Unos minutos después escuché el portazo. Era mi señal. Dejé el plato sobre el mesón de mármol casi lleno de pasta, agarre el celular del que Shizuo tenía el número y salí casi que corriendo hacia arriba. Abrí la puerta y me asomé de reojo para comprobar que Shizuo ya no estaba en el pasillo; cuando lo confirme, corrí hacia el ascensor y casi que rompí el botón con la flecha hacia abajo. Era extraño que yo perdiera la calma de esa manera; normalmente yo era una persona muy centrada, pero ese día..., ese día tenía un agujero en el estómago y a millones de hormigas carnívoras recorriéndolo como si fuera su casa. Tenía nervios. Si, nervios.
Shizu-chan caminó hasta el metro muy tranquilo, miraba su celular una que otra vez, casi suspiraba, y seguía. Estaba tan distraído que no necesité esconderme. Nunca notó mi presencia.
Cuando llegamos a la estación de Ikebukuro, salió corriendo escaleras arriba y no paró hasta llegar a la oficina de Tom; por poco le pierdo la pista. Vorona abrió la puerta, se paró como un robot, y recibió a Shizuo.
No pude escuchar lo que hablaron, pero lo que veía no me hacía muy feliz. Shizuo le sonreía a Vorona, ella a él (aunque muy a su manera, ella parecía una marioneta, una especie de robot), parecían felices mientras intercambiaban algunos papeles. Shizuo recibió la carpeta café y se la llevó al pecho, alzó una mano y acarició la melena rubia de la cabeza de Vorona. Sentí una punzada en mi pecho, peor a que si me atravesaran con cuchillo, peor que ser atravesado por mil agujas. ¡Mucho peor! Incluso podría asegurar que el clima había cambiado y ahora nevaba, que un virus alteraba el ambiente y lo que nos rodeaba era todo desgracia. Definitivamente los celos eran muy poderosos.
Dejé de ver, todo eso de alguna manera era demasiado para mí. Me recosté contra la pared y me dejé caer al suelo, el dolor iba aumentando, creciendo y esparciéndose, pareciéndose cada vez más a la muerte en vida a la que había sobrevivido hacía un mes cuando creí que nunca podría estar con Shizuo. Así de grave era.
Mi interior se retorció y sufrí por un segundo. Pero entonces a mi mente llegaron los recuerdos de sus palabras, de su afirmación, de su promesa. "Nunca te voy a dejar, Pulga". La forma en que me lo dijo parecía real. Y yo sabía que era real. Yo tampoco lo iba a dejar.
Solo eran celos.
Insignificantes, estúpidos e inútiles celos.
Complicado. Doloroso. Estúpido. Era solo que cuando se trataba de él, no podía pensar claramente, toda mi mente era nublada por el miedo y la idea de un futuro oscuro, me impedía centrarme y pensar racionalmente, incluso me olvidaba de quién era Shizuo. Él nunca decía mentiras.
Fue en ese momento que por primera vez en mi vida, me plantee confiar en alguien; sin trampas, sin desconfianzas, sin mentiras, sin tanto drama. Y entonces me levanté, limpie mi pantalón, arregle mi chaqueta, me di media vuelta y dejé a Shizuo atrás. Confiaba en él.
Y por sobre todas las cosas, lo amaba a él.
Sentí cierta paz y tranquilidad cuando me percaté de ese cambio que acababa de experimentar, aunque de alguna manera era incómodo, y de otra, muy satisfactorio, pero por sobre todo, muy extraño.
El clima volvió a cambiar, las enfermedades desaparecieron, todo volvió a la normalidad con la extinción de mis celos. Con Shizuo había tenido muchas primeras veces, ya hasta incluso había perdido la cuenta, pero esa..., esa de seguro dejaría una marca. Yo no confiaba en nadie, nunca.
Saqué mi celular y de inmediato llamé a Akabayashi.
-Tengo alguna información. -Iba a revelar quién era el amigo de Akane-chan, en otras palabras yo.
-Dime, ¿quién es? -Preguntó Akabayashi.
-Se llama Nakura, es un nombre falso, solo lo usa en Internet. La cosa es que su IP no se puede rastrear, así que no se su verdadera identidad. Pero, descubrí que se ha estado comunicando con Akane-chan.
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2. Si pudieras desaparecer
FanfictionIzaya y Shizuo han comenzado a tener una relación de pareja desde aquel encuentro inminente en el apartamento de Izaya, aún lo manejan en secreto, nadie puede enterarse, el amor de esos dos podría provocar un cambio en la vida de Ikebukuro para bien...