Capítulo | 37

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SARA

Me levanté de nuevo de la cama al recordar algo que debía hacer.

—Nana, vendré más tarde. —Empecé a caminar a la puerta.

—No llegues tarde.

—No lo haré.

Salí de la habitación y bajé las escaleras para salir de la casa, encontré a Peter y le hice una seña para que entrara al auto.

— ¿A dónde?—Preguntó.

—Con Steven. —Miré hacia al frente mientras el auto se movía.

Dejé mi cabeza recostada en el asiento. Tenía algo pendiente con Steven, tenía que agradecerle lo que había hecho por mí, sobre todo prepararme mentalmente porque no sabía cómo le iba agradecer.

Normalmente estos tipos de mafiosos no dan nada por así, todo lo que dan siempre esperan algo a cambio, si eres mujer como yo, tendrás que hacerlo a la antigua, con sexo.

El auto se detuvo enfrente de una mansión con demasiadas flores para mi gusto, nos desmontamos y uno de los hombres de Steven nos revisó. Luego de dejar las armas y avisar a Steven, me ví sentada en un sillón de su despacho esperándolo.

El sonido de la puerta abriéndose se hizo presente.

—Un gusto verte de nuevo. —La voz de Steven atrajo toda mi atención.

—Lo mismo digo. —Se puso enfrente de mí, me tendió su mano y le di la mía, se la llevó a la boca dejando un beso en ella.

Sus ojos grises siempre han llamado mi atención, nunca vi un gris casi metálico en los ojos de una persona.

—Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?—Volvió a tomar asiento detrás del escritorio.

—Vine agradecerte por todo lo que hiciste por mí, en persona. —Me acomodé mejor en la mesa.

—No es nada. —Me dio una sonrisa bien hermosa.

— ¿Cómo puedo agradecerte?—Le sonreí muy coqueta para mi gusto.

—No es nada, enserio.

Me levanté de la silla y caminé lentamente hasta quedar enfrente de él, halé su silla hacia atrás y me bajé un poco, quedando cara a cara con él.

—¿Estás seguro?

Puta... — Gritaba todo mi interior.

—Seguro. —Tragó muy fuerte y pude ver como su nuez de Adán bajaba para volver a subir. Sonreí.

—Sabes, ¿nunca te dije que me gustan tus ojos?

—Nunca.

—Pues, tiene los segundos ojos mas lindos que he visto.

— ¿A sí?—Acerco un poco su cara a la mía.

—Sí.

— ¿Y cuáles son los primero?

—Los de un amigo. —Mentí.

—Puedo competir con eso. —Hizo una mueca.

—Tal vez.

— ¿Qué quieres, Sara?—Rozó sus labios con los míos.

—No lo sé, ¿y tú, qué quieres?—Fue mi turno de rozarlos.

—Tampoco lo sé.

Miré sus piernas y quité unas hojas que tenía encima.

— ¿Puedo?—Pregunté.

—Con confianza.

Me senté ahorcadas en sus piernas y en el transcurso roce nuestros sexos y pude notar lo duro que estaba, al parecer la idea de que tengamos sexo no le desagrada para nada a su amiguito allá abajo.

Me dejé de juegos y pegué sus labios con los míos dejando que hagan su trabajo, su lengua pidió permiso para entrar dentro de mi boca a lo cual accedí, se sentía algo raro, algo empezó a crecer en mi vientre.

Sus manos fueron a mi cadera apretándome contra él, me separé llevándome en el camino su labio inferior para luego soltarlo.

—Vamos a tu habitación. —Le susurré en su oreja para morderla.

Nos levantó a ambos mientras volvía a unir sus labios. Escuché como la puerta se abría y volvía a ser cerrada, sus manos apretaron mi trasero robándome un gemido.

Escuché de nuevo el sonido de una puerta para luego sentir algo cómodo en mi espalda, volví a separarme de él y lo mire a los ojos, estos estaban casi del color negro, dándome a entender que estaban así debido a la excitación.

— ¿Estás segura de esto?

—Sí, ahora dame lo que quiero.

Me levanté y me deshice de mi blusa y mis jeans, luego me quité mis zapatos quedando en bragas y sostén, me acerqué a él y quité de a poco sus botones, pasé mis manos por su torso cuando terminé de quitar su camisa y me decepcioné al no verlo tan marcado con el de Lucas.

Deja de pensar en él.

Tienes razón, ahora mismo debe de estar con la perra de América revolcándose, que sea por dinero no desquita que tenga una vagina en casa.

Quité su camisa y me deshice de su cinturón y pantalón, bueno, me pudo decepcionar con su cuerpo marcado, pero su pene se marca de a lejos debajo de ese bóxer de Calvin Clain.

Pasé mi mano por encima de él y Steven jadeó, me tomó de los brazos para volver a tumbarme en la cama; sus labios fueron a mi cuello dejándome besos húmedos en él, luego pasó su nariz por el medio de mis pechos y su respiración me erizó la piel.

Estuvo así hasta llegar a mis bragas y bajarlas hacia abajo, su nariz hizo acto de presencia entre mis muslos, sus labios besaron justamente en mi centro y me hizo estremecer.

Cuando sentí su lengua, algo en mi estómago estalló en mil pedazos al ver lo delicado que él ha sido conmigo. Sus manos sujetaron mis caderas mientras su lengua hacía todo su trabajo, con mi mano acerqué más su boca para no dejar de sentir ese placer que él me estaba brindando.

Mi cuerpo se estremeció al sentir el orgasmo apretar todo mi cuerpo haciéndome echar un grito de total excitación.

Dios... éste hombre sí que sabe usar su lengua.

—Dios... que intenso. —Dije y él trepó a la cama sin nada de ropa.

Está bien dotado el Steven.

Vamos a ver pancracia, tranquilízate.

—Intenso va hacer esto que te voy a dar ahora. —Su pene entró de una estocada dentro de mí.

Gemí fuerte cuando pude sentirlo completamente, sus manos fueron a la parte de atrás de mi espalda, desabrochando mi sostén.

Cuando mis pechos quedaron libres, su boca no dudó en tomar uno de mis pezones y morderlo. Acaricié su cabello negro jalándolo hacia atrás para juntar nuestros labios mientras él empezaba el vaivén con sus caderas.

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Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora