Epílogo

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–Shizuo –lo llamó Tom–, Shizuo...

Shizuo tenía su celular en sus manos, sus dedos se paseaban por la pantalla y acariciaban la imagen que había en ella recordándole lo feliz que fue por un momento. La foto de Izaya y suya en el castillo de Wakayama era su sustento diario, su seguro anti locura, era lo que lo mantenía, además, era lo que le daba fuerza para continuar transformando a Ikebukuro a su manera.

Cuando Shizuo dio el primer paso fuera de la casa de Izaya y dio el portazo de despedida, tuvo que salir a correr para no romper la puerta y entrar tal y como lo había hecho la primera vez; aún sin saber qué hacer llamó a Tom y le contó que había dejado a Izaya, luego le rogó que lo esperara en la oficina y que lo ayudara a dirigir y planear aquello que necesitaba para volver a tener alma.

Desde ese entonces y hasta ese momento en la oficina de Tom, Shizuo se había negado a recibir noticias de Izaya, no quería flaquear; la sola idea de escuchar su nombre le hacía temblar las rodillas, le entraban ganas de verlo y buscarlo, y por eso no se lo podía permitir.

Pero, entonces su hermano en algún punto de la línea de tiempo se enteró de su historia, y como su hermano era un ángel y era la única persona a la que nunca le haría daño, no podía hacer nada cuando Kasuka llegaba a su trabajo y le soltaba uno que otro dato, o sencillamente le enviaba mensajes –Kasuka había cambiado su cercanía con su hermano a raíz de las noticias, de cierta manera Shizuo había ganado una compañía que siempre anhelaba– con noticias sobre actos de Izaya. Solo podía aguantarse el temblor de las rodillas y el cuerpo entero.

Solo por eso, Shizuo sabía que los dos trabajaban en lo mismo a su manera. Shizuo como cobrador de deudas, Izaya como informante.

–Shizuo –volvió a llamarlo Tom–... Ey...

–¿Ah? –respondió Shizuo desorientado– Disculpa, Tom-san, estaba divagando.

Tom lo observó con pesar y pensó en si debía hablarle del tema. Aún después de tanto tiempo, Shizuo seguía poniendo ese rostro destrozado cuando escuchaba alguna pregunta sobre el tema.

–¿Aún lo quieres, no? –preguntó, pero en realidad fue una afirmación.

–Por él me levanto todos los días, Tom-san. –Shizuo volvió su mirada a la foto.

–Han pasado 2 años, Shizuo, y aún no logramos un cambio lo suficientemente bueno.

–Estamos cerca, Tom-san. Estamos cerca.

–Shizuo...

–Déjalo Tom-san –guardó su celular–, vamos a trabajar.

Dos años... dos años lejos de su Pulga y aún lo quería de esa manera. A veces manejar la soledad y el espacio vacío entre sus brazos se le tornaba difícil, pero entonces sacaba su celular, rebuscaba la foto que le daba fuerzas, se recargaba un poco de esa apariencia y volvía a trabajar con el recuerdo del beso en el hospital y la foto en el castillo. Lo malo era, que a veces se quedaba sin paciencia. Entonces tenía que desaparecer de todo y todos e irse solo a algún lugar dónde pudiera pensar tranquilamente. No importaba que tan furioso o cansado estuviera, siempre volvía al día siguiente con fuerzas para seguir el cambio que necesitaba.

–No, ya te lo dije. Hoy no tenemos nada.

–¿Ah?

–Shizuo, necesito que me hagas un favor.

Tom se había encontrado con Izaya hacía dos días. Por supuesto, no por casualidad, Izaya lo había buscado en secreto.

Cuando al fin se encontraron a solas, Izaya fue sincero con la situación y sus avances en Ikebukuro. Lo había logrado.

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora