Capítulo | 44

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SARA

Mire la pantalla del teléfono cuando el sonido de la llamada colgada había sonado. ¿Se había molestado? Sí, se había molestado.

Bien, entiendo que le había prometido que saldría de esto, pero tiene que entender que no es fácil, ya hablaría con él cuando llegara a New york.

Me levanté cuando Peter llegó y me entregó la comida.

—Ya puede ir a ver a Luis.

—Gracias, ¿Le entregas esto a Jaime?

—Sí. —Me dí la vuelta para empezar a caminar. — ¡Habitación 202!

— ¡Gracias!—Grité.

Caminé hasta llegar a las escaleras y empezar a subirlas hasta llegar al segundo piso, busqué entre los números de las puertas y entré en la segunda puerta a la derecha, cuando la abrí, una enfermera estaba terminando de arreglar antes de salir por mi lado.

— ¿Cómo estás?—Le pregunté a Luis que estaba despierto.

—Adolorido. —Trató de sonreír, pero se hizo una mueca.

—Deberías dormir.

—No, primero debo hablar con Vanessa.

Vanessa, se me había olvidado por completo. Asentí y saqué el teléfono de mi bolsillo y marqué el primer contacto que tenía como Bitch.

— ¿Cómo está? ¿Qué le pasó....?—La interrumpí.

—Espera, primero, él está bien. —Me alejé el teléfono de la oreja al escuchar un grito de alegría de parte de mi amiga.

—Quiero hablar con él. —Demandó y le tendí el teléfono a Luis para luego salir de ahí dándoles privacidad.

Marqué por última vez el número de Lucas, pero no me atendió. De veras debe estar re- enojado para no cogerme el teléfono, pero es un desconsiderado de mierda, él debe entender que esto no es fácil y que no saldré de esto así por así, pensé que lo había entendido ese día en su oficina.

Pasé la tarjeta por el identificador y entré a la habitación del hotel, ésta solamente está dividida por una puerta donde al otro lado se encuentra la habitación de Jaime.

Entré al baño y dejé la bolsa de ropa encima de la mesa del lavado, me deshice de la mía y entré a ducharme, al terminar me puse la pijama que solo consistía de una sudadera con la letra L en grande y unas medias.

Salí del baño y me dirigí a la cama, dejé el arma debajo de la almohada con el silenciador puesto, fui y apagué la luz y me tiré en la cama para sentir el sueño vencerme.

Sentí como me puyaban con un dedo, abrí los ojos de golpe y aún seguía siendo de noche, moví la mano lentamente hasta tocar el arma, me recompuse de inmediato y apunté al frente.

La luz se prendió dejándome ver a Andrew sonriendo en mi dirección, lo que provocó mi sonrisa al saber que esta vez no se me escaparía y lo mataría.

Moví el gatillo y disparé, pero fue demasiado rápido y se movió; corrí detrás de él hasta dirección al balcón, sonreí cuando saltó el muy estúpido, me acerqué a la banderilla y pude ver como se paraba y se mandaba a correr.

Maldije al no poder dispararle al ver tantos peatones a ésta hora en la calle. Volví a entrar a dentro y caminé hasta la habitación de Jaime. Abrí la puerta que dividía ésta de la mía y entré, me aseguré de que estuviera durmiendo y sin ningún daño para volver a salir.

—Anoche ví a Andrew. —Le dije a Luis. Movió la cabeza como si fuese el hijo del exorcista y me miró.

—Dime que lo mataste.

—No fue así. —Subí un pie al sofá.

— ¿Por qué lo dejaste escapar?

—Subió a mi habitación, supongo que por el balcón, lo extraño fue que no atentara contra mi vida.

— ¿Por qué lo dices?

—Tenía la oportunidad, yo estaba durmiendo. —Hice una mueca.

—Tienes razón, está raro. —Asentí.

—Aún no me has dicho como te atrapó. —Lo escuché suspirar para poner su vista en la puerta que estaba cerrada.

—Había acabado de aterrizar aquí en Alemania y fui al baño, pero cometí el error de dejarle mi arma a Robert, en el baño me atrapó, no podía hacer nada, él estaba armado y yo no.

—Es una estúpida excusa.

—Pero lamentablemente, es cierta.

—Te entiendo.

— ¿Enserio?

—No. —Negué con la cabeza, no entendía nada.

— ¿A ti una vez te secuestraron?—Asentí. — ¿Cómo escapaste?

—Teniendo un buen instructor. —Me miró con una cara de confusión por lo cual pasé a aclarar. —Jaime desde que mis padres murieron me puso profesores de artes marciales, boxeos, entre otras técnicas de combate.

—Yo sólo sé pelea de calle.

—Sí, esa no la sé. —Me encogí de hombros.

—Cualquier día puedo enseñarte.

—Suena muy bien la idea. —Volví a mirar el teléfono en mis manos, el cual no había sonado ni había recibido un mensaje.

— ¿Aún no te contestas?

—No. —Respondí sin mirarlo. —Cuando llegue a New york le patearé su lindo trasero.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora