-- Perspectiva de Alondra --
Rai insistía en el hecho de hacer nuestra relación pública. Ella no quería que nuestra relación fuera un espectáculo, sino que pudiéramos vivir sin tener que ocultarnos. En el fondo, yo también lo quería, pero la realidad era mucho más complicada para mí. Cada vez que pensaba en mis padres y en lo que significaría que descubrieran mi orientación sexual, un nudo de ansiedad se formaba en mi estómago. Sería una decepción tan grande para ellos que no sabía si podrían perdonarme. La idea de perder a mis padres me aterraba más que cualquier otra cosa.
Rai me había entendido cuando le expliqué mis razones, pero aun así sabía que este asunto traería problemas tarde o temprano. Aun así, en ese momento, preferí dejarlo fluir. No quería que nuestra relación comenzara con tensiones, no tan pronto. Quería disfrutar cada segundo a su lado, sabiendo que este inicio era especial, y que con ella me sentía como nunca antes.
En pocos días sería el cumpleaños de Rai, el 4 de mayo, y aunque todavía no había decidido cuál sería su regalo, lo que más me inquietaba era la comida que ella estaba organizando con Alex. Su plan era reunir a todos nuestros padres para un almuerzo juntos. La sola idea me daba pánico. ¿Qué pasaría si algo se filtraba, si alguien notaba algo en nuestras miradas o comportamientos? Mi cabeza se llenaba de escenarios caóticos, pero cada vez que intentaba abordar el tema con Rai, no encontraba las palabras adecuadas.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por Rai, quien me llamó para ir a comer. Cuando vino hacia mí, me dio un beso que hizo que todo lo que estaba rondando mi cabeza desapareciera por completo. Sus labios siempre tenían ese efecto en mí: borrar mis miedos, mis dudas, mis preocupaciones. Y, con una sonrisa que me sacó una risita nerviosa, me llevó hacia la cocina. No podía evitarlo, Rai era mi debilidad, mi ancla en medio del caos que sentía en mi mente.
Por más que intentara, sabía que pronto tendría que enfrentarme a mis miedos, pero por ahora, solo quería disfrutar del tiempo que pasaba a su lado.
El almuerzo transcurrió sin incidentes, como cualquier otra comida entre nosotras. Rai se movía con soltura en la cocina, preparando algo sencillo pero delicioso. Yo me senté en la barra, observándola. Me fascinaba cómo parecía tener todo bajo control, siempre tan relajada, mientras yo sentía que mi mente era un torbellino de emociones. Quería aprender a ser así, a sentirme cómoda con quien era, sin importar lo que los demás pensaran, pero aún no estaba lista. No era tan valiente como Rai, y eso me frustraba más de lo que me gustaría admitir.
—¿En qué piensas? —preguntó de repente, rompiendo el silencio mientras removía algo en una sartén.
—En nada importante —mentí, tratando de sonar despreocupada.
Ella me miró de reojo, sonriendo ligeramente, como si supiera que estaba ocultando algo, pero decidió no presionar. Sabía que lo hacía por respeto, por darme mi espacio, pero a veces deseaba que me empujara un poco más, que me forzara a enfrentar lo que tanto temía. Sin embargo, agradecí su paciencia en ese momento. No quería que se convirtiera en otro tema de discusión. Después de todo, estábamos bien, y lo último que quería era arruinar eso.
Cuando terminamos de comer, nos acomodamos en el sofá, cada una con su teléfono, mientras hacíamos tiempo antes de decidir qué hacer con el resto del día. Había pasado tanto tiempo escondiendo mis verdaderos sentimientos hacia ella que ahora quería compensar cada segundo. Quería hacerla sentir lo importante que era para mí, aunque aún no pudiera gritarlo al mundo.
—Oye —me llamó Rai, sacándome de mis pensamientos otra vez—, ¿te has decidido sobre el almuerzo con nuestros padres?
Sentí que mi cuerpo se tensaba automáticamente. No era la primera vez que lo hablábamos, pero siempre me ponía nerviosa. El almuerzo en sí no era el problema, sino lo que podría salir mal si alguien notaba algo entre nosotras. Aún no estaba preparada para que nuestras familias supieran la verdad, pero Rai no veía el problema.
—Aún no estoy segura —respondí con cuidado—. Es que... ¿y si alguien lo nota? Mis padres son muy tradicionales. Sabes cómo son.
Rai dejó su teléfono a un lado y me miró directamente con esa mirada tan penetradora. Sabía que había tocado un tema sensible.
—Lo sé, Alondra —dijo suavemente—. No quiero forzarte a hacer algo que no quieras, pero creo que nos estamos complicando demasiado. No tenemos que anunciar nada, simplemente ser nosotras mismas. No somos tan obvias... ¿verdad?
Su intento de relajar la situación con una sonrisa me hizo reír un poco, pero la ansiedad seguía ahí. Quizás para ella era más fácil. Sus padres siempre habían sido más comprensivos, más abiertos de mente, le apoyaban, pero los míos... ellos no entenderían.
—Es que no es tan simple para mí —le expliqué, bajando la mirada—. No quiero que sospechen, no quiero que me hagan preguntas que no estoy lista para responder.
Rai suspiró, asintiendo. Podía ver que estaba tratando de ser comprensiva, pero también veía la frustración en sus ojos. Sabía que ella no quería ocultarnos, y eso me hacía sentir culpable, como si la estuviera obligando a vivir una relación a medias.
—Lo entiendo, de verdad lo hago —dijo, su voz tranquila, pero con una pizca de resignación—. Solo que... quiero que seas feliz, quiero que nosotras seamos felices, sin tener que escondernos todo el tiempo.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y sentí una punzada de dolor en el pecho. Sabía que ella merecía eso, merecía una relación plena, sin tener que andar en las sombras. Pero no sabía cómo darle eso sin perder a mi familia en el proceso.
—Lo intentaremos, Rai —le prometí, aunque en el fondo no sabía si podía cumplir esa promesa.
Ella asintió nuevamente, esta vez con una sonrisa más genuina.
—Te daré todo el tiempo que necesites, lo sabes. Solo... no me dejes sola en esto, ¿vale?
—Nunca lo haría —respondí, tomando su mano y entrelazando mis dedos con los suyos.
Después de ese momento, el ambiente se relajó nuevamente. Decidimos poner una película para distraernos un rato, algo ligero que nos hiciera reír. Rai eligió una serie que siempre nos hacía gracia, y mientras avanzaba, nos acomodamos más juntas en el sofá, disfrutando de la cercanía.
Pero aunque en la superficie todo parecía estar bien, sabía que esa conversación seguiría rondando nuestras cabezas. Por más que quisiera evitarlo, no podía ignorar que, tarde o temprano, tendría que enfrentar mis miedos y tomar una decisión. Y el cumpleaños de Rai estaba a la vuelta de la esquina, lo que solo añadía más presión.
La película seguía su curso, pero mis pensamientos estaban en otra parte. No quería arruinar el día de Rai con mis inseguridades, pero no podía evitar preguntarme si algún día lograríamos el equilibrio que ambas necesitábamos. Sabía que esto no iba a ser fácil, y cada vez sentía más el peso de la responsabilidad que había caído sobre mí desde que comenzamos esta relación.
Rai se inclinó hacia mí, apoyando su cabeza en mi hombro, y sentí un calor reconfortante en su gesto. Tal vez no tenía todas las respuestas ahora, pero mientras ella estuviera a mi lado, estaba dispuesta a intentarlo.
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Railo : Bajo nuestro eco
Romance¿Qué pasaría si alguna de las dos se animara a dar ese paso que siempre da miedo en una amistad? Su relación podría cambiar de maneras que nunca imaginaron. ¿Valdrá la pena arriesgarlo todo, o terminarán perdiendo lo que ya tienen?