Capítulo 32: Es un adiós

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Era mucho antes de su cita. Eran las 6:00 p.m –o las 18:00 en un reloj de 24:00 horas– y su cita era a las 8:00 p.m –o las 20:00–, estaba seguro que sus nervios acabarían con él, qué esas dos horas serían eternas, así que decidió tomar un camino más largo. Claro, para calmar el carnaval que había en su estómago –o tal vez para empeorarlo.

Quería abrazarlo, tenerlo entre sus brazos, darle un beso, morderlo, tocar las hendiduras de sus costillas y la "v" invertida de su caja torácica –y mucho más–, quería decirle que lo quería, dormir con él en su cama, tomar un baño, comer en su pequeña mesa para dos. Su apartamento era tan pequeño comparado al de él, pero tan seguro –comparado al de él–, que en cierto punto, sintió seguridad. Le gustaría. Si, por supuesto.

Estaba dando la vuelta a la esquina cuando escuchó una sirena de ambulancia pasar a toda prisa derecho por la dirección que él ahora tomaba. Y entonces en su estómago algo se revolvió, ¿Pero qué...? Estaba preocupado. Si, ese revoltijo en la boca de su estómago era eso, preocupación, ¿Pero, por qué?

Y entonces Izaya llegó a su mente.

No, por supuesto que no –Pensó–. Él está bien –se repitió una y otra vez. Quiso creerlo, con todas sus fuerzas, con todo su ser, quiso que la alegría y los nervios de hacía solo unos segundos no se desvanecieran, o más bien, se transformaran en preocupación y miedo, pero fue imposible. Su interior ya estaba gritando. De nuevo su interior sabía algo que él no.

Fue ahí cuando empezó a correr. Derecho, detrás de la ahora lejana ambulancia. Y, alejándose de su casa.

Y sintió ganas de llorar –¡de llorar!– por algo que no sabía, por ese mal presentimiento que había dejado la sirena; luego sintió ganas de romper, de dañar. Pero fue fuerte. Izaya lo había elogiado, le había asegurado que era más fuerte y no quería decepcionarlo. Él solo deliraba. Ese ni siquiera era el camino de Izaya, esa ambulancia no podía ser para él. Además, Izaya estaba en alguna parte trabajando, ¡en perfecto estado! Él solo estaba delirando.

Entonces la ambulancia se detuvo. Y con ella, su corazón. Su alma sabía que algo no estaba bien, lo sabía, estaba segura, pero como siempre, él no lo quería aceptar, no la quería escuchar.

Le costó respirar. Su paso disminuyó y disminuyó hasta que con ligeros pasos se fue acercando a la multitud que rodeaba el suceso. Y entonces llegó, y los empujó a todos para ver quien estaba en el suelo. Y su interior rogó –Oh si, rogó mucho, incluso rezó– que no fuera Izaya quién estuviera ahí.

Pero entonces lo vio. Vio aquel cuerpo delgaducho que tanto conocía y quería, y luego vio la laguna de sangre debajo de él. Y entonces, él y su interior hicieron "craq", como cuando una porcelana se rompe, o un vaso, o un cristal,... o un alma,...o una vida.

Se lanzó de rodillas, empujó al paramédico que intentó retenerlo y se llenó de su sangre. Su preciada ropa manchada de aquella sangre valiosa.

–Izaya, ¡Izaya! –chilló.

–¿Qué haces aquí, Shizu-chan? –Preguntó el herido en medio de quejidos.

–¿Qué pasó? –Había comenzado a llorar– ¿Quién te hizo esto? Lo mataré.

–Estoy bien. Esto no –el dolor le hizo callar unos momentos–...no me matará.

Pero ni siquiera Izaya confiaba en sus palabras. No, claro que no. Había mucha sangre, su vista estaba poniéndose borrosa, y no es que fuera dramático, o débil, pero de alguna manera, sentía como la vida se le escapaba por la herida en forma de sangre.

Y se le partió el corazón. Con cada lágrima de Shizuo, su interior era atacado por un estúpido sentimiento de culpa, y es qué, indirectamente estaba herido por su culpa –y por la de Akane, y por la suya misma– ¿Cómo le diría eso? ¿Cómo podría? Eso simplemente lo mataría –o lo terminaría de matar–. Un día, tiempo atrás, habría deseado su muerte, pero no ahora, no él. Él debía vivir. Ese había sido su deseo en el templo.

Izaya intentó hablar, alzar su mano y tocar la cara de Shizuo –seguía sin saber si sería la última vez–, pero un dolor punzante lo detuvo. Solo pudo hablar. Faltaban minutos, no, segundos para que perdiera la conciencia, o tal vez muriera.

–Shizu-chan –Tosió–...mi bolsillo...tu anillo. Sácalo. Por favor.

El llanto de Shizuo era desgarrador. Un grito salió de su garganta, repleto de sentimientos, repleto de dolor, nunca nadie lo había visto así, y es que nunca lo había estado, nunca nada le había dolido tanto –o entristecido–, nunca nada ni nadie había provocado en él esas ganas de matar, de vengarse. De querer dar su vida a cambio.

El paramédico intentó acercarse y retirarlo del lado de Izaya, pero Shizuo no lo permitió. El pobre hombre había recibido un golpe que lo había dejado sin aire en el suelo. Y fue afortunado. Mucho. Demasiado. En la condición de Shizuo un solo golpe lo hubiera matado.

–No, Pulga, no –Lloró una vez más.

–Sácalo. Es para ti –Izaya se resistió al sueño que amenazaba con poseerlo. Necesitaba que Shizuo lo tuviera.

Y entonces le hizo caso, en medio de lágrimas y mocos, de habladurías y susurros,...en medio de sangre y heridas, sacó aquel anillo dorado del bolsillo del pantalón de Izaya, pero eso lejos de calmarlo, le provocó más llanto –y más furia–. Era el recordatorio definitivo.

No había pasado más que un minuto desde la llegada de Shizuo, quedaban pocos segundos, muy pocos, antes de que Izaya perdiera la conciencia y empezara con su lucha interna para no morir –o tal vez morir sin siquiera darle oportunidad a esa lucha–, tenía que decirlo. Y pronto.

Así que intentó poner una sonrisa a pesar del dolor y el sueño y habló:

–Shizu-chan...perdón –de sus ojos se escurrieron varias lágrimas–. Te quiero tanto...

Y entonces sus ojos se cerraron.

Y Shizuo gritó.

Y el grito fue tan desgarrador, que el alma de todos los que estaban allí, se quebró junto con la de él.

Eso era amor.

O había sido amor.

.

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Izaya ya no respiraba. No lo parecía.

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Continuará

(Solo diré: No me odien. Pero si me odian, pues bueno, yo igual los sigo amando :* Y me seguirán odiando, me odiarán mucho mas. 

Perdón por la tardanza, estoy en cierre de semestre (de carrera, ya voy a ser adulta en forma T_T) y tengo demasiado trabajo. En fin. Aquí está. HASTA LA OTRA SEMANA)

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora