Capítulo 40: Un grito de esperanza

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Izaya seguía dormido, inconsciente y aún faltaban horas para que despertara, pero su mente procesó el mensaje y lo guardó con recelo. No sabía quién lo había dado, no entendía muy bien todo el mensaje, y no entendía nada de lo que pasaba, pero agradeció.

Los monitores conectados al cuerpo de Izaya habían empezado a marcar signos vitales de una forma completamente inexplicable. Cuando el cuerpo de Izaya entró en urgencias, había perdido tanta sangre que para su cuerpo fue casi difícil controlar la entrada de la sangre de las bolsas y mantener a Izaya vivo mientras los médicos corrían al quirófano a operar su herida. Su interior luchó, de verdad así fue, pero la muerte se presentó. Supo que no importaba cuanto luchara, al final del día estaría muerto y en camino a una nueva vida. Así que dejó de luchar sin importarle que ya estaba estable y murió en camino al quirófano, al lado de médicos que creían que no se trataba de un caso del otro mundo, y que no habría complicaciones.

Médicos estúpidos, arrogantes. Su cara fue tan épica, tan trastornada... que alguien se muriera desangrado por ese tipo de herida era casi imposible, era un caso que no presentaba mayor complicación, era fácil, no necesitaban usar todos sus años de universidad para poder salvarlo. Era fácil. Pero entonces murió de repente, cuando ya estaba estable, cuando iba camino a quirófano para quedar completamente curado. ¡Murió! Así que volvieron al espacio de urgencias e intentaron reanimarlo. Pero luego de casi 5 minutos intentándolo se dieron por vencidos.

–¿Hora de la muerte? –Preguntó una enfermera.

El médico idiota estaba más que estático en su sitio, ese se trataba de su primer muerto. Y se podría decir que era por negligencia suya, por no dar todo de él aún en ese caso sencillo y considerarlo estúpido e indigno de la vida por ser gay. Un muerto... un muerto a la lista. Definitivamente era más fácil pensarlo que vivirlo. Fue en ese momento que el médico entendió la basura de humano que era y esa muerte le dolió más que incluso la de un batallón entero. Eso había sido culpa suya.

–7:00 pm –respondió el otro médico.

Una hora antes de su cita.

La enfermera lo anotó y se dio la vuelta para retirarse. Los dos médicos estaban pasmados –uno más que él otro–, pero a pesar de su malestar, tenían que darle la mala noticia al hombre de afuera. Se miraron y en silencio sortearon quien sería el desgraciado que le diría que por negligencia médica, alguien que debió haber vivido muchos años de vida, había muerto camino al quirófano. El médico idiota se salvó, aunque eso no lo hacía sentir mejor, al contrario. Se sintió aún más miserable.

Taparon la cara de Izaya con la sábana blanca a la que estaban acostumbrados a ver en la morgue y lo vieron por última vez rogando su perdón.

El médico responsable de dar la noticia se dio la vuelta y caminó hacia la sala-pasillo donde estaba el hombre destrozado que había visto correr con la camilla. Sintió miedo, culpa, dolor, y el mismo rogó a su santa ciencia estar en un sueño. Se mordió la mejilla y se detuvo un momento contra una pálida pared intentando tomar el aire que necesitaba para dar la mala noticia.

Lo que el médico no sabía, es que si él no hubiera sentido culpa y no se hubiera detenido a tomar aire y fuerza para dar la mala noticia, Shizuo no habría alcanzado a terminar la oración-ruego-plegaria-sacrificio y el humano separado por una cortina de Izaya no habría muerto para darle su vida al cuerpo que él acababa de tapar con una sábana blanca.

Todo está unido. Todo en la vida pasa por algo. Todo. Absolutamente todo. Si el médico no hubiera sentido culpa, si el médico no hubiera parado por esa culpa... si el médico no fuera humano y fuera un idiota, más de medio hospital habría muerto a manos de Shizuo. Habría sido una noche roja, muy roja, y que por supuesto marcaría historia. Tristemente.

Al fin salió y se detuvo a 10 pasos del hombre con traje de Bartender. Estaba destrozado, totalmente destrozado, no sabía cómo se lo diría. Al contrario del otro médico, ese no era su primer muerto, pero si uno de los que más le había impactado. Y por supuesto, la noticia más difícil que daría. Porque la muerte había sido culpa suya (más o menos, era una culpabilidad compartida).

Abrió la boca y se le cortó la voz cuando vio cómo el hombre en la silla se empezaba a desmoronar y a perder su propia vida, además del miedo escrito en la cara de su acompañante –aunque no lo entendió–; no podría, la noticia no saldría de su boca, no tan fácil, iba a ser difícil, pero tenía que hacerlo, y cuando estuvo a punto de balbucear las desgracias, un grito de esperanza lo salvó.

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Continuará

(Lamento el día de tardanza, amores, pero mis sobrinos están de visita, así que estoy de tía responsable. 

Espero les guste el capítulo y lo disfruten, porque, ¿quieren saber algo? Nos quedan solo 22 páginas :( estoy que me siento a llorar, no quiero dejar ir esta historia :(, no quiero dejarlos a ustedes, me está dando duro. pero bueno.

Gracias por su apoyo, amores. He publicado cap de KOMOREBI, Espero se pasen por allá :* hasta la otra semana.)

2. Si pudieras desaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora