Capítulo XXXVI: Parte I

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-- Perspectiva de Rai --

—Llévame a casa... —susurré, refiriéndome a la casa de mis padres, el lugar donde había crecido, porque no podía quedarme en la casa que compartía con Alondra, no después de lo que había visto.

—¿Estás segura? —preguntó Angie con suavidad, su voz cargada de preocupación, pero yo no pude responderle. Mi garganta estaba cerrada, y las lágrimas seguían cayendo de manera descontrolada por mis mejillas, empapando mi rostro. Angie y Alex intercambiaron miradas, claramente sin saber qué hacer ni cómo ayudarme en ese momento tan oscuro, pero al final tomaron la decisión que creyeron mejor: llevarme a casa, al lugar donde, al menos, estaría con mi familia.

El trayecto fue un silencio tenso y doloroso. Cada segundo que pasaba en ese coche me hundía más en la tristeza y la confusión. No podía dejar de llorar, y cada lágrima parecía una puñalada directa a mi corazón. Cuando finalmente llegamos a la casa de mis padres, me esforcé en limpiar las lágrimas lo mejor que pude. Aun así, mis manos temblaban de manera incontrolable mientras abría la puerta del coche y bajaba con pasos torpes.

—Gracias por todo... —murmuré con la voz apenas audible, sin atreverme a mirarlos directamente a los ojos. No quería que me vieran en ese estado tan vulnerable. Caminé lentamente hacia la puerta, arrastrando los pies como si llevara todo el peso del mundo sobre mis hombros.

Al entrar, me encontré con las sonrisas amables de mis padres. Me saludaron con el cariño de siempre, ajenos al caos emocional que llevaba por dentro. Como vivían a solo unos minutos andando de la casa donde vivía con Alondra, era bastante común que me vieran casi a diario. Siempre que podía, pasaba tiempo con ellos, lo que hacía que mi presencia no resultara extraña para ellos.

—Me quedaré unos días por aquí... —dije, intentando mantener mi voz firme y sin dejar que el dolor se filtrara en mis palabras. Sabía que si les daba alguna pista de lo que estaba pasando, se preocuparían demasiado, y no quería eso. No ahora.

Ellos no notaron nada fuera de lo normal, para mi alivio. Era algo habitual que me quedara con ellos de vez en cuando, sobre todo porque apenas tenía 19 años y aún estaba acostumbrada a volver a la casa de mis padres cuando las cosas se ponían difíciles. Me miraron con una sonrisa suave, dándome la bienvenida sin hacer preguntas, como si todo estuviera en su lugar.

Me retiré directamente a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí con un leve clic que resonó en el silencio de la casa. En cuanto estuve sola, me tiré en la cama, hundiendo mi rostro en las almohadas. Apagué todas las luces, sumergiendo la habitación en una oscuridad reconfortante, aunque apenas era de tarde. Esa oscuridad parecía reflejar el vacío que sentía por dentro, un abismo donde las emociones seguían revolviéndose sin control.

Justo cuando iba a apagar el móvil, una notificación llamó mi atención. Mis ojos se fijaron en la pantalla, y ahí estaba: un aviso de que Alondra había empezado un directo.

¿De verdad? ¿Había pasado todo esto y ella seguía como si nada, haciendo un stream? Me dolió aún más pensar que, mientras yo me desmoronaba por completo, ella simplemente continuaba con su vida como si nada hubiera cambiado. ¿En serio no le importaba lo que había sucedido? Esa idea me atravesó como un cuchillo.

Sin pensarlo más, apagué el móvil con un movimiento brusco y lo dejé caer al lado de la cama. Me tapé con las sábanas, intentando encontrar algún consuelo en la oscuridad. Pero las lágrimas no se detuvieron. Rodaban por mi rostro sin cesar, mientras los sollozos sacudían mi cuerpo. La tristeza era abrumadora, y en medio de ese llanto, finalmente me quedé dormida, exhausta por la intensidad de mis propios sentimientos.

(os subo dos ya que este es cortito jejej)

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora