Capítulo 43: Un susurro de dolor

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Afuera, en la calle, un árbol que alcanzaba la ventana del cuarto de Izaya se movió con un aire rítmico que acababa de rozarle las ramas; Shizuo lo observó distrayéndose un poco de la cara pálida y dormida de Izaya y se imaginó que sería dejarse ir de esa manera.

Se preguntó si Izaya se había sentido de esa manera cuando casi había muerto –porque estaba seguro, Izaya había muerto (aun si los médicos no se lo habían confirmado en ningún momento)–, se preguntó cuánto tiempo había perdido en realidad a Izaya y cuánto tiempo tendría que pasar para... bueno... cumplir su compromiso con su oración-ruego-plegaria-sacrificio al aire, ala cielo, al destino, a la muerte, a Dios o a Buda. Seguro necesitaría mitad de su vida para ello. Pero Izaya estaba vivo, y eso era lo que importaba.

El cuello le dolía, sus piernas estaban rígidas, sus manos bailaban sobre sus piernas y el sueño amenazaba con invadirlo. Shizuo sintió ganas de un café, uno muy cargado y grande, pero se recordó que posiblemente, alguien llegaría al hospital con la intención de rematarlo, por lo que se obligó a seguir despierto sin el café aun si tenía que empeorar sus dolencias –cuello, piernas, manos, espalda...–, no permitiría que nadie se acercara, nadie, absolutamente nadie, a excepción de aquellos médicos que habían salvado su vida salvando la de Izaya.

Se levantó de la silla y caminó un rato por la habitación con pasos cortos y silenciosos para no causar molestia alguna, intentado además, con todas las fuerzas de su alma no sentirse impotente e inevitablemente cansado. Quería salir y descubrir el culpable, o por un café cargado de tamaño extra grande, o ir a conseguir una camilla y dormir en ella, o tal vez observar a la Pulga toda la noche y pensar en cómo le diría lo que le tenía que decir. Quería hacer todo, menos quedarse sentado y pensar en lo que le diría a Izaya cuando despertara. Pensar en que haría el después.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda. ¡Mierda!

Shizuo sintió unas ganas casi volcánicas e irresistibles de olvidar su compromiso con el aire –o con quien fuera que lo hubiera escuchado– y quedarse toda la vida de la manera que tenía planeada. Sintió ganas. Muchas. Demasiadas... de olvidarse, de ignorar. Pero no pudo, no podía, estaba seguro que Izaya vivía por un milagro, no por nada más. Con la muerte no se jugaba. Simplemente había que cumplir y así mantenerla lejos.

Observó por la ventana y observó a los pequeños humanos que caminaban tranquilamente en la calle. Idiotas, estúpidos. Seguía molesto, tan molesto que sintió ganas de desquitarse con esos estúpidos humanos que nada tenían que ver con su desgracia, la cosa era que verlos andar tan tranquilos al compás del aire nocturno sin mayor preocupación, lo hacía sentirse tremendamente envidioso, y enojado, y molesto. Rogaba por estar en un sueño, por estar dormido y no en aquel lugar repleto de enfermos, sollozos y de una triste realidad.

Apretó los dientes y apoyó la frente en el cristal de la ventana, cerró los ojos y se dejó ir por sus pensamientos. Estaba comenzando a imaginarse su amargo futuro cuando escuchó un ruido a su espalda.

El corazón se le detuvo, dejó de respirar, pero incluso así no abrió los ojos. No quería ilusionarse, no quería abrir los ojos y encontrar que se había imaginado todo, que Izaya seguía dormido –o más bien, inconsciente–, que seguía sin volver a él.

Pero entonces volvió a oírse un ruido. Y luego un ligero: Shizu-chan.

Esa voz era definitivamente la de su Pulga, definitivamente era la que tanto odiaba/amaba a diario. Su Pulga. Despierto al fin.

Shizuo volteó de inmediato en respuesta a su nombre pronunciado de esa manera tan peculiar y se encontró con el rostro de Izaya girado hacia su lado, con los ojos grandes que él tenía, muy pequeños por lo sucedido hasta el momento, casi a punto de cerrarse y la boca torcida en una mueca que debería ser una sonrisa; los labios de Shizuo eran casi una línea, sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas nuevamente, y por poco se le lanza encima.

Sin embargo, se obligó a quedarse quieto. Estático. No quería lastimarlo.

–Pulga... –dijo.

La voz salió de su pecho emocionada por el despertar de Izaya, pero no se escuchó así. Sonó triste. Un susurro doloroso y triste.

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Continuará

(¡Despertó la Pulga! Amores, hola. No ha pasado ni una semana y ya los extrañaba. Les cuento que publiqué un cap de KOMOREBI con el que se van a infartar <3, estoy segura de ello.

También les recuerdo que el final se acerca, y que si quieren alguna dedicatoria, deberían decirlo ahora.

No es más, amores. Hasta el próximo sábado.)

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora