Extra ⌘ La Nueva Cocinera Parte 1

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Este Extra sucede cuando Noah tiene ocho meses de edad

Cuando Tai y Alek compraron la casa que sería su nuevo hogar, uno de los requerimientos era que tuviera una alberca. Tai estuvo completamente de acuerdo en cuanto su entonces prometido lo puso en la mesa. Y aunque Alek lo había hecho con la intención de solo tener que abrir una puerta para entrenar, Tai no tenía miedo de admitir que ella lo había hecho por razones... mucho más egoístas.

Solo bastaba con estar sentada en una tumbona, bajo la sombra de la techumbre y con Noah acostado contra su pecho, mientras Tai no disimulaba detrás de sus gafas oscuras, admirando a Alek nadar de un lado al otro en la alberca.

Aunque la especialidad de Alek siempre había sido dorso, con las aguas abiertas se había visto obligado a enfocarse en el nado de crol. Así que cuando hacía buen clima, Tai solo tenía que abrir la puerta del enorme ventanal que tenía en el comedor con el pequeño Noah en brazos, para interrumpir el entrenamiento informal de su esposo.

A veces, Tai lo acompañaba en el agua mientras Alek terminaba sus vueltas, intentando contener a Noah, que se empeñaba en imitar a su papá.

Otras veces, como esa mañana de sábado, Noah prefería dormir junto a su mamá mientras ella leía un libro. O intentaba leer, porque mirar a Alek era mucho más entretenido que resolver quién había asesinado a los padres de la protagonista de la novela.

Y es que nadie podía culparla cuando Alek se detuvo en la orilla, con la boca abierta para succionar el aire que había estado conteniendo, y gruesas gotas cayendo por su cabello al no estar usando una gorra de hule. Algunas gotas se rehusaban a caer de vuelta a la alberca, aferradas a las facciones del rostro de Alek. Como, por ejemplo, el camino de gotas que se deslizaban desde la patilla derecha, acariciando el hueso angular de la mandíbula, recorriendo la barba corta que Alek había estado portando los últimos meses.

El calor en el jardín aumentó cuando Alek puso las palmas de las manos en la orilla de la alberca para impulsarse hacia arriba, resaltando cada uno de los músculos de los hombros y brazos por la fuerza requerida.

Tai descubrió que tenía la boca seca cuando intentó pasar saliva al ver la cascada que Alek dejaba atrás al salir del agua, delineando las líneas y matices de la piel de su esposo cuando se incorporó en tierra firme. Comenzando con los pectorales, el abdomen definido y entintado con ese tatuaje de lobo que muchas veces Tai se encontró dibujando en algunos expedientes de sus pacientes.

Su asistente ya ni siquiera se extrañaba cuando encontraba un pequeño garabato en los márgenes.

Tai tuvo que respirar profundo cuando siguió las líneas marcadas del cinturón de Adonis que se encontraban al centro del traje de baño, justo donde...

Claro que ver la chamarra de Dmitri cortándole la hermosa visión que Tai estaba teniendo de su esposo era peor que un balde de agua fría para calmar su calentura.

Frunciendo el ceño, Tai alzó la cabeza, encontrando al jefe de sus guardaespaldas frente al tumbona. La observaba con ambas cejas enarcadas, como si estuviera seguro de todo lo que Tai estaba pensando en ese momento.

—¿En qué puedo ayudarte, Dmitri? —Tai se dejó caer, irritada, mientras Alek tomaba la toalla en la tumbona contínua.

—Primero, en responder cuando te llamo —Dmitri se cruzó de brazos, dedicándole una sonrisa burlona—. No es mi culpa que estés pensando en hacerle un hermano a Noah. Te llamé cinco veces seguidas.

Tai se talló los ojos debajo de los lentes ante la irreverencia de su guardaespaldas, pero alcanzó a escuchar la risita de Alek por el comentario.

—Segundo —continuó Dmitri para aclararse la garganta—, la nueva cocinera acaba de llegar. Dijiste que querías hablar con ella antes de que comenzara su turno.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora