Capítulo | 69

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SARA

—Samantha, no hagas eso. —Ella me mira con sus ojitos. Pero no, no pienso ceder.

—Papi. —Dice ella, Lucas sonríe, se acerca a y murmura.

—Yo también le tengo miedo cariño. —Mi ceño se frunce lentamente.

— ¡Hey! Escuché eso. —Digo fingiendo enojo.

Estamos en la cocina de mi casa comiendo pasta, al parecer Lucas solamente sabe cocinar eso.

Luego de terminar me levanto de la silla y Doris recoge la mesa mientras Lucas lleva a Samantha a dormir, yo entro en mi despacho a terminar de mandar algunos diseños.

Miro el taburete donde está la hoja grande donde dibujo la colección y me acerco, todo está quedando perfectamente, solo abría que mandarlos y listo.

Me acerco al escritorio y enciendo la computadora para empezar a trabajar.

La moda se había hecho parte de mi diario vivir, se ah vuelto mi pasión, pero si me preguntan qué extraño de la acción, simplemente respondería: Las balas.

La puerta del despacho se abrió dejando entrar a Lucas y tomo el celular que ha empezado a sonar, miro la pantalla y las letras Desconocido brillan en ella, entonces me acuerdo del ataque y lo tomo sin dudar.

—Boomer. —Digo cuando contesto.

—Sara. —Gruño antes su maldita voz.

— ¿No me vas a dejar en paz?—Pregunté con voz calmada sorprendentemente.

— ¿Qué pasa Sarita? ¿Tan feliz estás de escucharme?—Me levanté para a ir a ver a mi hija, salí del despacho en dirección a la habitación de Samantha.

— ¿Cómo quieres que esté? Sigues siendo insignificante para mí. —Entré a su habitación y comprobé que estuviera todo en orden, para volver a salir chocando con el pecho de Lucas. —Auu. —Me quejé.

— ¿No te gustó mi regalo? El susto que se debió llevar tú no...—No dejé que siguiera porque lance el teléfono a la pared.

A éste paso tendré que comprar la fábrica de Iphones.

— ¿Qué pasa?—La preocupación en su tono se hace evidente.

—No es nada.

—Vamos, habla conmigo. —Me alzó la barbilla para mirarlo a los ojos.

—Solo estoy cansada. —Él asintió y comprendió que no quería decir nada.

Entré en mi habitación, no sin antes despedirme de Lucas. Lo sé, estarán preguntando ¿Qué diablos?

Estamos empezando de nuevo, es lo único que diré.

Me quité el pantalón para solo quedarme con una sudadera, fui hasta el cajón y tomé un par de medias y me las coloqué para luego tirarme en mi cama.

El sueño no se hizo esperar, así que cerré mis ojos dejándome llevar.

— ¡Mamiii!—Abrí mis ojos de golpe al oír el grito de Samantha.

—Se supone que debes estar en cama. —La regañé.

— ¿No puedo venir a tu cama?—Asentí y le hice espacio al lado mío.

— ¿Qué haces despierta a ésta hora?—Tallé mis ojos para poder ver mejor.

—No lo sé. —Dijo frunciendo el ceño.

—Genial, una hija demente. —Susurré para mi misma para luego sonreír. — ¿Quieres ver televisión?—Asintió con una sonrisa, así que le pasé el control remoto, ella lo encendió y yo volví a dormirme.

—Vamos, mami está cansada. —Escuché que dijo una voz.

—Pero quiero estar con ella.

—Lo sé cariño, pero ven luego, mami está cansada. —Reconocí la voz de Lucas.

—No. —La otra voz de Samantha.

—Samantha. —Sonó a reproche por parte de Lucas.

—Es que no me quiero ir, la cama de mami es cómoda. —Empezó a gritar y no tenía que verla para saber que son sólo simples lágrimas de cocodrilo.

—Déjala, está en plan de cocodrilo. —Dije sonriendo mientras me reincorporaba en la cama. Mi celular comienza a sonar haciendo que dé un respingo al ver que estaba debajo de mi trasero.

— ¿Dime?—Digo cuando veo que es de Andrés que se trata.

— ¿Podrías venir a buscarnos a mí y a Derek?

—Sí, dame veinte minutos y estoy allá. —Cuelgo la llamada.

—Samantha. —La llamo y ella alza la cabeza y me sonríe. —Vamos, tenemos que buscar a Derek. —No menciono el nombre de Andrés, ya se imaginaran por qué. —Ve a ponerte ropa. —Ella sale de la habitación y sé que tendré que alcanzarla cuando termine de alistarme. — ¿Quiere venir?—Le digo a Lucas mientras me levanto de la cama.

—No, sé que Derek es hijo de Andrés, por lo tanto, él estará ahí.

—Inteligente, señor Smith. —Tomo un Jeans y una sudadera. —Supongo que nos veremos luego.

—No, tengo que irme a New York a resolver algunos problemas. —Asiento y él se acerca a besar mis labios cortamente. —Nos vemos dentro de una semana. —Se da la vuelta para empezar a caminar.

—Espera. —Se detiene. — ¿Una semana y te despides así?

—Esperaba que digieras eso. —De pronto mi cintura estaba rodeada por sus brazos y sus labios muy cerca de los míos, pero sin tocarlos. — ¿Puedo?

—Es muy estúpido ¿Sabes?—Él sonríe antes de pegar sus labios a los míos y besarme como debe de hacerlo.

—Nos veremos. —Se despega de mi cuerpo y sale de la habitación.

Entro a la habitación de Samantha luego de haberme arreglado, la veo tirando muchas cosas en el suelo. La agarro de la mano y la siento en la cama, busco algo cómodo, algo igual a lo que tengo y la cambio de ropa, antes de salir, cuando bajamos de nuevo ya Lucas no se encuentra, por lo que simplemente nos montamos en el auto y comenzamos el viaje.

En el camino ninguna de las dos habla, Samantha está sumida en su mundo, una lágrima traicionera se me escapa y la limpio con el dorso de mi mano sin entender el por qué de la lágrima.

Estaciono el carro en el estacionamiento del aeropuerto, Samantha y yo nos desmontamos del auto y la agarro de la mano, comenzamos a caminar. Tomé el teléfono en manos y marqué el número de Andrés, a los tres pitidos contestó.

— ¿Dónde estás?—Pregunto.

—Estoy en el McDonald's del aeropuerto, Derek tenía hambre. —Lo escuché suspirar.

—Está bien, espérame ahí. —Cuelgo el teléfono otra vez sin esperar respuesta.

Camino con Samantha hasta el McDonald's y encuentro a Andrés, los niños se entretienen el uno al otro mientras comen. Miro a Andrés y en su cara se le nota lo cansado que está.

— ¿Qué te sucede? Te noto cansado. —Andrés pasa la mano por su cabello y luego pone su mirada en mis ojos.

—Ser padre soltero no es fácil. —Dice con una sonrisa en sus labios.

—Estás bromeando, ¿verdad?—Suelta una carcajada.

—Claro que sí. —Toma una pausa. —En realidad, Derek es el mejor regalo que eh tenido en mi vida.

—El mío se llama Samantha. —Los dos soltamos una risita.

— ¿Por qué no le das un hermano a Samantha?—Pregunta. Tomo un sorbo de mi bebida.

—Tú más que nadie Sabe que no puedo tener más hijos. —Él asiente y coge una de mis papas fritas.

— ¿Por qué no adoptas?—Eso no se me había ocurrido.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora