Capítulo 6: Atracción

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Me hundí en la poca agua que había en la tina, la temperatura me embargó poco a poco y disfruté del calor que desprendía; sentí un alivio casi inmediato. Mi cuerpo entero agradecía el baño.

Cuando la tina se llenó por completo, cerré la llave y me acomode entre ese fluido cálido y reconfortante. Recosté mi cabeza y cerré los ojos, estaba intentando concentrarme en no tener nada en mi mente, en olvidarme un rato de todo y dejarme ir por el cansancio; fue entonces que escuche un graznido proveniente de Shizuo. Era chistoso como parecía un animal. Parecía haberse quemado; solté una risita divertido con la estupidez de Shizuo, y me sentí feliz de poder verla a diario.

La risa se me extinguió cuando a mi cabeza llegaron los recuerdos de los sentimientos que él me producía, las sensaciones que me provocaba, todo lo que me hacía. Fue hasta entonces que me di cuenta del poder que él tenía en mí.

Shizuo tenía el poder de volver mi corazón un papel. Lo alisaba y arrugaba a su antojo, si quería dibujaba sobre él, si quería lo rayaba y rompía. Y él no se daba cuenta. Nunca lo hacía.

Me sentí frágil, molesto, indefenso. Estaba en problemas.

Si bien era cierto que yo no lo dejaba tomar el control, y lo obligaba a seguir las ordenes de mi ridícula personalidad, también era cierto que él ejercía en mí un poder que nunca nadie había tenido, y tendría nunca, un poder que me ponía en peligro y me dejaba a su merced diaria y permanente. Afortunadamente él no lo Sabe. Es un idiota, de esos que no tienen remedio.

Y entonces me di cuenta de eso, me percaté de ese sentimiento extraño y punzante, satisfactorio y...bonito. Si. Me estaba enamorando de Shizuo de una manera permanente e irremediable, irreversible y para siempre. Del idiota Shizuo. De mi enemigo.

Shizuo era alguien difícil de manejar. Intenso, demasiado inseguro, idiota, gruñón, violento, y muchas cosas más, pero para mí resultaba perfecto. Necesitaba a mi contraparte, y él lo era. Era extraño ver que dos personas tan distintas se acoplaran tan bien.

Era difícil de aceptar, demasiado -incluso para mí-, pero si no quería perder el control de mí mismo, necesitaba aceptarlo. Amaba a Shizuo.

Por mi mente pasaron muchos más castigos y bromas para Shizuo; se los merecía por haber enamorado a un asexual como yo, se lo merecía por hacerme perder mi identidad malvada y complicada, se lo merecía por todo y por nada. Se los merecía por ser Shizuo. Me estaba divirtiendo, en realidad disfrutaba hacer eso, pensar en tomar el control y dominar a Shizuo.

Sonreí satisfecho mientras lavaba mi pelo, se sentía fenomenal volver a ser el antiguo yo por un momento, poder pensar con claridad y no perder la cordura; pensé en mis negocios, en las investigaciones que tenía, en todo lo que tenía pendiente, y me di cuenta cuanto tiempo perdía desde que Shizuo frecuentaba mi casa. A ese paso quedaría en bancarrota.

Me levanté inmediatamente y salí de la ducha. Tenía que arreglar muchos pendientes.

Mi cadera estaba mucho mejor, ya no dolía tanto y en realidad me sentía renovado -El poder del agua-. Me envolví en la toalla y camine hasta el cuarto, abrí el armario y saqué lo primero que encontré -no es que tuviera mucho que escoger, todo mi armario constaba de jeans y camisas negras, solo variaba el estilo-, y me vestí. Agarré mi celular y comencé a hacer llamadas, no antes de cerciorarme que Shizuo no estaba cerca.

Tenía que resolver el asunto con Akane-chan y la familia Awakusu.

Me las había ingeniado para envolver a Shizuo en muchos problemas, como el asesinato de esos hombres en ese apartamento haciendo que la familia Awakusu lo persiguiera, además de hacerle creer a Akane-chan que él quería matar a su papá y abuelo. El caso es que ahora me arrepentía, la idea había jugado en mi contra y yo no podía dejar que él tuviera problemas con esa mafia.

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora