Capítulo XXXIX: Parte I

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-- Perspectiva de Alondra --

Las palabras de Angie resonaban en mi mente como un eco interminable. Admitir que me gustaba Rai era un paso que había estado evitando, pero ahora que lo había dicho en voz alta, la verdad me golpeaba con una fuerza abrumadora. Sentí el nudo en el estómago apretarse aún más.

—Sí, me gusta Rai —confesé finalmente, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos—. La he estado usando para intentar entenderme a mí misma, y he sido una egoísta.

Angie me miró con comprensión, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y ternura.

—Alondra, te entiendo. Pero tienes que saber que Rai también ha estado pasando por un montón de cosas. Ella... Ella se siente perdida y herida por lo que ha pasado.

Mis ojos se abrieron de par en par, y de repente sentí un peso enorme sobre mis hombros. La culpa me invadió, y las lágrimas comenzaron a amenazar con derramarse.

—¿Qué ha sentido? —pregunté con un hilo de voz, sintiendo que el corazón me latía desbocado.

—Ha estado triste, confundida y sintiéndose sola. La verdad es que se preocupa por ti más de lo que imaginas. A veces, creo que se siente traicionada —me dijo Angie, con sinceridad en su mirada.

La culpa se transformó en un nudo en la garganta. Me sentí como si hubiera traicionado a Rai de la manera más horrible posible, y mis lágrimas finalmente comenzaron a caer.

—Angie, ¿qué he hecho? No quería hacerle daño, nunca quise que esto se convirtiera en un juego.

Angie me rodeó con un brazo y me apretó suavemente.

—Está bien, Alondra. Lo importante ahora es que seas sincera con ella. Cuando llegue, dile cómo te sientes.

De repente, el sonido del teléfono de Angie rompió el tenso silencio en la habitación. La miré, un destello de preocupación en mis ojos.

—Es Rai —dijo Angie, tomando la llamada.

Contestó, y mi corazón se detuvo al escuchar la voz de Rai al otro lado. Su tono era cansado y triste, y sentí que la angustia me apretaba el pecho.

—Hola, Angie... Estoy yendo a recoger mis cosas de la casa de Alondra. No aguanto ni un segundo más.

El pánico me invadió. Sentí que el aire se me escapaba.

—¿Cuándo vas a venir? —preguntó Angie, tratando de mantener la calma.

—Esta tarde —respondió Rai, con un tono que me rompió el corazón.

Angie me miró, y podía ver la preocupación en su expresión. Sin esperar a que terminara la llamada, yo comencé a dar vueltas nerviosamente por el estudio.

—¿Qué voy a hacer? —murmuré casi para mí misma, la ansiedad llenando cada rincón de mi mente.

—Tienes que ser sincera con ella, Alondra. Dile la verdad de una vez por todas —insistió Angie, su voz firme pero comprensiva.

Me quedé mirando al suelo, sumida en mis pensamientos, incapaz de responderle. ¿Cómo podía decirle todo lo que sentía? ¿Cómo podría arriesgarme a perderla?

—Alondra, escúchame —dijo Angie, acercándose a mí—. Si realmente la quieres, debes ser honesta. No puedes dejar que se vaya sin saber lo que sientes.

Sentí que la presión de su mirada me empujaba a ceder, y finalmente asentí con la cabeza.

—Está bien... lo haré.

Angie sonrió aliviada y se quedó un rato más conmigo, ayudándome a pensar en lo que quería decirle a Rai. Pero después de unos momentos, se dio cuenta de que necesitaba irse.

—Confía en ti misma, Alondra —dijo Angie antes de salir—. Todo va a salir bien.

Me quedé sola en el estudio, con la mente llena de pensamientos y el corazón agitado. Comencé a editar, intentando hacer tiempo hasta que Rai llegara. La ansiedad me comía por dentro, y el tiempo parecía pasar más despacio de lo habitual.

Después de un rato, mi teléfono sonó. Era Angie.

—¡Ya está Rai llegando a casa! —me dijo, con un tono de emoción en su voz.

Sentí que el corazón se me salía del pecho. La adrenalina corría por mis venas, y el sonido de la puerta me asustó.

Era ella.

Respiré hondo y me preparé para enfrentar lo inevitable. Sabía que tenía que ser valiente.

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Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora