertar, el sol se filtraba por las cortinas del cuarto. Estaba todo en silencio, excepto por las vibraciones continuas de nuestros teléfonos. Me estiré para alcanzar el mío y vi que tanto Angie como Alex habían dejado decenas de mensajes. Sabían que habíamos hablado anoche y querían saber qué había pasado. Pero en lugar de responder con palabras, preferimos dejarlos en la intriga. Sonreí y miré a Alondra, quien también había visto su teléfono lleno de notificaciones.

—¿Les contestamos? —me preguntó Alondra con una sonrisa traviesa.

—No con palabras —le respondí.

Minutos después, los mensajes se detuvieron y comenzaron las llamadas. Ni siquiera hicimos el esfuerzo por contestarlas. Queríamos mantener ese momento solo para nosotras por un poco más de tiempo, aunque sabíamos que Angie y Alex se volverían locos de la curiosidad.

Cogí mi teléfono, la atraje hacia mí y tomamos una foto. En la imagen, estábamos las dos recién levantadas, sonriendo, con nuestras caras juntas. Era suficiente para que entendieran que las cosas estaban mejor que nunca.

Poco después, ambos llegaron a casa. Angie, era su último día en Puerto Rico y había prometido pasarlo con nosotras antes de tomar su vuelo esa noche. Al verlos entrar, sentí una mezcla de nervios y emoción. No sabía exactamente cómo reaccionarían, pero a fin de cuentas, ya era hora de que supieran la verdad.

Cuando entraron, no pudieron disimular la curiosidad. Angie, con su forma directa, fue la primera en hablar.

—Vale, ¿qué pasó anoche? —dijo mirándonos a ambas, sus ojos alternando entre Alondra y yo.

Nos miramos con complicidad, sonriendo.

—Estamos juntas —dije finalmente.

La cara de Alex fue un poema. Por un segundo, pareció que no procesaba lo que le estábamos diciendo. Angie, por otro lado, dejó escapar un grito ahogado, como si hubiese sabido todo este tiempo que esto iba a pasar pero necesitara la confirmación para creérselo.

—¿QUÉ? —gritó Angie—. ¿Me estás diciendo que... por fin...? ¡Sabía que iba a pasar, pero dios, esto sí que es una sorpresa!

Alex, que aún parecía procesarlo todo, nos miró y luego sonrió.

—No puedo creerlo —dijo—. Me alegra muchísimo, pero... wow, esto sí que fue rápido.

Reímos, sabiendo que, en realidad, todo había sido cualquier cosa menos rápido. Habían sido meses de idas y venidas, de mentiras y malentendidos, pero ahora todo eso quedaba atrás. Alondra me miró y, sin necesidad de palabras, supe que ambas estábamos en la misma página. Estábamos listas para dejar el pasado atrás y disfrutar de lo que finalmente habíamos logrado.

—Pero... ¿cómo piensan manejar esto? —preguntó Alex, su voz cargada de curiosidad.

—Sí, ¿van a mantenerlo en secreto o lo van a hacer público? —añadió Angie, con una mirada traviesa en sus ojos.

Alondra y yo intercambiamos miradas y, después de un momento de silencio, decidí responder.

—Por ahora, preferimos mantenerlo privado —dijo Alondra —. No sabemos qué pasará en el futuro.

—Exacto —dije—. Necesitamos tiempo para procesarlo nosotras mismas antes de hablar con otras personas.

—Eso tiene sentido —dijo Angie, asintiendo—. No querrán que se sientan presionadas. Pero, ¿qué hay de sus familias? ¿Lo han pensado?

—No, todavía no. Creo que sería un gran paso —respondió Alondra mirándome.

—Tal vez deberíamos contarles a nuestros amigos primero. Después, a nuestras familias —sugerí.

—Sí, es un buen plan —asintió Alondra—. Pero quiero que sea en el momento adecuado. No quiero que sea apresurado.

—Entonces, ¿están listas para un poco de drama? —preguntó Alex, sonriendo.

—¡Siempre! —exclamé, con una sonrisa.

Y así, entre risas y charlas sobre lo que vendría, nos preparamos para afrontar el futuro juntas. Sabía que habría desafíos por delante, pero en ese momento, solo quería disfrutar de la felicidad que Alondra y yo habíamos encontrado.

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora