Capítulo XI: Parte II

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-- Perspectiva de Alondra --

Rai me miró con esa mezcla de dulzura y picardía que siempre me hacía sonreír, y, con voz suave, me preguntó si podía ducharse antes que yo. Llevábamos horas entre confeti y pasteles, y ambos estábamos llenos de restos pegajosos. Le asentí y, aunque quería cederle el turno, también le recordé que no se tardara mucho, ya que la noche se nos estaba escapando.

Ella asintió con una sonrisa cómplice y, con ese brillo en los ojos, sugirió: ¿Sabes? Si quieres, podrías ducharte conmigo, así terminamos más rápido.

La miré de arriba a abajo, notando cómo, poco a poco, comenzaba a despojarse de cada prenda sin prisa alguna, como si quisiera provocar algo en mí. Cada prenda que caía al suelo dejaba ver más de su piel, y aunque trataba de resistirme, el calor comenzó a subirme a la cara. Mientras se quitaba su camiseta, sin poder evitarlo, la atraje hacia mí, tomándola de las mejillas.

-Rai, no es el momento. Están Angie y Alex en la casa -le dije, tratando de sonar convincente aunque mi propio tono me traicionaba.

Ella me miró con esa expresión que lograba hacerme perder la razón, como si supiera perfectamente cómo hacerme caer en su juego. Con una sonrisa ladeada, inclinó la cabeza y susurró: ¿No vas a darme el último y mejor regalo de cumpleaños?

Aquella frase deshizo toda la resistencia que me quedaba. La miré otra vez, sin poder evitarlo, recorriendo cada detalle de su figura, y sin decir una palabra más, alcancé a cerrar el pestillo. Me acerqué a ella nuevamente, sintiendo la intensidad de la situación y, dejando a un lado cualquier vacilación, deslicé mis manos por su cintura, atrayéndola hacia mí, sintiendo su respiración entrecortada cuando nos encontramos tan cerca.

Apenas reaccionó, Rai dio un pequeño suspiro que resonó en el baño, un suspiro que confirmaba que no había vuelta atrás. Empecé a quitarme mi ropa también, cada pieza cayendo al suelo, mientras ella terminaba de quitarse la suya hasta quedar completamente desnuda. Mis manos buscaron su cuello, acariciándolo suavemente antes de empujarla suavemente contra la mampara de la ducha. El golpe que resonó fuerte en el baño, y en ese momento, dejé que mi mano recorriera su cuerpo, con un toque lento, sintiendo cada parte de ella mientras el agua comenzaba a cubrirnos.

Sin embargo, antes de que pudiéramos avanzar más, escuchamos a alguien tocando la puerta. Angie y Alex llamaban desde el otro lado, sus voces preocupadas, diciendo que habían escuchado un golpe y preguntando si estábamos bien. Rai se quedó mirando hacia la puerta, frustrada, mordiéndose el labio, y yo no pude evitar resoplar, frustrada también. ¿En serio? Justo ahora tenían que venir a interrumpirnos.

-Sí, todo está bien, solo se me cayó un champú dije en voz alta, tratando de sonar lo más natural posible.

-Pues no se tarden mucho, ¿eh? Ya queremos dormir -respondió Alex, con su tono bromista de siempre.

-En quince minutos estamos fuera -les aseguré, mientras los escuchábamos alejarse.

El ambiente había cambiado, pero la intensidad en la mirada de Rai no se apagaba. Nos quedamos en silencio un momento, mirándonos fijamente, sabiendo ambas que, aunque quisiéramos, no era el momento de seguir. Con Angie y Alex pendientes de cada sonido y esperando que saliéramos, terminar lo que habíamos comenzado no era una opción, por lo que simplemente nos limitamos a ducharnos juntas, intentando que al menos el momento no perdiera su magia, aunque fuera en un contexto más rápido y práctico.

Mientras el agua recorría nuestros cuerpos, sentía sus manos deslizándose por mi espalda para ayudarme a enjabonarme, y, en respuesta, yo hacía lo mismo. Hubo algo íntimo en cada toque, algo que hablaba de la conexión profunda que habíamos construido, incluso en esos pequeños gestos cotidianos.

Cuando terminamos, ambas nos envolvimos en toallas y salimos del baño con una sonrisa compartida. Al vernos, Angie nos lanzó una mirada divertida, sospechando que algo había pasado aunque no podía estar segura, y Alex solo nos miró con una ceja levantada, como si también intuyera algo pero prefiriera no preguntar.

Al final, ese momento no fue lo que habíamos planeado, pero entre risas y miradas cómplices, ambos nos unimos a ellos en el estudio, sintiéndonos tan cerca como siempre, aunque ese pequeño secreto del baño quedaría entre nosotras.

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Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora