Capítulo | 66

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SARA

Hacía una hora que habíamos aterrizado en chicago, no me había cambiado, seguía con un vestido de encaje puesto y los tacones del mismo color y ya me encontraba caminando dentro del hospital.

Miré a Jaime quien se encontraba en la puerta de la que se supone que es la habitación de Samantha.

—Hablaremos de esto. —Dije entrando a la habitación.

Corrí al lado de mi niña al verla con sus ojitos abiertos.

—Mami. —Dijo cuando me acerqué.

—Mami ya está aquí. —La apreté contra a mí. — ¿Te duele?—Ella negó, seguro los medicamentos estaba haciendo su efecto.

Miré hacia al frente donde estaba una pantalla plasma colocada con las caricaturas que le gusta a Sam, la puerta volvió a abrirse dejando entrar a Lucas. Le había pedido a Andrés que consiguiera una habitación para poder hablar con él.

Mi celular vibró, haciéndome saber que ya tenía la habitación, abrí el mensaje.

Hab.203, la habitación continua a donde estas.

—Andrés

—Cariño, tu papi y yo iremos a hablar, Jaime estará ahí. —Dije antes de caminar a la puerta. —Sígueme. —Le dije a Lucas. —Estaré en éste lado. —Le avisé a Jaime antes de abrir la puerta y entrar, Lucas cerró la puerta detrás de él. No lo pensé dos veces y estampé mi mano en su cara. — ¿Crack?—Le pregunté después del golpe. —Contigo, maniático de mierda, dejé a mi hija.

El fijó su mirada en mí antes de tomarme del brazo y acercarme a él.

—No vengas a juzgarme sin saber el por qué.

—Pero si tú me juzgaste a mí sin saber mí por qué. —Dije con rabia.

—Son cosas muy diferentes.

—A ver, ¿explícamelo, porque no lo veo la diferencia?

—Lo tuyo era por venganza, lo mío es por dejar otra maldita adición.

— ¿Pero de que adición hablas?, ¿te estás volviendo loco?

— ¡¿Crees que fue fácil!?—Gritó muy cerca de mi rostro. —Me dejaste sin explicación. —Me soltó del brazo y por poco me caigo.

— ¡No confiabas en mi! ¿De que servía que estuviéramos juntos? No sirve para nada, todo se iría a la basura como la primera vez. En cambio tú, ¿qué justificación tienes para estar consumiendo semejante basura?

—La maldita presión, eso me dejaste, me destruiste, ¡Maldición!, ¡Yo te amaba!—Volvió a gritar. —Te amaba, quería casarme contigo, pero volviste a mandarlo todo a la mierda. Como siempre.

—Eso no tiene sentido. —Susurré sintiendo una punzada de dolor en mi pecho.

—Para mí sí lo tiene. —Ésta vez estaba muy cerca de mí. —El peligro es tu perfume, lo traes implementado en la piel, ¿O como explicas lo que nos pasó a mí y a Samantha?

—Esto no tiene nada que ver con que hayas inhalado el maldito Crack. —Sus labios cada vez me tentaban a besarlo, y mi carne estaba haciendo acto de presencia.

—Eso es pasado. —Dijo como si eso fuera a solucionarlo todo.

— ¿Quién me asegura que no la sigues consumiendo?—Volví a preguntar en un susurro.

—Es mi palabra, antes no tenía nada, y ahora tengo a Samantha. —Dijo también en un susurro.

—Eres un maldito. —Dije con los dientes apretados.

—No tanto como lo eres tú. —Me dio una sonrisa sínica, la cual le iba a borrar de un solo golpe.

¡Malnacido!

Me separe de él para ésta vez darle un puñetazo, pero me agarró de la muñeca acercándome de nuevo a él y poner sus labios sobre los míos.

¡Maldición!

Intenté separarme de él, pero no me lo permitía, así que le respondí al beso, también me moría por besarlo. Me acercó más a su cuerpo, su mano fue soltando el agarre de mi muñeca y no dudé en pasar mi mano por su cabello, pegando sus labios más a mí.

Me quejé cuando mordió mi labio inferior muy fuerte, pero le devolví el gesto, para luego sentir su lengua buscando la mía, a lo que no me negué, recibí un gruñido de parte de él y por parte mía un gemido involuntario.

Nos separamos de ese beso intenso y nos miramos a los ojos, me acordé de la canción de Una Palabra de Carlo Varela.

"Una mirada no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo."

Y la de él, decía bastantes cosas, cosas que no podía descifrar.

Dejé mis pensamientos de lado cuando volví a sentir sus labios sobre los míos de nuevo, suspiré de gusto sintiendo como se movían el uno con el otro.Sus brazos rodearon mi cintura y por primera vez en cinco años, me sentí en casa; me sentí bien.

Me pegó más a su cuerpo como si eso fuera posible mientras lágrimas salían de mis ojos, y entonces había encontrado la repuesta a la pregunta que me había hecho Andrés aquel día en el hospital.

Yo, Sara Boomer, amo a Lucas Smith.

Amada mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora