-- Perspectiva de Rai --
La alarma de las 10 sonó, despertando a Angie y a mí de golpe, pero como era de esperarse, Alex ni se inmutó. Ni un terremoto lo despertaría, así que después de un par de almohadazos bien dados, al fin abrió los ojos con cara de pocos amigos.
—¿Qué pasa? —preguntó con su típico mal humor matutino.
—Alondra no ha llegado —le respondí rápidamente—. Llámala, por favor.
Alex, aún medio dormido, asintió y empezó a buscar su teléfono. Me dijo que me tranquilizara, que seguramente estaría bien, pero yo ya no podía con la ansiedad. Alex llamó y llamó, pero siempre iba directo al contestador. Cada vez que colgaba, sentía que la desesperación me consumía más.
—¿Qué hacemos ahora? —pregunté, mordiéndome el labio con frustración. Alex no parecía saber qué más hacer y tras unos segundos de silencio, tomé una decisión que probablemente no era la mejor, pero no podía quedarme de brazos cruzados. Decidí llamar a la madre de Alondra.
—Rai, quizás no es buena idea meter a su madre en esto —me advirtió Alex, y Angie le dio la razón. Pero me miraron, y vieron lo mal que estaba. No pudieron negarse más.
Llamé y tras un par de tonos, la madre de Alondra contestó con su habitual tono amable.
—Hola, Jazmine, ¿dónde está Alondra? —pregunté tratando de no sonar demasiado alterada—. Anoche no tenía batería y no pude hablar con ella, y ahora no me contesta el teléfono.
—Alondra está aquí en casa —respondió tranquilamente—. Me pidió quedarse anoche. Estará aquí hasta las 3 porque tiene que recibir un paquete. ¿Quieres que la llame?
Respiré hondo y le dije que no, que estaba bien. Le agradecí y colgué, pero sentí cómo mi pecho se comprimía aún más.
Me quedé mirándolos. Alondra estaba en casa de sus padres todo este tiempo. Una parte de mí se sintió aliviada, pero otra no podía dejar de pensar en lo que significaba que se hubiera ido sin decirme nada.
—Tengo que ir a hablar con ella ya —dije, sin poder evitarlo. Alex y Angie se miraron entre sí, con una mezcla de duda y preocupación.
—No creo que sea buena idea ahora, Rai —dijo Angie, pero yo ya había tomado mi decisión.
—Si no queréis venir, iré sola.
Finalmente, aceptaron. Angie se ofreció a llevarme en su coche, ya que vivir en Puerto Rico sin transporte era complicado. Subimos al auto y en menos de diez minutos estábamos en camino. El viaje fue tenso. Mientras Alex y Angie cantaban para intentar aligerar el ambiente, yo no podía despegar mi vista de la ventana, con mil pensamientos en la cabeza sobre lo que le diría a Alondra cuando la viera.
A medida que nos acercábamos a la casa, todo se volvió más raro. A pocas calles de distancia, Angie notó otro coche que parecía dirigirse al mismo lugar. Algo dentro de mí me hizo sentir incómoda. La casa de los padres de Alondra estaba bastante aislada, por lo que era raro que alguien más fuera en esa dirección.
—¿Quién será? —dijo Angie, frenando un poco.
—Estaciona al lado de la casa, pero no te acerques demasiado —le pedí—. Quiero ver quién es.
Los tres nos quedamos mirando expectantes por la ventana. Mi corazón latía a mil por hora. De repente, vi la puerta de la casa abrirse y Alondra salió tranquilamente, como si nada. Y ahí estaba, el coche se detuvo frente a la entrada... ¡Era Nick! ¿Qué hacía Nick viniendo a ver a Alondra? Mi estómago dio un vuelco y la rabia comenzó a arder dentro de mí. Nos quedamos los tres en completo shock, sin saber qué hacer. Vi cómo Nick se acercó a Alondra, y la abrazó. Ambos sonreían. Esa imagen fue como una puñalada directa en el pecho.
—Angie vámonos —dije sin poder quitar la mirada sabiendo que sí me quedaba ahí mas tiempo algo rompería dentro de mí.
De pronto vi como Alondra hizo un gesto como señalando la casa, a lo que seguidamente Nick le asintió y los dos entraron a la casa.
Antes de que pudiera pensarlo dos veces, di un golpe fuerte en la parte delantera del coche, luchando por contener las lágrimas. La rabia y la tristeza se apoderaban de mí.
—¡ACELERA YA, ANGIE! —grité, sin poder aguantar más.
Angie, con la cara llena de sorpresa y preocupación, empezó a conducir mientras las lágrimas finalmente caían, pesadas y llenas de frustración.
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Railo : Bajo nuestro eco
Romance¿Qué pasaría si alguna de las dos se animara a dar ese paso que siempre da miedo en una amistad? Su relación podría cambiar de maneras que nunca imaginaron. ¿Valdrá la pena arriesgarlo todo, o terminarán perdiendo lo que ya tienen?