𝐄𝐍𝐃 𝐆𝐀𝐌𝐄 || 𝐑𝐨𝐛𝐢𝐧 𝐋𝐞 𝐍𝐨𝐫𝐦𝐚𝐧𝐝

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Estábamos ya en Berlín, quedaba ya nada para el final de la Eurocopa. Yo estaba muy nerviosa, pero veía a Robin y todo era relax, no entendía cómo podía estar tranquilo.

Habíamos salido los dos por la noche para pasear por Berlín siendo de noche. Lo que aún no teníamos muy claro era lo que queríamos hacer. Pero ahora estábamos parados levantados en una plaza un poco escondida de la ciudad mirando y escuchando a un par músicos callejeros que tocaban algo que ninguno de los dos conocíamos, pero que sonaba muy bien.

—Vaya, esto sí que es auténtico — Dije, mirando a los músicos y luego a Robin, que estaba distraído con su móvil.

—¿Eh? Ah, sí, sí, súper auténtico — Respondió, medio distraído, sin levantar la vista.

Le di un codazo y le quité el móvil.

—¡Eh! — Protestó sorprendido — Estaba buscando sitios para cenar. Que soy un novio atento.

—Claro, seguro que eso estabas haciendo ¿Buscabas cena o estás comprobando si lo que has hecho en el gimnasio esta mañana ha servido de algo? — Me reí — De verdad Robin, estas más que bien físicamente para la final, no hace falta que vayas tanto. Te lo dicen todos, tu y los de la real os pasáis ahí más que nadie.

—Anda, renegándome porque voy mucho al gimnasio, esto es nuevo — Se burló — Pues si algún día pierdo musculo no te quiero escuchar diciéndome nada.

—Tranquilo que no, serás perfecto igualmente — Me reí — Pero que no se te caiga el pelo muy pronto — Dije para picarlo un poco y separarme rápido de él.

Pero lo de separarme rápido de él no funcionó por que si llegó a tiempo a mi para pincharme con el dedo esa zona de mis costillas que hacía que tuviera algo de cosquillas y que perdiera la fuerza.

Sigo lamentando el día en que Robin descubrió esa zona.

—Bueno, mejor deja el móvil que hoy cenamos donde nos lleve la suerte — Le dije.

—A improvisar entonces — Dijo él siguiéndome.

Estuvimos un rato paseando buscando donde podíamos cenar. Aunque ninguno nos parecía bien, bueno, más bien a mí.

Pero vi un restaurante desde fuera que hizo que tuviera buena intención de que se comería bien ahí.

Entramos al lugar, y resultó que mi intuición había sido bastante buena: el restaurante era pequeño y acogedor, con platos típicos y un par de velas en las mesas. Robin se encogió de hombros, como admitiendo que, al final, yo había ganado eligiendo restaurante.

—Vale, vale, no está mal — Dijo, mientras se sentaba.

Nos trajeron el menú, y mientras él revisaba las opciones con seriedad, yo me reí, pensando en algo que se me había ocurrido de pronto mientras lo miraba estando así de concentrado delante de mí en un restaurante como ese. Es que lo de las velas me había hecho bastante gracia por que era demasiado de película.

—Sorpréndeme ¿De qué te ríes ahora? — Preguntó, con una sonrisa, mientras dejaba la carta en la mesa.

—Nada, solo pensaba que, cuando éramos amigos, ni se me habría ocurrido que algún día estaría cenando contigo en Alemania y quitándote el móvil como si fueras un crío de cinco años.

—Te recuerdo cariño, que tengo veintisiete años, dentro de poco uno más — Me miró con esa sonrisa que hacía que le brillaran los ojos — ¿Y quién decía que yo no tenía posibilidades contigo? Si todos sabían que estaba loco por ti. Tu deberías haberlo sabido.