Capítulo | 68

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SARA

— ¿Cómo que no te toque? ¿Ahora qué pasa contigo?

— ¿Qué estamos haciendo?—Pregunté con mucho enojo. — ¡Solo dime!

—Es tu esposo ¿Verdad? Ya se me había olvidado.

— ¿Eh?—De enojo había pasado a alguien confundida. — ¿De qué diablos hablas, Lucas?

—El hombre de la revista, Felix, Anto, Andrue, Como sea, es por él, ¿verdad?—Volvió a preguntarme mirándome a los ojos.

El balde de un agua fría me cayó encima al darme cuenta de lo que él preguntaba, él pensaba que yo y Andrés somos ¿Esposo? Joder.

Ya entendía su comportamiento al ver a Andrés, las miradas asesinas y como tachó el número el día antes de irme a Italia.

—Andrés no es mi esposo. —Dije aclarando todo. —Además, ni si quiera estoy casada.

LUCAS

—Genial. —Las palabras salieron de mi boca sin siquiera registrarlas.

— ¿Qué quieres Lucas?—Dijo suspirando de cansancio.

¿Por qué todo es tan difícil con ella? ¿Es que no se da cuenta de lo que sentimos cuando estamos juntos? ¿Que el destino al final siempre nos junta?

Me acerco a ella a paso lento y decidido, tomo su rostro entre mis manos y acaricio su mejilla, por lo menos ah dejado su postura defensiva, la conozco lo suficiente para saber que está en este momento a la defensiva.

—Quiero que lo intentemos. —Traga duro, haciendo que lleve mi vista a su cuello.

—Ya habíamos hablado de esto. —Dice, quita su rostro de entre mis manos y empieza a dar vueltas delante de su puerta. Sonrío, se ah puesto nerviosa. Sara es dura para demostrar lo que siente en el momento, pero ya la conozco lo bastante.

Frunzo el ceño ante su respuesta.

—No me acuerdo haber llegado a ninguna conclusión. —Ella baja las escaleras y camina hasta la cocina y yo la sigo, entro por la puerta y me apoyo en el mesón, ella toma un vaso y toma agua de la nevera, luego lleva el vaso al fregadero y pasa por mi lado, la tomo de la cintura no dejándola a avanzar.

—Lucas, déjame. —Susurra, llevo mi boca hasta su oído y la provoco.

— ¿Y si no lo hago que?—Siento como su cuerpo se tensa ligeramente, se voltea para decir algo, pero lo que tenga que decir es interrumpido por mis labios en los suyos, me empuja, pero no sale de mis brazos.

— ¿Qué haces?—Recibo una bofetada por parte de ella.

Genial, ahora le dan ganas de abofetearme.

Dios, como golpea esta mujer.

Me acerco a ella y la beso de nuevo, no me rendiré tan fácil. Vuelve a empujarme y vuelvo a recibir otra bofetada, ésta vez no le doy a reaccionar y la pego contra la pared y subo su manos por encima de su cabeza y luego la beso, aferro mis manos a su cintura, ella pasa las suyas por detrás de mi cuello.

Toma mi cabello entre sus finos dedos y me jala fuertemente haciendo que reciba un gruñido por parte mía, tomo sus piernas en mis manos y con ellas rodea mi cintura, el beso se sube de tono, comienzo a caminar en dirección a la habitación de huésped, camino un poco hasta llegar a la puerta de la habitación mientras sostengo su trasero.

Entramos en la habitación y la deposito con cuidado en la cama, ella se sienta y toma mi camisa entre sus dedos, comenzó a quitar los botones uno por uno mientras me miraba a los ojos, sus ojos grises se oscurecieron un tono más y sin mirarme en el espejo, puedo decir que los míos están unos tonos más oscuros.

Toma el cinturón de mi pantalón en sus manos y lo quita para después tomar el botón y quitarlo, haciendo que el pantalón cayera al suelo.

Acerqué su rostro al mío y junté nuestros labios, se acostó en la cama, para luego yo subirme encima de ella y llevar una de mis manos hasta su feminidad. Estaba húmeda, como siempre me ha encantado; junto sus labios con los míos, comienzo a dejar un camino de besos por su cuello.

Mientras seguimos besándonos, ella desliza la camisa por mis hombros, tomo el dobladillo de la sudadera y me separo para sacársela, me levanto y me quito el pantalón mientras ella se deshace del suyo, me acerco de nuevo a ella y la beso, por alguna razón no me quiero despegar de sus labios.

Mis dedos se enganchan en el borde de sus bragas para luego escuchar el sonido de la tela rota, bajo mi bóxer y me vuelvo a colocar encima de ella, tomo mi miembro entre mis manos y lo froto en su feminidad, un gemido sale de su boca.

Aprieto los ojos y entro en ella, haciéndonos jadear a los dos. Una, dos, cinco, diez, quince, veinte embestidas y sus uñas se clavan en mi espalda mientras se deja ir primero y luego lo hago yo.

Me tumbo a su lado en la cama y la atraigo a mi pecho.

—Creo que debemos de dejar de pelear. —Comienza a decir. —Siempre terminamos en esto. —Dice y no puedo evitar soltar una carcajada de mi boca.

—Por mí no hay ningún problema. —Ella me da un leve golpe en el hombro. Se levanta y me mira a los ojos. — ¿Qué pasa? ¿Te hice daño?—Pregunto y ella niega rápidamente con la cabeza.

—No, no me hiciste daño. —Suspira. —Es solo... Lamento haberte golpeado, Lucas. —Una sonrisa se dibuja en sus labios.

Sé perfectamente que no lamenta nada, ya había descubierto de donde mi hija había sacado tanta maldad.

—Al parecer sí disfrutas golpearme. — Acaricio su mejilla con mi pulgar, ella hace una mueca con los labios.

—En ocasiones sí y en otras no. —Tomo su trasero entre mis manos y lo aprieto, haciéndola sobre saltar y pegarme en el pecho. —Lucas. —Dice advirtiendo, me encojo de hombros.

—No es mi culpa que me guste tu trasero. —Digo mientras beso su cuello.

— ¿Lucas?—Me llama.

—Hummm... —Respondo aún besando su cuello.

—Estoy decidida, quiero intentarlo. —Dejo de besar su cuello para mirarla a los ojos.

—No te vas a arrepentir. —Digo a escasos centímetros de sus labios.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora