Capítulo 37: Muerte

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Las calles estaban llenas, a reventar, como siempre pasaba en Ikebukuro, y por primera vez en su vida, odió aquel barrio, aquella prefectura que le había visto crecer. Empujó a todos, no le importó, corrió como si su vida dependiera de ello; por alguna razón su pecho se sentía pequeño y aprisionado, un poco aplastado, el llanto de Shizuo no era normal. O algo le había pasado a Kasuka o algo le había pasado a Izaya. Si no quería que Shizuo fuera un criminal tendría que correr, correr mucho y llegar a ese hospital, cada segundo era vital.

Los pulmones de Tom ardieron en protesta por la falta de aire en ellos y el esfuerzo producido. Ya habían pasado 10 minutos y aún le faltaban 4 cuadras repletas de gente. Estaba agotado. Fue entonces cuando recordó el llanto de Shizuo y fue capaz de seguir corriendo a través de la multitud. Por su cabeza no pasaba nada, absolutamente nada, la tenía en blanco, sin siquiera una teoría de lo que había hecho que Shizuo quedara en ese estado; no sabía ni que iba a hacer cuando llegara dentro de 3 minutos y al fin lo pudiera ver deshecho por lo que fuera que hubiera pasado, él sencillamente, era pésimo consolando gente.

Cuando al fin estuvo frente a la puerta del hospital se detuvo un poco a respirar, a recuperar un poco del oxígeno que le había quitado a sus pulmones. Jadeo sin parar mientras su pecho subía y bajaba en un ritmo desesperado; quiso sentarse, descansar, pero no podía, necesitaba encontrar a Shizuo. Lo primero que se le ocurrió fue ir a la sala de espera. Tenía que estar allí.

Y allí estaba, sentado, casi muerto, roto en llanto, con la cabeza entre sus manos.

–Shizuo... –Susurró Tom– ¿qué pasó?

Cuando levantó la cabeza y le mostró su rostro Tom tuvo que tomarse un momento para comprobar que era Shizuo. Tenía los ojos tan hinchados y rojos que no pudo reconocerlo, además, su ropa, su pelo, sus manos. Todo él era sangre, todo él estaba hecho un desastre. Pasó saliva.

–Lo siento, me tarde un poco más en llegar –Se disculpó Tom viendo que Shizuo no podía ni hablar.

La boca de Shizuo al fin se movió, pero de sus labios no salió ni una palabra. No sabía que decir, no sabía por dónde empezar. Entonces se quedó callado y volvió a esconder su cabeza entre sus manos. Antes, cuando pensó en Izaya –antes de que llegara Tom–, a su mente había llegado una terrorífica respuesta. Sabía que Izaya estaba mal, había perdido mucha sangre y posiblemente eso se debía a él por no haber dejado que los paramédicos lo atendieran rápido, así que indirectamente se sentía muy culpable, sabía que tenía que rezar. Así que rezó –siguió rezando– a cualquiera que fuera la divinidad que lo escuchara, con la diferencia que esta vez se estaba planteando un nuevo sacrificio. Todo para que Izaya se salvara.

Cinco minutos después, un médico –el otro, el que daba las instrucciones a las enfermeras– salía por la puerta en dirección a Shizuo y Tom –qué observaba callado a su amigo– con la cara como una piedra. Parecía llevar malas noticias. Exactamente 10 pasos los separaban, Shizuo acababa de terminar la oración-ruego-plegaria-sacrificio, acababa de pronunciar el último por favor cuando levantó la cara y vio las palabras atoradas en la garganta del médico y la cara que las expresaba.

No se había salvado.

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Continuará

(Les doy permiso de tratarme mal en los comentarios. Yo solo diré que espero leerlos la próxima semana.

Por cierto, hay nueva entrada en el Blog, espero se pasen por allá :D y pasen a ver a mi hermoso perro en instagram :) Además, hay nuevo capítulo de Komorebi

Yo los amo, no lo duden

¡Ah!, por cierto, @Nagisa454 había olvidado por completo tu dedicatoria, no me mates. Pero aquí está, este es para ti (perdona lo terrible). Hasta la otra semana)

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora