Capítulo | 50

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SARA

—Déjame colocártela. —Dí la vuelta y me puse detrás de él abrochando la cadena detrás de su cuello.

—Es preciosa. —Dijo tomando mi mano y besándola.

—Lo sé.

Habíamos llegado del local y decidí darle el regalo a Lucas en su departamento.

¿Qué mejor lugar que este?

Ah, ya lo sé, no soy romántica ¿Pero qué puedo decir?

Nada —Pancracia.

Exacto

Un malestar atravesó mi estómago, me solté de la mano de Lucas y corrí al baño, es la segunda vez que me pasa en el día y es más molesto de lo que uno podría imaginar. Las manos de Lucas acariciaban mi espalda de arriba abajo.

Me levanté y me fui a lavar los dientes, no sin antes mirarlo de reojo.

—Es solo algo que me cayó mal. —Le dije ante su mirada.

—Deberíamos ir al médico. —Dijo algo autoritario.

— ¿Para qué? Solo fue algo que me cayó mal y ya. —Empecé a lavar mis dientes.

—Van dos días seguidos, Sara. —Dice saliendo del baño algo enojado. Terminé de lavarme los dientes para ir detrás de él.

—No te puedes enojar. —Me siento a su lado en el sillón. No dijo nada y encendió la televisión. —Lucas, te estoy hablando. —Le arrebaté el control y apagué el televisor.

— ¿Para qué quieres que te escuche si tú no me escuchas a mí?

Él tenía razón en eso, pero no tenía ganas de ir al médico por el simple hecho de que sólo es un maldito virus, nada me va a pasar.

—Solo es un virus, nada más. —No respondió, siguió mirando hacia el televisor apagado. —Vamos Lucas, no te enojes.

—Tengo que. —Se cruzo de brazos y sonreí, parecía un niño berrinchudo. Besé su mejilla.

— ¿Sigues enojado?—Volví a besar su mejilla. — ¿Eh? niñito berrinchudo. —Picoteé sus labios.

—Por más besos que me des, aún así seguiré enojado. —Picoteé sus labios varias veces más.

— ¿Sabes? ahora voy a creer que solo dirás que estas enojado para que te dé besos.

— ¿Qué pasaría si es así?

—Nada, sólo tienes que pedirlos.

Me acomodé mejor y besé sus labios de manera lenta y tortuosa, el beso es mucho mejor si él me lo responde. Me separé de él llevándome su labio inferior entre mis dientes.

—Aún sigo enojado. —Volví a besar sus labios. —Sólo un poco.

Le sonreí y volví a pegar nuestros labios, ésta vez invitando a nuestras lenguas a jugar un poco, suspiré de gusto cuando mordisqueó mi labio inferior.

—Tengo sueño. —Me levante del sillón con su mano entrelazada con la mía.

—Pues vallemos a dormir.

En ese momento mi celular comenzó a sonar y eso solo significaba una sola cosa a ésta hora, me excusé con Lucas y atendí el móvil.

— ¿Ajá?—Dije irritada.

—Tenemos trabajo.

— ¿Ahora?—Me quejé como una niña pequeña.

—Ahora.

— ¿Qué hay que hacer?

—Hay que entregar el material junto al lago de siempre.

— ¿Dónde estás, Jaime?

—Estoy aquí abajo, la espero. —Colgó.

Entré a la habitación donde Lucas ya se estaba quitando la ropa y camine hasta él. No sabría como iría a reaccionar cuando le digiera que tendría que irme para resolver mis "Asuntos".

—Necesito irme. —Le dije despacio. —Tengo cosas que debo resolver.

— ¿Vas a venir a dormir?

Me acerqué despacio a él y lo abracé por la cintura, mi cuerpo se relajó cuando vio que él no opuso resistencia.

— ¿Quieres que venga a dormir?

—Me tendría más relajado.

—Bien, pues eso haré.

Me despedí de él con uno de esos besos que suele darme.

Al llegar a la entrada del edificio, Jaime ya me esperaba con el auto encendido.

— ¿Con quién es el negocio?

—Son personas nuevas, por lo tanto, no son de confiar.

En el camino ninguno de los dos había dicho nada.

Aún seguía un poco molesta por haber dejado a mi novio en casa, solo, sin nadie, sin mí.

Te estás volviendo loca, Sara. —Pancracia.

Ni que lo digas.

Trataría de salir de esto lo más rápido posible, pero primero necesito una estrategia, cosa que aun no eh conseguido o no eh pensado.

La camioneta se detuvo enfrente del lago de lado izquierdo, donde estaban las otras camionetas, y del lado derecho habían dos más, que no pude reconocer, por tanto, no son de las nuestras.

—Ciento que hallas dejado a tu novio. —Dijo Vanessa cuando llegó a mi lado.

—Despreocúpate, negocio son negocios. —Me quedé callada por varios minutos.

— ¿Te lo estas planteando, verdad?—Me sorprendió su pregunta, pero sé exactamente a lo que se refiere.

—Sí, ¿y ustedes? Recuerda que ahora seré tía. —Me gire para sonreírle.

Bajó su vista hasta su aún plano vientre y lo acarició levemente con una sonrisa en su rostro, eso hizo que deseara estar embarazada.

—Nosotros saldremos de esto, no quiero esta vida para mí.

—Es una buena decisión.

—Deberías considerarlo si quieres estar en una relación normal con Lucas. —Susurró lo último.

—Sí, estoy buscando una estrategia, yo saldré de aquí.

—Sara, ahí vienen nuestros queridos inversionistas.

Mi cara se desfiguró al ver a Eduardo junto a América.

¿Qué diablos buscaba ésta última aquí? Miré su cara y al parecer no estaba para nada a gusto con la situación.

—Valla, valla, valla... —Susurré.

Caminé de detrás de Jaime hasta donde estaba Eduardo, América se sorprendió y luego sonrió como el gato de Alicia.

—Esto no es lugar para una señora de la alta sociedad. —Dije con obvia ironía.

—Yo estaré donde quiera estar.

—No dije que no te lo advertí.

—No necesito tu advertencia.

—Al parecer se conocen. —Intervino Eduardo.

—Y tú no eres ningún inversionista nuevo. —Le dije con cara de desprecio, éste chico y yo teníamos historia y no de la que le debes contar a un hijo. — ¿Dónde está?—Grité en dirección a Peter y éste señalo un baúl. —Bien, ahí está tu mercancía, quiero mi dinero.

—Espera...primero quiero verla, no vaya a ser que me estés jugando chueco. —Asentí y lo guié hasta el baúl, Peter lo abrió. —Bien. —Pasó un dedo por la mercancía para luego llevárselo a la boca.

A veces no entendía a éste tipo de narcotraficantes. Debes saber que la mercancía se vende, no se consume, pero hay unos tipos que hacen todo lo contrario y al final, terminan verdaderamente mal.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora