Capítulo 45: Reuniendo recuerdos

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Shizuo salió a llamar a uno de los médicos para avisarles que Izaya había despertado. Cuando los médicos llegaron a la habitación hicieron una reverencia y de inmediato revisaron sus signos vitales, la herida y el suero. Todo bien.

Un milagro. Uno que les ponía los pelos de punta, pero los hacía felices.

–Es un milagro que se encuentre con vida –dijo uno de los doctores a Izaya.

A Shizuo lo recorrió un escalofrío con esa confirmación. Lo sabía. Lo perdió por un momento. Y solo lo había recuperado por... por aquella alma.

Izaya también lo sabía. Estaba seguro. Ahora el mensaje de su cabeza tenía más sentido, aunque no era completamente comprensible.

Nadie dijo nada, así que los médicos volvieron a hablar.

–Usted estuvo muerto alrededor de 5 minutos –dijo uno de los médicos. La sangre de Shizuo se heló, todo el cuerpo se le crispó. ¡5 minutos!–, estábamos a punto de desconectarlo, cuando usted volvió a respirar. Es muy afortunado.

A Shizuo le palpitaba la mandíbula, escuchar como confirmaban sus sospechas lo inquietaba, desesperaba, atemorizaba. Estaba aterrado. Pero Izaya... Izaya estaba serio, inexpresivo, parecía que nada de lo que le decían le sorprendía.

Un silencio incómodo se apoderó de la habitación, por lo que los médicos siguieron hablando por turnos. Se cansaron de esperar la respuesta de los dos hombres.

–Está bien ahora –declararon–, estará en revisión esta noche y mañana podrá ser dado de alta dependiendo de su evolución.

Luego, los dos médicos hicieron una reverencia y se retiraron de la habitación.

El silencio volvió a apoderarse del lugar. A Shizuo le seguía palpitando la mandíbula, tenía los puños fundidos y mantenía los labios bien pegados para no dejar escapar ni una sola palabra. Estaba a punto de echarse a llorar de alivio y tristeza.

Fue Izaya quien rompió el silencio.

–Estoy vivo, ¿sí? Deja de poner esa cara.

Shizuo no se sentía listo para hablar. Sentía los sollozos atorados en la garganta y en los ojos; quería correr a abrazar a Izaya y decirle que lo amaba, que nunca lo dejaría. Quería... no podía. Eso solo haría más difícil la despedida.

Si lo besaba, lo haría por última vez. Aunque el recuerdo de ese beso lo destrozaría a diario.

–Shizuo –Izaya arrugó el ceño, parecía enojado–... estoy vivo, estoy vivo y te haré la vida imposible de ahora en adelante, así que ¿podrías dejar de poner esa cara? Me dan ganas de vomitar.

Ahí estaba, su Izaya. Su agrió, estúpido, grosero, molesto, y perfecto informante. Lo quería tanto. Tanto, ¡tanto!

–Deja de hacerme rogar por un estúpido beso –dijo Izaya al fin–. Y dame mi anillo. Fenómeno.

Ah... ¡Ah! ¿Cómo no quererlo? Lo quería tanto. Cada fibra de su ser destilaba sentimientos por él, todas y cada una de ellas, hasta el más mínimo cabello. Lo amaba. Lo amaba más de lo que entendía.

Así que finalmente soltó los puños, despegó los labios y caminó hasta donde estaba Izaya furioso.

–Idiota –le dijo Izaya cuando Shizuo se sentó en la cama y hundió el colchón provocándole una punzada de dolor que, por supuesto se aguantó.

Entonces Shizuo acunó su rostro como lo había hecho otras tantas veces y lo besó al fin. ¡Al fin!

–Pensé que te perdía... –admitió Shizuo.

–Cállate –ordenó Izaya mientras le mordía el labio inferior–. Necesito un beso, así que dámelo.

Y eso hizo. Le dio uno, dos, y hasta tres. Le dio todos los que quiso y pidió, también los que no pidió y los que no necesitaba. Quería guardar ese recuerdo en su memoria, quería tenerlo presente en todo momento cuando se hubieran separado, y así, contrarrestar el recuerdo del beso de despedida.

Cuando recargó un poco su memoria, Shizuo frotó su nariz con la de Izaya, luego con su mejilla y luego con su cuello.

–Te quiero, Pulga. Te querré siempre.

A Izaya lo recorrió un escalofrío. Algo definitivamente no iba bien.

–Shizuo... –siseó.

–¿Qué pasa?

–Exactamente, ¿qué pasa?

Ahora el escalofrío recorrió a Shizuo.

–Nada.

–No sabes mentir, fenómeno. Algo pasa.

–Por supuesto. Aún no creo que estés vivo, que yo te esté besando, que el hospital siga en pie, que yo no sea un criminal. Eso pasa.

Izaya entendió su punto. Shizuo no mentía, pero esa no era la respuesta a esa pregunta. Sin embargo, Izaya se quedó tranquilo con esa.

–Es la 1:00 de la mañana –dijo Shizuo–. Duerme, ¿sí? Estaré aquí cuando despiertes.

Algo definitivamente no estaba bien, nada bien.

La razón le pedía a Izaya seguir despierto, no apartar la mirada de Shizuo. Su cuerpo le pedía dormir. Estaba agotado. Quisiera o no, iba a caer dormido.

–Duerme conmigo. Acuéstate aquí –Izaya aguantó las punzadas de dolor y se corrió hacia la izquierda para hacerle campo al cuerpo que necesitaba.

–No, te haré daño. Yo dormiré en la silla.

Se moría por dormir con él. Pero eso solo haría más difícil las cosas.

A Izaya le impacientaba lo terco que podía llegar a ser su pareja. Pareja... pareja. Aún le sabía extraño esa palabra en su boca, y no por lo que significaba, sino porque para él, esa palabra, esas 6 letras no decían todo, no daban a entender ni a ellos ni a nadie, todo lo que ellos eran. No eran simplemente una pareja, no eran una vulgar pareja cualquiera, no. Ellos eran más, eran todo, eran más del todo, eran los que cambiarían Ikebukuro. Por eso "pareja" siempre sabía raro en su boca, y porque Shizuo era más que su pareja, era su destinado, su media naranja, su vida representada en otro cuerpo.

No eran otra vulgar pareja.

–Ya. ¡Ya! Es orden. Necesito que duermas conmigo.

Se acostó a su lado y durmieron. En un suspiro los dos habían caído rendidos ante sus sueños.

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Continuará

(No se que me hacen ustedes, pero anoche casi me levanto a publicar el capítulo que estoy publicando hoy y que debería ser para el sábado jaja

Nada, amores, espero que lo disfruten :D y envíenme todas sus energías, para que los de Walskium.es respondan a mi correo y, tal vez, me den trabajo >u< De verdad quiero trabajar ahí.

Hasta la otra semana, amores.)

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora