Capítulo | 59

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SARA

—No, no, no, no, no, no ¡VALERIA!—Dios, lo que me faltaba: una publicación. Maldición, eso significa que mi peor pesadilla se hará realidad.

— ¿Si?—Pregunta al entrar.

—Necesito que mandes a quitar esto. —Le enseño la revista. —Quiero que quiten toda esta mierda de aquí. —Digo y me dejo caer en el asiento.

—En un momento, señorita. —Maldición, malditos fotógrafos, malditos todos.

Mi celular me saca de mi inicio de la sección maldiciente.

— ¿Aló?—Digo sin mirar el identificador.

—Sara, ¿Qué fue eso? ¿Cómo que tu nuevo esposo?—Suspiro, llevo mis manos a mi cien y la masajeo.

—Lo sé, Vanessa. Si tú ya te enteraste, entonces ya él lo hizo. —Dios, un poquito de ayuda no me viene mal. —Y lo más importante, de seguro ya sabe de Samantha.

—Es lo más posible. —La línea se queda en silencio. — ¿Qué harás Sara?

—No lo sé, malditamente no lo sé.

—Solo piensas las cosas bien antes de hacerlas. —Asiento sabiendo que ella no me ve.

—Mamiiii. —Entra Samantha con Jaime detrás, quien tiene cara de fastidio. Sonrío, mi Sam puede ser un poco irritante de vez en cuando.

—Te dejo Vanessa, hablamos luego.

—Está bien, pero recuerda, piénsalo bien. —Cuelgo el teléfono.

—Ven aquí, preciosa. —Digo y ella no lo piensa dos veces y se sienta en mis piernas.

—Mira lo que hice mami. —En sus manos me muestra un papel con un dibujo y con las letras formadas: la mejor mamá del mundo.

— ¿Quiénes son, amor?—Pregunto ya sabiendo la respuesta.

—Somos tú y yo mami, ¿te gusta?—Beso su frente.

—Me encanta. —Tomo el papel en mis manos. — ¿Qué tal si lo pegamos aquí en mi oficina?, donde tú quieras.

— ¿Enserio?

—Sí, amor. —Se levanta de mis piernas y yo me paro de la silla, tomo la cinta pegante en mis manos. — ¿Dónde quieres ponerlo?—Ella piensa, piensa y piensa, al final dice:

—Ahí. —Señala a la pared. —Al lado de la foto. —Miro la foto, en ella estamos Mi Sam y yo.

Tomo el dibujo en mis manos y lo pego donde me indica. La tomo en brazos cuando termino.

—Eres toda una artista. —Digo llenando su cara de besos.

—Lo soy.

Dios, ¿de dónde sacó ese orgullo?

Pues de ti, Sara.

Ah sí, es verdad.

—Tienes que dejar de pensar en eso.

Estaba en el balcón de mi habitación apoyada de la barandilla mientras Andrés estaba sentado en una de las sillas del balcón. Veo a Samantha jugando con Jaime.

— ¿Pero si se dio cuenta? Se ve en la foto, ella es la imagen de su maldito papá. —Gruño.

—Nena, todo va a estar bien. —Andrés se levanta de la silla para luego pasar sus brazos por mi cintura y yo lo envuelvo en su cuello.

—Gracias. —Digo abrazándolo.

— ¿Por qué?

—Por estar ahí conmigo desde el principio.

—No hay de qué nena, no hay de qué.

LUCAS

Pienso en la maldita cosa esa, no quiero, no debo y no puedo pensar en esa porquería de mierda que llego a mi vida en el momento en que menos consciente estaba.

La puerta de mi oficina se abre bruscamente dejando entrar a Kaidan y Nicole. Sonrío al ver que éste par de imbéciles ha resuelto sus problemas, pero esa sonrisa se borra cuando veo a mi prima llorar.

—Lo siento. —Dice y yo frunzo el ceño.

Kaidan tira una revista a la mesa y yo la tomo entre mis manos, aprieto la mandíbula al ver una sonriente Sara al lado de un hombre y una niña.

P E R F E C T O

Ella ha hecho su vida mientras yo caigo cada vez más en un maldito precipicio, el cual al parecer, no tiene fondo.

— ¡¿Por qué me vienes a enseñar eso?!—Grito.

— ¿No estás viendo a la niña?—Dice un muy calmado Kaidan mientras Nicole sigue llorando y negando con la cabeza.

— ¿Qué tiene que ver esa niña?—Pregunto algo confundido.

—Es tú hija.

Me quedo un momento en silencio al ver semejante estupidez que ha dicho, lo miro a ver si reacciona a lo que ha dicho, pero no es así.

—Kaidan, ¿estás fumado? Te recuerdo que el papel de drogadicto, lamentablemente, lo tengo yo. Además, tienes un hijo en camino así que te pediría qu...

—Cállate y mira la foto. —Dijo mientras le pasaba un vaso de agua a Nicole. —Es tú hija, Lucas.

Vuelvo a mirar la foto y las cosas parecen aclararse, la niña tiene el pelo rubio al igual que su mamá, pero se le pueden ver dos esferas azules que son sus ojos.

—Estás loco. —Digo finalmente.

—Es tú hija. —Habló Nicole después de tanto tiempo. —Adelanté la boda porque ella no quería que nadie viera su panza que ya estaba empezando crecer.

—Nicole, ¿de qué estás hablado?

—Esa niña que vez en la foto, tiene cinco años, lo mismo que has tenido separado de ella, su nombre es Samantha, sigo teniendo comunicación con Sara. —Le dio un sorbo al vaso para luego limpiar su mejilla. —Lo siento. —La ví levantarse.

—No quiero que te vayas sola. —Dijo Kaidan tomándola del brazo.

—Déjame en paz. —Al aparecer no habían arreglado sus asuntos.

—Es mi hijo, y mientras lo tengas en tu vientre seguirá siendo mío, cuando des a luz veremos si seguirá a tu lado.

—No te atreverías, ¿Además que alega que es tu hijo?

—No sabes de lo que soy capaz. —Al parecer él había encontrado su punto débil, su hijo. —Toma las llaves del auto. Cualquier paso en falso, te jodes. —Le dijo para luego fijar su vista en mí, la cual cambió de drástico a alguien roto.

Nicole salió de la oficina con las llaves en mano y con la cabeza cabizbaja.

—No sé qué hacer. —Dijo cuando Nicole se fue. —No soporto más. La amo, pero no puedo seguir así. Ser duro con ella es lo único que la ha retenido, por lo menos así duerme en casa.

—Hermano, todo se va a solucionar.

—Ella sigue diciendo que se siente mal, pero no me importa, sea lo que sea ese niño es mío. —Tomo asiento en la silla. —Dejando ese tema de lado, ¿qué vas hacer?

Tomé el teléfono de la mesa.

— ¿Señor?

—Ángela, necesito el jet listo para chicago.

— ¿Para qué hora?—Miré mi reloj.

—Para las dos de la tarde. —Estaría en menos de dos horas allá.

—Para esa hora estará listo. —Dijo antes de colgar.

— ¿Vas a Chicago?

—Voy a Chicago.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora