Capítulo | 55

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SARA

Había pasado tres semanas desde que Nicole se había casado por la iglesia, ella había adelantado la boda porque no queríamos que nadie viera la panza dentro de tres meses o más, era cosa que le agradecía.

Las cosas con Lucas habían terminado ese mismo día en mi casa cuando le dije que ya sería la última, por más que le amara no podría estar con una persona que desconfiara abiertamente de mi, y mirándole el lado bueno, él estaría mucho mejor sin mí, ahora podría tener una vida normal sin tener que desconfiar de una persona por el simple hecho de tener un pasado.

Con Carlos las cosas seguían igual, él no me buscaría y yo no lo buscaría a él, pero algo en mi interior me gritaba que el volvería y volvería peor.

Hace dos días empecé a vivir en chicago, armando una nueva vida para mí y mi bebé. Cada día estaba más encantada con la idea de ser madre, ya no veía por tener a mi bebé en mis brazos.

—Veamos a ese pequeño. —Dijo Andrés, el doctor que me atendería en el embarazo.

La vida me había premiado con él, sí, con Andrés; al tener que mudarme tuve que dejar a mis amigos, por lo tanto, estaría sola aquí en Chicago, solo con Doris y Jaime, mi familia. Pero resultó que mi buen amigo, también doctor de mi bebé, lo habían transferido para acá para chicago, cosa que me agradó bastante bien.

—Acá, está. —Dijo moviendo la maquina sobre mi vientre, lo movió unos minutos más para luego tenderme una toalla. —Por lo que me deja ver en la pantalla, está excelentemente bien.

—Me alegro bastante.

— ¿Quieres saber el sexo?

— ¿Lo pudiste ver? ¿Por qué no lo dijiste?–Se encogió de hombros sonriendo levemente.

—Es una niña.

—Genial. —Sonreí como el gato de Alicia.

—Éstas son las primeras fotos de tu bebé. —Me entregó un sobre con el nombre de la clínica, lo abrí para ver a mi pequeña bebé.

—Es hermosa. —Susurré. —A pesar de no ver nada, pero es hermosa.

Escuché la leve risa de Andrés.

— ¿De que te ríes, bastardo?

—Estás loca, Sara. —Negó con la cabeza.

— ¿Irás a cenar hoy?—Si, así era nuestra amistad.

—Creo que sí, tengo que pasar a buscar a Derek a casa de mi mamá.

—Si quieres te acompaño.

— ¿Tan sola estás?

—Tan sola estoy. —Confirmé.

—Bien, termino de recoger y vamos. —Asentí.

—Te espero afuera. —No esperé repuesta de él y salí.

Me senté en una de las sillas a esperar a que Andrés saliera.

Unas risas llamaron mi atención, volteé para ver a una pareja riendo mientras veían la foto de su bebé con mucha ternura, no pude dejar de enternecerme cuando los ví; hubiese deseado que todo fuese diferente, pero lamentablemente no gano nada con desear.

— ¿Nos vamos?— Miré a Andrés que ya estaba enfrente de mí, asentí y me puse de pies.

Salimos de la clínica y entramos a su auto para después adentrarnos al tráfico. Acariciaba mi panza de arriba hacia abajo, la cual había crecido mucho estos últimos tres meses.

El auto se detuvo frente una casa que desde afuera se veía totalmente hogareña, desde el jardín hasta la puerta de entrada.

Andrés rodeó el auto para abrirme la puerta.

—Mi mamá puede ser un poco preguntona. —Dijo haciendo una mueca.

—Creo que puedo soportarlo. —Nos paremos enfrente de la puerta y Andrés tocó varias veces antes de que una señora nos abriera.

—Mamá. —Dijo Andrés acercándose y besando su mejilla. —Ella es Sara. —Me presentó.

—Un gusto, señora.

—Oh, por favor solo dime April.

—Pues... April. —Sonreí cálidamente.

—Esperen, ¿Tú estas embarazada de mi hijo?—Por primera vez en muchos años sentí mis mejillas arder mucho.

—No mamá, ella es solo una amiga.

—Si claro. —Sonrió sin creer nada de lo que había dicho Andrés. —Pero ¿qué hacen aquí afuera?, entren, entren.

Ella se hizo a un lado dejándonos pasar a ambos. Ya adentro observé mejor la casa, era igual de pintoresca y hogareña, al igual que su exterior.

—Linda casa, April. —Me volteé para mirarla.

—Gracias, querida.

—Mamá, ¿Dónde está Derek?—Preguntó un Andrés algo incómodo.

—Está arriba, no lo despiertes que está durmiendo.

—Iré a por él. —Avisó antes de subir las escaleras.

—Entonces, Sara, ¿Seré abuela de nuevo?—Negué frenéticamente con la cabeza.

—No, Andrés y yo somos amigos.

— ¿Y el papá del bebe?—Vamos que la señora sí es preguntona.

—No está.

—Oh, querida. —Me rodeó con sus brazos. — Debe ser duro, ¿verdad?

—No, para nada. —Ella se desapartó de mí con cuidado. —Fue todo decisión mía.

—Vámonos. —Dijo Andrés bajando las escaleras con un pequeño bultito entre sus manos y un bulto enganchado en sus hombros. —Mamá, gracias. —Le dio un beso en la mejilla.

—Fue un gusto, April.

—El gusto es mío Sara. —Andrés tomó mi mano y nos sacó de la casa.

—Ven, dame. —Tomé a Derek entre mis manos y me sentí algo extraña. —Es muy lindo. —Dije acariciando su manito.

—Solo tienes que ver al papá. —Su orgullo rebosaba en cada palabra.

—Imbécil. —Masculle, Andrés abrió la puerta y me senté en el asiento de atrás ya que llevaría a Derek en mis brazos.

Mientras él ponía el auto en movimiento, miré a Derek quien estaba abriendo sus pequeños ojitos y le sonreí.

Derek había sido producto de una noche de locura y pasión, según lo que me había contado Andrés. Durante los nueves meses, la madre no había mostrado ningún indicio de locura, dice locura porque abandonó a su hijo de la peor manera que pudo hacerlo, dejándolo enfrente de la casa de su padre.

Derek se llevó toda mi atención cuando bostezó con su pequeña boquita.

—Eres hermoso. —Susurré no pudiendo creer que alguien haya decidido desaparecer de la vida de éste hermoso pequeño.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora