Capítulo | 10

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SARA

-Sara, te noto un poco pálida. -Me susurró Vanessa en mi oído.

-Sí, es que estoy un poco nerviosa.

¿Y cómo no podría estarlo? Hoy vería al tipo que mató a mis padres y siendo sincera, no sé cómo reaccionaré.

-No tienes por qué estarlo. -Habla con un tono de ¿preocupación?-Estaré a tu lado y Luis también lo estarás, aunque no lo diga mucho a ustedes dos, los considero como a mi familia. -Hizo una mueca -Son lo único que tengo.

-Sabes que también te quiero, eres mi perra favorita. - Me miró mal por un momento para luego sonreír.

-Esa es mi chica. -Dijo muy orgullosa.

En frente de nosotros hay dos camionetas negras y detrás también, Jaime ya me había dicho que tenían al hombre capturado en una de las bodegas que tenemos, el camino no nos tomó más de veinte minutos para llegar hacia la bodega, al llegar nos desmontamos y no nos separamos el uno del otro.

Jaime me tendió mí Glock 48, siempre eh pensado que son unas armas al estilo femenino. La puse detrás de mi pantalón para así entrar a la bodega y ver al hombre que mató mis padres, entramos y me paré frente del hombre, era alto aun sentado en la silla no me imagino cómo será de pies, su tez blanca, no pude fijarme en sus ojos ya que los tiene cerrados.

-Se acabo la hora de descanso. -Dije para que abriera los ojos, sonrió a un con los ojos cerrados, pasó solo un minuto para que los abriera y debo decir que esos ojos gris son algo aterrorizantes, es como una especie de gris metal.

-Con que eres tú, La Señora mafia , eres más joven de lo que pensé. -Hizo una pausa. -Para tener dicho nombre y poseer todo el imperio.

-Eso no te incumbe, ahora dime ¿Por qué?-Lo miré a los ojos, grises como el metal.

- ¿Por qué?-Repitió lo que dije para luego hacerse el desentendido, me acerqué a él y lo agarré del cabello, el movimiento hizo que su cabeza subiera levemente para arriba.

-Vamos imbécil, no estoy para juegos. -Ya estaba con la paciencia agotada, le puse el arma en la cabeza, estaba a punto de disparar cuando sonó mi teléfono con un mensaje. -Salvado por la campana. -Miré la pantalla del teléfono y es un mensaje de la compañía de teléfono. Se lo lancé a Luis, quien atinó a apararlo.

-Está loca, lo ves. -Escuche a Vanessa decirle a Luis.

-Ni que lo digas, preciosa.

¿Preciosa? ¿En serio?

Miré al hombre frente a mí de nuevo y volví a preguntarle.

- ¿Por qué?-Dije

-Muñeca, te equivocaste de hombre, yo no mate a tus padres. -Respiró. -Pero sé quien fue. -Sonreí, ya vamos avanzando.

-Habla. -Ordené.

-Es simple, Joseph Radati. -Dijo para luego cerrar los ojos.

- ¿El papá de Andrew? ¿Estás seguro de lo que dices?

-No tengo por que mentir, puedes comprobarlo tú misma. -Su forma de hablar me daba a entender que no tenía miedo.

-Eso, así me gustan, cooperadores, acabas de ganar tu viaje de libertad.

-Gracias. -Dijo no muy intimidado.

- ¿Te puedo hacer otra pregunta?

-Adelante.

- ¿No tienes miedo? Digo, estás rodeado de gente con armas que en cualquier momento podrían entrarte un tiro.

-De esto vivo. -Sus ojos volvieron a abrirse con más intensidad.

-Me caes bien. -Sonrío.

-Tú igual.

-Jaime. -Dije aún mirándolo a los ojos.

-Dígame. -Dijo llegando a mi lado.

-Lleven al señor a su casa. -Me dí la vuelta y llegué hasta donde estaban mis amigos.

-Es hora de irnos. -Me miraron confundidos.

- ¿Así? ¿Sin sangre ni nada?

-No, sin sangre ni nada, fue simple. -Miré de nuevo al hombre al cual lo estaba desamarrándolo. -Me cae bien. -Su mirada se conecto con la mía y me sonrió.

-Estás demente. -Canturreó Vanessa.

- ¡Hasta luego, preciosa!-Gritó el hombre. Recuerdo su nombre, Steven.

-Púdrete, Steven. -Grité en respuesta y él sonrió. Miré a mis amigos quienes me veían como si me hubiera salido un tercer ojo. - ¿Nos vamos o qué?

¿Cómo se podría decir que me encuentro en este momento? ¿Nerviosas? No. ¿Ansiosa? Sí, esa es la palabra correcta, ansiosa.

Terminé de arreglarme, llevo puesto una lencería negra de encaje, siempre eh pensado que la ropa de encaje es sexy, pero reservada a la misma vez; Un vestido floreado cubriendo mi cuerpo hasta las rodillas y unos tacones tipo botas color negro.

Tomé mi bolso y mis llaves. Al entrar al auto, aceleré adentrándome al tráfico de New York.

Mis nervios, perdón, mi ansiedad empezó a crecer cuando ví el letrero del hotel donde había citado a Lucas.

Le tendí las llaves al ballet y me encaminé dentro del hotel, no fue difícil saber que algunas miradas fueron dirigidas a mi cuerpo, no era algo anormal pero si era muy pocas veces visto.

-Buenas noches. -Dijo la recepcionista cuando me paré enfrente de ella.

-Buenas noches. -Le dije con una sonrisa amistosa. -La reservación está a nombre de Lucas Smith.

-Un momento señorita. -La ví escribir algo en el teclado para luego a sentir. -Sí, es la suite presidencial, pero el señor Smith le dejó un recado. -Tomó una libreta en sus manos para luego tendérmela. -Es éste.

Miré el papel donde se podía ver bien la letra de Lucas, y como si no fuera suficiente también su firma.

Muñeca, antes de pasar a la habitación hay que celebrar con unas copas, porque hoy calmaremos el deseo que siente uno por el otro.

PD: Te espero en el bar del hotel.

-Muchas gracias. -Le dí de vuelta la libreta.

Con mis pies temblorosos caminé al bar el cual reconocí al instante, no fue difícil ya que tenía un letrero en grande con brillante que alumbraba la palabra Bar.

Entré al bar, lo busqué entre las personas, hasta que mis ojos se detuvieron en una espalda ancha y bien formada que la cubría la tela de un traje azul marino.

Respiré hondo varias veces antes de dar el paso.

Vamos Sara, tú puedes. Lo hecho, hecho está, sólo queda disfrutar.

Sí, sólo queda disfrutar.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora