Capítulo VII: Parte II

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-- Perspectiva de Alondra --

El día había comenzado con cierta tranquilidad. Tal y como le había dicho a Rai, fui al centro comercial con Alex, para comprar su regalo de cumpleaños, aunque había puesto alguna que otra excusa para ocultar que era para su regalo, era obvio. No sabía exactamente qué estaba buscando, pero quería que fuera algo especial. Algo que, cada vez que lo viera, le recordara a mí. Y aunque la idea inicial era comprarle solo ropa, se me ocurrió algo mucho más personal.

—¿Un anillo? —me preguntó Alex mientras caminábamos por el centro comercial.

—Sí, pero no cualquier anillo. Quiero algo que sea simbólico, algo bonito que pueda usar todos los días.

Alex me miró con curiosidad mientras seguíamos andando por los pasillos abarrotados del mall. Habíamos pasado por varias tiendas de joyería, pero ninguna de ellas nos había llamado especialmente la atención. Incluso cuando encontramos algunas opciones que podrían haber funcionado, sentía que no eran lo suficientemente únicas. No era lo que quería para ella.

De repente, algo en el escaparate de una joyería llamó mi atención. Era un anillo, hecho de oro rosa, que llevaba una inicial en el centro. Solo con verlo, supe que era el regalo perfecto. No solo porque era hermoso, sino porque el detalle de la inicial le daría un toque muy personal. Sin decir nada, me detuve en seco y me giré hacia la vitrina para observarlo más de cerca.

—¿Qué tal ese? —pregunté, señalando el anillo mientras Alex se acercaba.

—Está lindo —respondió, aunque sonaba algo dudoso—. Pero, ¿has visto el precio?

—Sí... —dije, fingiendo desinterés, aunque por dentro ya me estaba preparando mentalmente para lo que venía.

El anillo costaba 279 dólares, un precio bastante alto para lo que había planeado. Sin embargo, en cuanto lo vi, supe que no había vuelta atrás. Ese tenía que ser el regalo. Alex me miró, notando mi decisión firme, y me lanzó una mirada traviesa.

—¿Estás segura de que no se te va a salir un poquitín de presupuesto?

—Lo sé, lo sé —admití, sonriendo—, pero es perfecto. Y creo que a Rai le va a encantar.

Sin decir más, entramos en la tienda. El ambiente dentro era tranquilo, con vitrinas relucientes llenas de joyas elegantes y brillantes. Mientras nos atendía una vendedora encantadora, le pedí que me mostrara el anillo de oro rosa que había visto desde afuera. Cuando lo tuve en mis manos, lo confirmé. Era el regalo perfecto.

—Voy a llevar este —dije con seguridad—. Quiero la inicial A.

La vendedora me sonrió y procedió a prepararlo mientras Alex se quedaba a mi lado, revisando otras joyas que también eran impresionantes, pero ninguna como la que acababa de elegir. Cuando finalmente pagué, sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. Había gastado más de lo que esperaba, pero sabía que el gesto lo valía.

Después de comprar el anillo, pasamos por un par de tiendas más. Compramos algunas prendas de ropa y accesorios que me parecieron bonitos y que creí que le gustarían a Rai. Me había propuesto que su cumpleaños fuera especial, y estaba dispuesta a asegurarme de que así fuera. Al final, entre todo lo que compramos, la cuenta total ascendió a 450 dólares, algo que Alex no dejó de recordarme con una risa burlona.

—Con esa cantidad de dinero, podrías haberle organizado una fiesta en un yate privado a Rai —bromeó.

—Tal vez, pero esto va a ser mejor —respondí, sin darle demasiada importancia al comentario. Sabía que Alex lo decía en tono de broma, pero para mí lo importante era que todo estuviera perfecto.

Finalmente, llegamos a casa y, en cuanto entramos por la puerta, pude ver la ilusión en los ojos de Rai. Su rostro se iluminó al vernos con tantas bolsas, aunque trataba de disimularlo. Sabía que estaba tratando de adivinar qué le habíamos comprado, y me encantaba ver esa mezcla de emoción y curiosidad en su expresión. Aunque, claro, no iba a darle el gusto de saberlo todavía.

—¿Me dejas ver? —preguntó, sonriendo de manera traviesa mientras se acercaba a las bolsas.

—¡No! —le respondí entre risas—. Tienes que esperar hasta la noche.

Rai intentó insistir, poniendo una de esas caras de pena que siempre lograban hacerme ceder, pero esta vez no funcionaría. Sabía que si le mostraba algo ahora, arruinaría la sorpresa, y quería que todo fuera perfecto para su cumpleaños.

—Vamos, Alondra. Solo una pista —dijo, siguiéndome hasta el comedor donde dejé las bolsas.

—Nada de pistas —le respondí con firmeza, aunque no pude evitar sonreír al ver lo emocionada que estaba—. Más tarde lo sabrás todo.

Rai finalmente se rindió, aunque no dejó de lanzarme miradas curiosas mientras dejaba las bolsas en el comedor. Sabía que esa noche se la pasaría intentando adivinar qué le habíamos comprado, y en parte, me alegraba. Quería que su cumpleaños fuera inolvidable.

Después de organizar todo, fui a la habitación para tomarme un momento de descanso antes de empezar el stream de la noche. Me tumbé en la cama y saqué el móvil para ver si tenía noticias de Angie. Había hablado con ella por la mañana, justo antes de que tomara su vuelo, pero desde entonces no sabía nada más.

Le escribí un mensaje rápido preguntándole cómo iba todo y cuándo llegaría. Sabía que aterrizaría alrededor de las diez, justo cuando estaríamos en mitad del stream. Afortunadamente, teníamos planeado abrir los regalos a medianoche, así que todo estaría a tiempo para que ella participara de alguna manera.

Mientras esperaba su respuesta, no pude evitar pensar en el anillo que había comprado para Rai. Me emocionaba ver su reacción cuando lo abriera. No era solo un regalo caro; era algo mucho más simbólico para mí. La inicial en el colgante representaba una parte de mí que siempre estaría con ella, y esperaba que cuando lo viera, sintiera lo mismo.

El tiempo pasó rápidamente, y antes de darme cuenta, ya eran casi las nueve. Era hora de prepararse para el stream. Me levanté de la cama y me dirigí al salón, donde Alex y Rai ya estaban decorando todo con globos. Todo parecía listo, y aunque seguía nerviosa por la sorpresa que le tenía preparada para después, no podía esperar a ver cómo se desarrollaba la noche.

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora