Capítulo XXIX: Parte I

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-- Perspectiva de Rai --

La noche había caído ya, y los tres estábamos en el estudio. Habíamos improvisado colchones en el suelo y un sofá para poder dormir, suficiente espacio para Angie, Alex y para mí. Aunque habíamos intentado cambiar de tema y bromear sobre otras cosas, la inquietud seguía rondando en el aire. Angie y Alex hacían todo lo posible por distraerme, pero mi mente no podía dejar de pensar en Alondra.

Sentía como si algo se estuviera rompiendo entre nosotras, como si cada segundo que pasaba sin saber dónde estaba ella solo empeorara las cosas. Cada pequeña risa en la habitación se sentía vacía, como un eco lejano que no lograba alcanzarme.

Angie, que estaba recostada en el colchón, me observaba de reojo, con una expresión preocupada. Era imposible que no notara mi silencio, incluso aunque ella y Alex trataban de mantener la conversación viva.

—Rai, ¿por qué no tratas de relajarte un poco? —dijo Angie, en un tono suave—. Sabemos que todo esto es difícil, pero Alondra es fuerte. Necesita tiempo para procesar las cosas.

Me encogí de hombros. Claro, tenía razón, pero esa incertidumbre me estaba matando por dentro. La sensación de que había perdido a Alondra, de que no importaba lo que hiciera, todo estaba roto... me aplastaba.

—Sí, lo sé, pero no puedo dejar de pensar en dónde está —murmuré, bajando la cabeza—. Quiero saber si está bien, si está a salvo.

Alex, que estaba sentado en el sofá, intervino.

—Mira, Rai, lo mejor que puedes hacer ahora es darle su espacio. Alondra siempre ha sido así. Cuando necesita pensar, necesita estar sola —me dijo, cruzando los brazos mientras me miraba con seriedad, pero también con empatía—. No vas a arreglar nada intentando forzar las cosas ahora mismo.

Lo sabía, pero me dolía. Mi ansiedad me estaba consumiendo. Me pasé una mano por el pelo, frustrada. Alex tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil.

—Mañana, si cuando despertemos aún no ha llegado, la llamaremos —añadió Alex—. Pero de verdad, Rai, ahora necesitas descansar. No vas a solucionar nada dándole vueltas una y otra vez.

—Y además, tienes que pensar en lo que le vas a decir cuando hablen —añadió Angie, mirándome con seriedad—. Alondra está herida, pero tú también lo estás. Esto no va a ser fácil, Rai.

Asentí lentamente. Sabía que ambos tenían razón. No había mucho que pudiera hacer ahora. Tendría que esperar hasta mañana, hasta ver si Alondra volvía y, si no, entonces intentar hablar con ella. Pero la idea de que podría seguir enojada conmigo, de que podría estar pensando en ese tal Nick... esa idea me mataba por dentro.

—Está bien —dije al fin, soltando un suspiro largo—. Pondré una alarma a las diez. Si para entonces no ha vuelto, la llamaremos.

Alex asintió, satisfecho con mi decisión.

—Hazlo, Rai. Será lo mejor —me animó.

Saqué mi teléfono, programando la alarma. Al final, la única opción era intentar dormir, aunque dudaba que lograra conciliar el sueño.

Railo : Bajo nuestro ecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora