–Está estable. Acaba de salir de operación –dijo uno de los médicos–. Se le asignará habitación y podrá pasar a verlo.
–Tranquilícese –dijo el otro médico, el idiota. Bueno, más bien el ex idiota. Ese susto había sido un gran escarmiento y una gran enseñanza–, va a estar bien.
Shizuo limpió su rostro y se levantó para agradecerles con una reverencia por haberlo salvado –a él y a Izaya, y al hospital entero–. Por haber permitido a su amarga oración-ruego-plegaria-sacrificio ser escuchada, por haber salvado a su Pulga. Tom se paró a su lado y los dos se inclinaron hacia el frente, los médicos se retiraron y al fin hubo un poco de paz en el ambiente.
–Tranquilízate, Shizuo –dijo Tom–. No puedes dejar que Izaya te vea así.
–Ya lo sé, Tom-san –dijo Shizuo con el alma un poco más recuperada.
–Necesito que te vayas a tu casa, te bañes y te cambies de ropa.
–No lo dejaré.
–Yo me quedaré acá mientras tú vuelves, no te preocupes. Pero necesito que vayas y cambies tu ropa sucia y desinflames tu rostro con el agua caliente de un baño. Por favor.
Shizuo sabía que su jefe y amigo tenía razón, pero no lo quería aceptar. Tenía la sensación de que si se iba, algo malo –más malo– iba a pasar, que alguien iría al hospital y mataría a su Pulga, y no quería que eso pasara. No se quería ir.
–Shizuo... yo lo cuidaré –Dijo Tom en respuesta a sus silenciosos miedos–, no dejaré que nadie le haga nada.
Shizuo sabía que era verdad, así que aún si todo su ser le gritaba que se debía quedar ahí, le hizo caso a su jefe y corrió a su casa por un baño de agua caliente y ropa limpia.
Cuando volvió –una hora después– al hospital, a Izaya ya le había sido asignado un cuarto. Corrió hasta él y encontró a su jefe, Tom, sentado en la silla al lado de la cama donde Izaya dormía, y rodando por su mano el anillo que le había dado a Izaya.
–Una enfermera dejó sus pertenencias –dijo Tom–. Vino la policía, les dije lo que sabía (casi nada) y dijeron que volverían cuando Izaya despertara.
–Gracias, Tom-san. Te lo agradezco mucho –Shizuo fue sincero.
–¿Tú se lo diste? –preguntó Tom mostrando el anillo que bailaba en sus dedos.
–Si –fue lo único que dijo.
–¿Y, él te dio uno?
Cuando Shizuo llegó a su casa y vació sus bolsillos, vio el anillo que Izaya había tenido para él esa noche en su cita, y sin poder evitarlo, lloró. Y lloró incluso más, cuando lo dejó rodar por su dedo anular y recordó su oración-ruego-plegaria-sacrificio. Está vivo, es lo que importa –pensó para sí mismo, mientras seguía llorando.
Shizuo estiró la mano izquierda hacía Tom y le mostró su anillo.
–¿Van en serio, no? –preguntó, Tom.
Shizuo no pudo responder. Por supuesto que iba en serio, pero ese en serio no siempre era suficiente –como en esta ocasión. Así que bajó los ojos y arrugó el ceño para intentar contener su dolor.
–Gracias por cuidarlo –agradeció Shizuo–. Puedes irte a descansar, Tom-san.
Tom se levantó de la silla y estiró el brazo hacía Shizuo, devolviéndole así el anillo que él le había dado a Izaya en sus vacaciones.
–Llámame si necesitas algo.
Se dio la vuelta y salió por la puerta café detrás de Shizuo. Tom definitivamente necesitaba una mujer. Esa noche quería a una mujer entre sus brazos y sobre sus piernas. Incluso consideró hablarle con ternura, seducirla y hacerla sentir bien.
Ese era el amor que él buscaba. Ese era el único amor que él necesitaba.
.
.
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Continuará
(Qué les digo? Verán, me sentía como que les había dejado demasiado a medias con la entrega anterior por lo corta, así que me re contra mega adelante y publiqué hoy :D espero les guste. Aunque, eso si, no se cuando vaya a publicar la semana entrante.
Saludos, amores <3
Todos por #UnMundoConMasShizaya
:* )
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2. Si pudieras desaparecer
FanfictionIzaya y Shizuo han comenzado a tener una relación de pareja desde aquel encuentro inminente en el apartamento de Izaya, aún lo manejan en secreto, nadie puede enterarse, el amor de esos dos podría provocar un cambio en la vida de Ikebukuro para bien...