Capítulo | 54

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SARA

Apresuré el paso, estaba llegando tarde para la boda de la Escuincla. Entré al gran salón de la casa de campo de la familia Smith y caminé a una de las habitaciones donde la Escuincla me había dicho que estaría.

—Aquí estás, por fin. —Dijo en un suspiro.

—Es sólo por el civil, ¿qué será cuando sea por la iglesia?

— ¿A qué te refieres?—Preguntó levantándose y caminando hacia a mi, claramente nerviosa.

—A que estás nerviosa.

—No sé que será de mí.

—Tranquilízate, solo es un papel.

—Un papel que unirá mi vida a otro ser.

— ¿Y no estás bien con eso?

—Sí, o sea, no me malinterpretes, es que estoy nerviosa. Supongo que es normal, ¿no? —Preguntó.

—No sé que decirte. —Me acerqué a ella y arreglé la corona que se estaba cayendo. —Lindo detalle, es algo original.

—Gracias. —Sonrió levemente.

— ¿Estás lista?

—Sí.

—Es hora, Escuincla. —Besé su frente y salimos de la habitación.

Salimos al patio de la casa donde todo estaba decorado con flores estratégicamente, todo era sencillo haciendo que la elegancia resalte.

Caminé hasta llegar a la silla que estaría al lado de la novia, tomé asiento ignorando a Lucas, quien estaba al otro lado, pero del lado del novio. No dije nada y la música empezó a sonar, me volteé parta ver a la Escuincla caminar del brazo de Carlos, el papá de Lucas.

Algo se revolvió en mi estomago al ver que él sí había formado su familia, y que en ella claramente no estaría yo, porque por más que llevara la sangre de Carlos Smith, nunca sería su familia, para él había sido concedida en maldición, como me había explicado ese día que llegó a mi casa.

Miré mi vientre que aún estaba plano, bueno, no tan plano porque se notaba un bultito pequeño que solamente yo podía notar y alguien que se fijara bien, las únicas personas que lo sabían era mi familia, Doris, Jaime, Vanessa, Luis y Nicole, ésta última porque lo descubrió, ya después de ahí, nadie más tendría que saberlo.

Carlos le entregó a Kaidan a la Escuincla, la cual sonreía un poco más relajada. Miré a Carlos y él ni se inmutó, sólo siguió su camino. Le sonreí a la Escuincla y el Juez empezó a dar su sermón.

La casa de los Smith estaba cerca de un lago, por lo que pude deleitarme con la vista tan hermosa que me ofrecía a la apuesta del sol.

Las personas que más daño me habían hecho se encontraban en el mismo lugar como si nada hubiera pasado.

Carlos, me negaba rotundamente, cosa que no me importaba, pero por alguna razón dolía, leve, pero dolía; y finalmente estaba Lucas, el que más daño me había hecho de todos, con su desconfianza y su paranoia de que mataba a cualquiera que se me pusiese en frente.

—Sara... —Me llamó Nicole en un susurro.

— ¿Ajá?

—Te toca firmar.

Levanté la vista hacia el Juez que me ofrecía una pluma, la cual acepté y firmé, dando testimonio de éste amor.

—Listo. —Dije entregándole la pluma al Juez.

—Por el poder que me confiere el estado, los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.

Kaidan y Nicole se miraron a los ojos, ofreciéndose una mirada de amor. Él acarició su mejilla para luego besarla. Aparté mi vista y empecé a aplaudir a acompañando a los demás.

Las personas comenzaron a acercarse y bueno, yo tendría que irme ya que no encajo aquí. Comencé a caminar en dirección a la salida, pero una mano me agarro la muñeca.

— ¿Te vas?—Me dí la vuelta para ver a la Escuincla con los ojos lleno de lágrimas. Ya le había informado que me iría a Chicago a vivir.

—Estaré para tu boda. —Le sonreí y me acerqué a abrazarla. —No te preocupes, todo saldrá bien.

—Odio ésta decisión que has tomado.

—Tengo que hacerlo, por el bien mío y de mi pequeño o pequeña-

—Prométeme que nos mantendremos en contacto.

—Claro, solo si prometes ser cuidadosa. —Se separó de mí.

—Es una promesa.

—Es una promesa. —Le sonreí y la abracé por última vez antes de despedirme con la mano e irme.

Me monté en el auto y me pareció ver la sombra de Lucas, pero rechacé ese pensamiento cuando volví a mirar y no estaba ahí.

— ¿Ya la compraste?—Le pregunté a Jaime mientras revisaba el Mac.

—Sí, todo está en orden, la casa y también la empresa de moda. —Dejó unos papeles encima del escritorio.

—Bien. —Dejé de mirar el Mac y tomé los papeles.

La mafia no me está poniendo fácil mi salida, pero como no soy una mujer de rendirse ante lo que quiere, pues tendría que forzar mi salida.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora