Capítulo XV: Parte II

194 27 2
                                    

-- Perspectiva de Alondra --

Después de la discusión con Rai, volví a la cama algo tarde. Necesitaba tiempo a solas para ordenar mis pensamientos, y sabía que ella también. Sentía como si sus insistencias me estuvieran ahogando, como si no pudiera comprender la presión que sentía. Tenía tanto miedo de defraudar a mi familia y, a la vez, de perder a Rai. Pero parecía que ella solo veía el lado de su dolor y su frustración, como si fuera sencillo para mí hacer pública nuestra relación. Cuando llegué a la cama, no dijimos ni una palabra. Rai parecía dormida, aunque sabía que estaba fingiendo para evitar otra discusión. Me acosté a su lado y, aunque me tomó tiempo, finalmente caí rendida y me quedé dormida.

A la mañana siguiente, decidí actuar como si nada hubiera pasado. Era lo que hacía siempre que no quería enfrentar una conversación incómoda. Saludé a Rai con normalidad y traté de mantener una actitud ligera. Sin embargo, noté que su energía era diferente; estaba distante, fría. Sus respuestas eran cortas, y me miraba de una forma que me hacía sentir pequeña. Aun así, insistí en mantener la calma, como si pudiéramos ignorar la tensión y hacer que todo volviera a ser como antes.

A medida que avanzaba la mañana, sentía cómo esa barrera de indiferencia entre nosotras crecía. En un momento, mientras hablábamos de algo trivial, Rai se detuvo abruptamente. Me miró con una mezcla de frustración y tristeza, y su voz se quebró un poco cuando me preguntó:

—¿Por qué finges que todo está bien, Alondra?

Sentí como si me hubieran dado una bofetada. Sabía que me lo merecía, pero me dolía que me lo dijera de esa manera. Intenté mantenerme tranquila, responder sin que la situación se saliera de control.

—Rai, no quiero pelear —dije en un tono bajo, esperando que eso bastara para calmar las cosas.

Pero no funcionó. Su rostro mostró un destello de enojo que no podía controlar, y sus palabras cayeron como un golpe:

—¿Estás cansada de pelear? ¿O estás cansada de lo nuestro? Parece que te da vergüenza estar conmigo.

Esa frase me golpeó tan fuerte que sentí cómo todo mi cuerpo se tensaba. No lo había pensado de esa forma, pero escucharla decirlo hizo que algo en mí estallara. Había estado tratando de equilibrar todo, de mantener a todos contentos, y ahora parecía que nada de eso tenía sentido. Antes de poder detenerme, le respondí de forma abrupta, sin siquiera pensar en las consecuencias:

—Sí, Rai, estoy cansada de todo esto.

El silencio que siguió fue abrumador. La expresión de Rai cambió por completo, su rostro mostraba una mezcla de dolor e incredulidad. Sus ojos, que usualmente brillaban con una mezcla de ternura y calidez, ahora estaban llenos de tristeza.

—Vale —dijo en un tono seco, su voz apenas un susurro—. Está todo dicho, entonces.

La vi salir de la habitación sin mirarme. Todo en mí quería llamarla, detenerla, pero algo en mi orgullo me impidió hacerlo de inmediato. Escuché sus pasos por la casa, el sonido de la puerta al abrirse y luego cerrarse con fuerza. El eco de ese sonido me dejó aturdida, como si no fuera real lo que acababa de suceder. Cuando reaccioné, me apresuré hacia la puerta y la abrí, con la esperanza de que aún estuviera ahí, que no se hubiera ido.

—¡Rai! —grité, sintiendo cómo la desesperación se apoderaba de mí. Pero no obtuve respuesta. Solo el silencio.

Alex entró a la habitación a la misma vez que Rai salía, llendo Angie por detrás.

—Alondra, ¿a dónde se fue Rai? ¿No pueden estar ni un día sin pelear?

Alex fue a la puerta principal casi corriendo después decir eso, fue tras Rai mientras que Angie se quedo en la puerta mirandome.

Me quedé allí de pie, incapaz de moverme, con el corazón latiendo rápido. Acabábamos de dejarlo, y todo era por mi culpa. Las palabras que había dicho aún resonaban en mi cabeza, y el peso de mis acciones me aplastaba. Me dejé caer en el suelo, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a correr por mis mejillas. El cansancio, la culpa, el miedo, todo se mezclaba en una tormenta que no podía controlar.

Recordé todos esos momentos en los que me había sentido incapaz de abrirme por completo con ella, las veces que me había escondido detrás de excusas y temores. Sabía que el amor de Rai por mí era fuerte y sincero, pero mi miedo a las expectativas y al qué dirán había creado una barrera que, sin darme cuenta, nos había separado. Me odiaba por haber sido tan cobarde, por haber dejado que mis inseguridades destrozaran algo tan hermoso.

—Te dejo sola, avísame si necesitas hablar, perdón por escuchar todo— Angie se fue al estudio.

Quería pedirle perdón, decirle cuánto la amaba y que estaba dispuesta a afrontar mis miedos por ella, a encontrar un punto medio donde ambas pudiéramos ser felices. Pero el peso de mis palabras me hacía dudar. Tal vez era demasiado tarde, tal vez esta vez ella realmente se había cansado de mí, de todo lo que implicaba estar conmigo.

Finalmente, fui hacia mi habitación y me quedé allí recostada, quizás si está mañana hubiera hablado directamente con ella en vez de evitar todo para solucionarlo las cosas serían distintas. No se en qué momento hemos llegado aquí pero se que no se puede quedar así, necesito hacer algo.

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora