— ______, creo que se como ponerme una corbata.
Le arreglo la corbata, porque la tenia mal puesta, mientras me mira con una leve irritación. Tom casi nunca usa corbata, es más, no recuerdo la última vez que lo vi con una puesta. La gente ya nos esperaba abajo y Tom esta tardando mil años en arreglarse. Aveces es mas vanidoso que yo, pero no puedo culparlo por demorarse tanto. Acababa de ser dado de alta en el hospital y volvía a cojear, no tan mal como antes, solo algo leve. Pero aun así me asegure de que no se cayera.
Si, tan linda yo preocupándome por mi hermanastro.
— ¡Deja de moverte! —Tom hace un sonido de desesperación y yo le doy una sonrisa descarada, luego hice pucheros cuando empezaba a verse enojado. Agarro la botella de analgésicos, mejor conocidas como mis pastillas de la felicidad, y la agito ligeramente.— ¿Ya te tomaste estas?
—Woooow. ¿Mi hermanita se esta preocupando por mi? No puedo creerlo. —Me detengo y, para su sorpresa, me meto un par de pastillas en la boca. Casi se le salen los ojos. Trata de quitarme la botella, pero la sostengo detrás de mi espalda— ¿Qué te pasa? ¡Escupelas! No deberías tomarlas. —Cerrando los ojos, espero los efectos placenteros de las pastillas. Una ola de calma se esparce dentro de mi y brevemente siento la sensación de ser arrastrada por el océano. Solo que en realidad no era el océano. Sentí brazos y manos.
¿En que demonios estaba pensando?
— ¡Tom! ¡Bájame! —Me suelta sobre su cama, y yo caigo dando un grito de sorpresa, él hace una mueca mientras se inclina y revisa mis ojos— ¿Estas loco? —Digo, golpeándole la pierna— ¡Ya estamos tarde!
— No, tu estas loca —Me dice, presionando dos dedos contra mi cuello para chequearme el pulso— ¿Acaso se te olvido que colapsaste y vomitaste sangre por todo el piso la última vez que tomaste algo que no debías?
— ¿Y a ti se te olvido que aun tienes la pierna jodida? —Vuelvo a golpearle la pierna, esta vez un poco más fuerte. Pierde el balance y cae sobre mi. Grito cuando su cara se estrella contra mi estomago y puedo oírlo quejándose— ¡No me babees, Tom! —Me quejo, jalandole el cabello.
Me mira con los ojos llorosos, e inmediatamente me siento mal por golpearlo ahí. Usa sus manos para levantarse de encima mio y yo me enderezo para ayudarlo, pero él me jala bruscamente.
— Ugh. —Dice cuando caigo encima de él y se golpea la cabeza, maldiciendo fuertemente— ¡Quítate encima mio!
— ¡Tu me jalaste, idiota!
— Ah, ¿yo soy idiota? —Me mira desafiandome, pero luego termina frotándose la parte de atrás de su cabeza, donde se golpeo.
— Exacto —Mi cabeza da vueltas, y me siento mareada. Usualmente cuando me tomaba las pastillas de Tom para ponerme de buen humor, no me movía mucho ni hacía actividad física— Hay — Digo, agarrándome la cabeza— Idiota, no debiste haber hecho eso. Me siento mal.
Frunce el ceño, poniendo sus manos en mis caderas para quitarme de encima de él. Pero aprieta con demasiada fuerza. Grito del dolor.
— ¿Qué paso? —Vuelve a transformarse en el hermano protector pero me pongo de pie rápidamente y me vuelvo a sentar en la cama, tratando de alejar la sensación de malestar.
— Nada.
— No me mientas —Se sienta a mi lado y con sus dedos cepilla mi cabello hacia atrás suavemente. Lo miro con sorpresa— ¿Qué pasa, _____?
— No pasa nada.
Presiona su dedo pulgar contra el moretón en mi pelvis y yo salto ligeramente. A pesar de que ha pasado una semana desde que llegamos de Colombia, mi cuerpo parece no querer sanar lo más rápido posible. Cuando tengo moretones o cosas así, usualmente demoran mucho más tiempo de lo normal para curarse. Los doctores dicen que es porque no como correctamente o alguna mierda estupida como esa.
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Confesiones. Tom Kaulitz.
Fiksi PenggemarFamosa novela de Nede 12. Te invito a leer esta enigmática novela. Una vez que inicies la historia no podrás detenerte. Todos los derechos a Nede Gayle.