De alguna manera logramos pasar sin que nadie notara las erecciones escondidas en nuestro pantalón; en el ascensor nos mantuvimos en extremos diferentes, de no estar así, nos desnudaríamos en ese mismo lugar y nos echarían antes de tiempo. Las puertas se abrieron y salimos disparados a la mitad del pasillo a la habitación 405, Shizuo sacó la llave–tarjeta y abrió la puerta, me empujó dentro y de inmediato se pegó a mí.
Los cinturones deben servir de apoyo, deben evitar desastres y a mantener los pantalones en su sitio, en ningún momento deben estorbar y ser una molestia; de igual forma los botones. Pero en ese momento todo nos estorbaba, se interponía ante nuestro deseo.
–Rómpelo, Shizu-chan, ¡quítalo ya!
Y fue así como arrancó nuestros cinturones y nuestros pantalones quedaron flojos al fin, soltamos el botón rápidamente y nos deshicimos de él sacándolo por nuestros pies y dejándolo a un lado. Shizuo bajó su bóxer y el mío al tiempo y finalmente juntó nuestras erecciones.
–¡Ah! –Gritó excitado– Necesitaba esto.
–Mueve tu mano, ¡muévela! –Gemí pegado a la pared.
Y entonces la movió, de arriba a abajo, una y otra vez lo más rápido que pudo. Los dos mantuvimos nuestra mirada pegada a nuestros penes, la mente ocupada en el orgasmo que casi llegaba y la boca abierta por los jadeos. Cuando al fin eyaculamos y ensuciamos nuestra ropa con nuestros fluidos, juntamos nuestros labios jadeantes y nada satisfechos. Necesitábamos más.
Shizuo quitó su saco y luego el mío, desapunto el primer botón de su camisa y la sacó por arriba quedando completamente desnudo, luego uno por uno deshizo mis botones hasta llegar al último de la columna. Sus manos se colaron por las aberturas ahora disponibles dejando que fueran sus yemas las que transmitieran la sensación a la que ya estaba acostumbrado y tanto le gustaba; primero lento, luego delicado, siempre con mucho cuidado, sus toques siempre se tornaban artísticos, siendo a la final algo sublime y perfecto. Al fin llegó a mis hombros y arrastró mi camisa hacia el suelo que con ayuda de la gravedad quedó allí quieta y depositada.
Pase mis manos por su pecho y toque sus cicatrices, aquellas que yo había dejado y ocasionado con los barriles en aquel callejón, las mismas que yo mismo había curado con tanto empeño y enojo. Me deberían parecer repugnantes, me debería sentir mal por ellas, pero ciertamente no era así; las cicatrices en el lucían bien, no se veían como cicatrices, parecían dibujos,...y recuerdos, y evidencias. Gracias a ese día, a esos barriles, a esas cicatrices, podía decir que salía con Shizuo, que lo quería y que desde entonces formó parte de mi vida. ¿Por qué sentirse mal por algo que nos había unido? Abandoné un beso de agradecimiento sobre cada una de ellas, luego las mordí y las volví a ver de lejos mientras mis dedos, mis yemas, mi piel, me transmitía su textura.
Sus manos subieron a mi rostro y lo acunaron tranquilamente, retiro mi vista de sus heridas y me obligo a mirarlo. Y lo entendí. Entendí que me iba a besar, que me iba a hacer el amor como nunca me lo había hecho, entendí sus no palabras por medio de esa mirada profunda y severa, entendí que me lo haría recordar.
Y entonces me besó, me buscó, pegó mis manos a la pared y encima las suyas, entrelazo los dedos y las llevó encima de mi cabeza. Fue en ese momento cuando me di cuenta del deseo que había pedido en el templo, esa esperanza hecha monedas en esa caja de madera ambientada por ese cascabel. "Permite que viva", eso era, así de sencillo, no necesitaba nada más, solo que él se mantuviera con vida, yo me encargaría del resto. Por eso su pelo negro, por eso el cambio que se daría en Ikebukuro.
Me dio media vuelta y me pegó contra la pared, pegó su rostro en mi cuello, sus labios en mi nuca, sus manos en mi pecho y su erección en mi espalda baja. Anduvo por mi cuerpo sin ningún orden en especial, mordió mi oreja, tapo mis ojos con su mano y luego contra mi oído dijo una y otra vez mi nombre en medio de un susurro: <Izaya, ...Izaya>. En realidad no hacía nada en especial, nada extraordinario, sin embargo, todo se sentía diferente, completamente diferente.
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2. Si pudieras desaparecer
FanficIzaya y Shizuo han comenzado a tener una relación de pareja desde aquel encuentro inminente en el apartamento de Izaya, aún lo manejan en secreto, nadie puede enterarse, el amor de esos dos podría provocar un cambio en la vida de Ikebukuro para bien...