Capítulo 24: I Bologna

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El camino al restaurante duró 20 minutos y resultó estar detrás del castillo de Wakayama, lo cual nos causó risa; el restaurante se llamaba I bologna y se especializaba en comida italiana. No fue sino hasta que entré al sitio que comprendí la necesidad de un traje. Elegante, espacioso, inmaculado, y, atendido por italianos.

Benvenuto –saludo el recepcionista.

–Tengo una reservación –avisó Shizuo– a nombre de Heiwajima Shizuo para las 2:00 pm.

Un momento, per favore –tecleo el nombre de Shizuo y volvió a hablar–, en efecto, síganme –al fin habló en japonés.

Una mesa para dos, redonda y cubierta de un mantel blanco e impecable justo en el centro del local nos fue asignada. El recepcionista caminó con nosotros y corrió cada una de las sillas esperando cada vez a que nos sentáramos para correrla de nuevo y acomodarnos perfectamente en la mesa.

–Por favor, esperen un momento; de inmediato vendrá el mesero y tomará su orden. –Hizo una reverencia, se dio media vuelta y se fue.

–¿Te gusta? –Preguntó.

–Si. Es mi primera vez en un restaurante italiano.

–También sirven comida japonesa y francesa.

–Bueno, como sea.

En ese momento llegó el mesero.

Bonjour, messieurs –saludo en francés–, ¿qué desean ordenar? –Terminó en japonés.

Era increíble, los meseros manejaban por lo menos 4 idiomas.

No había pasado ni un minuto desde que se fue el recepcionista, y por ende, ni me había dado cuenta que la carta estaba sobre la mesa. Se me antojaba una comida de tipo italiano, así que respondí que me trajera su mejor pasta. Shizuo por su parte prefirió seguir con lo tradicional y pidió tres platillos japoneses diferentes, sin embargo, se dejó seducir por el gran Coq au vin o en otras palabras, pollo al vino que le recomendó el mesero, acompañado de una Quiche Lorraine que es una tarta de Queso, tocino y jamón muy famosa de Francia, esta era para compartir entre los dos, por lo que pidió que estuviera cortada en rodajas.

Oui –Respondió el mesero mientras hacía una reverencia.

Cuando nos quedamos solos de nuevo, Shizuo arrugó el ceño y se quedó viéndome a los ojos.

–¿Entiendes lo que hablan? –Preguntó.

–Un poco –Me reí–. Sí, un poco.

–¿Cuantos idiomas sabes? –Preguntó.

–Algunos –Le solté una de mis sonrisas cínicas.

–Dime cuantos. –Ordenó.

–¿Para qué quieres saber?

–Porque siento que no sé nada de ti, quiero saberlo todo.

–No lo necesitas, sabes lo suficiente.

–Izaya...

–Shizu-chan... –Sonreí.

Arrugó aún más el ceño y apretó la mandíbula. Se sentía impotente.

–Hay cosas que no quiero que sepas, y que, además, no es necesario que sepas –Acepté. Me recosté contra la silla y alcé los hombros–. No soy del todo bueno, ¿Sabes?

–Lo sé desde que te conocí. Además, ¿qué hay de difícil en lo que te pregunte? Solo quiero saber cuántos idiomas hablas aparte del japonés.

–Lo difícil es que no es lo único que quieres saber.

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora