Capítulo | 70

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SARA

—Adoptar... —Dije algo dudosa. —En realidad me parece buena idea, pero no sé si a Samantha le gustará. —Dije dando todo por vencido.

—Samantha es una niña muy cariñosa, no creo que eso sea un problema. —Me anima Andrés.

—Como quiera, lo hablaré con ella. —Me levanté del asiento. —Creo que es hora de irnos. —Tomé mi bolso y Andrés se paró de la silla.

—Chicos, es hora de irnos. —Dijo Andrés mientras tomaba las maletas de su hijo.

Caminamos los cuatros juntos, las personas nos miraban y sé que es lo que estaban pensando: La familia feliz, ya me lo habían dicho tanto que los medios llegaron a publicar algo como eso.

Pero no es así, Andrés es mi mejor amigo y es la persona que menos cree en el amor, o sea, de tener una pareja; él solo ama a su hijo y a su familia, después de lo que hizo la perra de la madre de Derek. Se supone que es su mamá y no podía hacer eso.

No conocemos sus intensiones.

Lo sé, pero nunca hay una buena razón para abandonar a tu hijo a la nada, pude abortar a Samantha y seguir con mi vida normal, pero en vez de eso ¿Qué hice? Afrontar las consecuencias, estoy dándole una vida sana a mi hija, dejando todo mi pasado atrás.

No me dí cuenta cuando llegamos, estaba sumida en mis pensamientos. Andrés parqueó el carro en la entrada de la casa.

Los niños se desmontaron y corrieron dentro de la casa, Andrés se quedó desmontando el equipaje, entró en la casa y comenzó a subir las escaleras.

Dejo mi bolso en el mesón y tomo una manzana del frutero, tomo el teléfono en manos y llamo a Doris. A los dos Pitidos contesta

—Nana.

— ¿Pasa algo mi niña?—Pregunta. Puedo notar en su voz la preocupación.

—No, nada, Nana. —Digo rápido. —Sabes, Derek está aquí, y me preguntaba ¿Cuando vas a regresar?

—En una semana mi amor, ¿Los niños te traen problemas?—Pregunta y suelta una carcajada disfrutando de lo que le voy a decir, pero cambio las palabras.

—No, pero no son mi mayor fuerte. —Nos reímos juntas.

Luego de durar más de media hora hablando con mi nana, los niños, Andrés y yo, entramos a la sala de películas. Intenté poner mi mejor cara cuando decidieron ver Spiderman, solo pido un poco de cordura

¿Es mucho pedir?

Los chicos se fueron a dormir a casa de Andrés, lo cual agradecí. Necesito algunas horas a solas.

Salgo del baño y me pongo una camisa blanca que me llega hasta los muslos, es de mi propia colección, a mi me encanta las camisas así, largas hasta los muslos con las mangas largas, son parecidas a las que usan los hombres, pero estas son con un toque de mujer.

Golpean la puerta de mi habitación y me levanto a abrirla, Jaime está del otro lado mirándome con una expresión De ¿Le digo o no le digo?, nos quedamos un minuto mirándonos.

—Señora. —Finalmente habla. —El señor Lucas, la llama al teléfono. —Me tiende el teléfono y lo tomo. —Lo dejo abajo. —Asiento.

—Buenas noches, Jaime.

—Buenas noches, Sara.

—Sara. —Digo cuando ya tengo el teléfono en la oreja.

—Hola. —Dice la voz de Lucas.

—Hola. —Digo algo bajito y me maldigo al sentir mis mejillas arder.

— ¿Qué haces? ¿Cómo están Samantha y tú?—A los lejos se podría notar como los dos estábamos nerviosos, solo habría que analizar cada una de las palabras.

—Hmm...Samantha está en casa de Derek y yo estoy bien ¿Y tú?

—Con mucho trabajo. —Escuché como suspiraba y le decía algo a alguien. —Nena, tengo que colgar. —Mi corazón se aceleró al escuchar como él me había llamado ″Nena″, como siempre solía hacer.

—Está bien, Buenas noches.

—Buenas noches. —Dijo para luego colgar.

Cuando Lucas colgó el teléfono una duda pasó por mi mente, ¿Le habrá dicho Carlos que soy su nieta? No, no lo creo, si no hubiese venido hablar conmigo acerca de ese tema ¿O me equivoco?

La última vez que ví a Carlos me hizo mucho daño, él había llegado a mi casa a envenenarme la mente en contra de la memoria de mi papá y mi mamá.

Al ver que no lo conseguía se fue y jamás eh vuelto a hablar con él, pero siempre en mi corazón escuchaba esa pequeña voz que me decía que él volvería, y no por voluntad propia.

Dejé caer todo mi cuerpo en mi cama, cerrando los ojos para a ver si podía dormir, como otra vez, ésta vez no me costó conseguir mi tan anhelado sueño.

Abrí los ojos para darme cuenta que no me encontraba en mi habitación, sino en un prado, todo el color verde reinaba en este lugar, algunas flores de diferentes colores llamaron mi atención.

— ¿Qué hago aquí?—Susurré para mí misma sabiendo que no recibiría respuesta.

—Sara. —Escuché como una voz me llamaba, pero no la logré identificar. —Cariño, soy tu madre. —Fruncí el ceño.

— ¿Mamá?

—Sí amor. —El cuerpo de mi madre apareció a mi lado haciendo que diera un brinquito por el susto.

—Mamá. —Me quejé.

—Lo siento amor, hubieras visto tu cara.

—No es gracioso.

—Sí lo es. —Mi padre apareció a mi lado haciendo que diera otro brinco.

— ¡Papá!—Volví a quejarme como una niña para luego escuchar sus risas.

— ¿Cómo está mi nieta?

—Tú debes saber, la cuidas desde aquí arriba. —Le sonreí cariñosamente.

—En eso tienes razón. —Él pasó su mano por su cabello, el cual seguía negro como la última vez que lo ví con vida. —Hija, te trajimos por que queremos que sepas algo.

—Bien.

—Carlos es mi padre, por ende es tu abuelo.

—Waoo, papá, que noticia. —Dije con sarcasmo.

—Sara. —Me reprendió mi madre.

—Es que eso ya lo sé. —Dije obvia. —Y créanme, no lo necesito. —Me encogí de hombros.

—Señora... —La voz de Jaime se hizo presente en el sueño. ¿Pero qué diablos? —Sara despierta.

—Maldición, Jaime. —Me recompuse en la cama y me tallé los ojos. — ¿Qué pasa?—Puse cada brazo a mi lado.

—Es Lucas...

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora