Lo que no sabía Shizuo era que el corazón de Izaya aún bombeaba sangre. Solo había pasado un minuto, –¡un solo minuto!– desde que había llegado y había encontrado a Izaya herido en el suelo. Su mente se negaba a entenderlo, sus ojos cerrados y sus últimas palabras le impedían pensar bien, el solo quería morir con él, y no se daba cuenta que los paramédicos intentaban acercarse, rogándole que les dejara hacer su trabajo.
El jefe de paramédicos –qué por suerte se encontraba ahí, alguien sensato y de más paciencia, y que además había escuchado acerca Shizuo– se acercó a Shizuo lentamente que seguía gritando al cielo de la manera más dolorosa que él había escuchado en todos sus años de trabajo. Debió quererlo mucho–pensó–, demasiado. Y de alguna manera, entendió su dolor, lo sufrió, lo vivió. Y eso que él había sido uno más contra los gay, uno más que llamaba a aquello pecado. Sencillamente, ver a Shizuo de esa manera, llorando y gritando sin vergüenza, con el dolor corriéndole por las venas, había despertado algo en él, y le había hecho entender lo equivocado que estaba. Eso era amor. Y por eso tenía que salvarlo, a como diera lugar. Y por eso fue cuidadoso al acercarse a él.
Shizuo aferraba el cuerpo de Izaya al suyo. ¡Quería hacer tantas cosas! Averiguar quién había sido el culpable, hacerlo pagar. Revivir a Izaya, llevarlo a un hospital. Tantas cosas...pero sus piernas no se movían ni un ápice, sus ojos insistían en derramar un mar de lágrimas y su boca en hacerle entender a todos su dolor, que ni siquiera recordaba que habían paramédicos y una ambulancia que podía salvar a Izaya.
Porque sí. Algo dentro de él sabía que aún no lo perdía por completo. Aún si sus ojos estaban cerrados y parecía no respirar. ¡Aun así! Sabía que aún podían revivirlo.
El paramédico se arrodilló frente a él en el charco de sangre que había dejado Izaya, movió su mano frente a Shizuo e intentó llamar un poco su atención antes de hablarle.
–Aún podemos salvarlo –le dijo–, déjeme detener el sangrado y llevarlo al hospital.
Esperó. Ver a su compañero recuperarse de la recién adquirida asfixia debida a un golpe de aquel hombre, lo había hecho tragarse sus nervios, ser cauteloso –y profesional– y acercarse a él con cuidado. Entonces Shizuo lo escuchó.
En los ojos de Shizuo se prendió una ligera llama de esperanza, en medio de tanto dolor sintió esperanza. ¡Aun no lo perdía! Aun no... entonces levantó la cabeza y observó al humano que estaba frente a él, se tragó un grito más que amenazaba con salir y se obligó a hablar. Aún había esperanza.
–¿De verdad? –preguntó con el corazón en la mano, y algo dentro de él, descansó.
–Necesito llevarlo al hospital –dijo el hombre de chaqueta azul oscura– necesita tratamiento.
–Por favor –La voz de Shizuo temblaba por las lágrimas, el miedo y la emoción–. Sálvelo, por favor –Y finalmente se quebró en una súplica.
Al hombre se le revolvieron las entrañas. Nunca había escuchado algo así. Ese hombre frente a él estaba hablando como si su vida dependiera de ello, hablaba como si se tratara de su propia vida; hablaba con tanta súplica en su voz... con tanta esperanza, que se sintió comprometido a salvar a aquel hombrecillo. Si no,...si no, nunca se lo podría perdonar, ya que en vez de dejar morir a uno solo, estaría dejando morir a dos. Si. Sus manos se mancharían doble vez. Definitivamente lo salvaría.
–Necesito llevarlo a la camilla.
Los músculos de su cuerpo respondieron inmediatamente a esas palabras, recuperaron la fuerza que el dolor de la perdida les había quitado y al fin funcionaron para permitir que su dueño fuera quién llevara a Izaya hasta la camilla.
Su ropa se había manchado; incluso el negro de las prendas se tornaba ahora parchuda, y su camisa –antes blanca– ahora roja –o por lo menos sus mangas–. Su preciada ropa. Pero no le importaba. Solo quería que Izaya estuviera bien. Con vida. Con vida y a su lado.
–Aléjese un poco –pidió el jefe de paramédicos cuando Shizuo dejó el cuerpo casi muerto de Izaya sobre la camilla–, necesito detener la hemorragia.
El otro paramédico miró a Shizuo a los ojos pidiéndole permiso para ponerse al otro lado. Shizuo dio dos pasos atrás, de sus ojos cayeron más lágrimas, sus piernas lucharon por mantenerlo en pie, y con la mirada le suplicó. Por favor... ¡por favor! Y a ese pobre muchacho principiante, también se le rompió el alma, solo que esta vez, a diferencia de todos los demás espectadores, sintió envidia. Si. Él en sus 25 años de vida, no había sentido algo así. Le dolió el pecho, era doloroso, él pensaba que había querido, que había amado, pero cuán equivocado estaba. Lo que él había sentido no se acercaba ni poquito a aquello que estaba viendo –y escuchando. Y sintiendo–. Eso era amor, lo suyo era estupidez. Y desesperación. Quería amar a alguien de esa manera...aún si dolía.
Los dos hombres metieron la camilla a la ambulancia, dándose prisa y teniendo cuidado. Ellos subieron y finalmente le pidieron a Shizuo subir.
Los espectadores quedaron con los ojos vidriosos, o con un mal sabor de boca. De repente sintieron la necesidad de llamar a sus seres queridos, de decirles que los querían, de abrir ese candado de su pecho y soltar esas cadenas. Oh, Shizuo. Pobre alma, pobre vida. Ese amor que él sentía, no lo había sentido ninguno. Pero si querían, querían a alguien –o a algo–, así fuera a sus perros o gatos, y de repente sintieron las ganas de abrazarlos, besarlos. Y salieron a correr. Igual que la ambulancia lo había hecho rumbo al Hospital.
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Continuará
(Vengo a causarles más dolor... y a hacer propaganda :D
Publiqué una reseña de un libro BL en el blog y dejé su link de descarga por si desean leerlo. www.nanaokiri.blogspot.com
Por otra parte, también publiqué cap de Komorebi :D
No siendo más, espero sufrieran con el capítulo. LAMENTO estas dedicatorias tan amargas, pero es lo que hay :( Adeu)
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2. Si pudieras desaparecer
FanfictionIzaya y Shizuo han comenzado a tener una relación de pareja desde aquel encuentro inminente en el apartamento de Izaya, aún lo manejan en secreto, nadie puede enterarse, el amor de esos dos podría provocar un cambio en la vida de Ikebukuro para bien...