Una Subasta y Un Regalo.

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Los chicos me miraban sorprendidos, creo que estaban hipnotizados conmigo. ¿Qué si me sentía incómoda? ¿Qué ganaría con mentir? ¡Por supuesto que sí! Estoy acostumbrada a que las personas me vean de un modo inferior, siempre soy una empleada, o una simple chica que usa trapos, ropa que no es de buena calidad... Ahora... Ahora estoy vestida de un modo elegante, que me hace sentir distinta.

Ross tiene una sonrisa de oreja a oreja. Podría asegurar, que es la primera vez que lo veo sonreír de un modo que no es engreído. ¿Por qué tiene que ser tan extraño? Hay veces en las que creo que es un engreído, un tarado. Pero en ocasiones... Parece ser que en el fondo. Muy, muy en el fondo... Esconde un gran corazón. Sólo que... Es muy difícil de encontrarlo.

—Veo que todos se mantienen en silencio —dijo Ratliff. Cuando él habló, todos se movieron con un saltito. Como si hubiesen despertado de un largo sueño —. Pero aquí, lo único que importa es conocer la opinión de Laura.

Los ojos de todos, como si se tratase de algo muy importante, volvieron a clavarse en mí. Yo sonreí, porque la verdad es que, daban mucha risa. Parecían robots.

—¿Qué opinas Laura? —preguntó Ross, dejando de sonreír por un momento.

Vi su cara y por primera vez en mi vida, pude ver que reflejaba ansiedad. Ross Lynch, un millonario engreído y con una personalidad de mierda, estaba ansioso por saber qué pensaba yo, Laura Marano, una chica de pocos recursos. ¿Acaso hoy es el día de todo al revés? Porque no encuentro una explicación lógica para todo esto.

—Pues... —seguramente ellos esperaban que yo dijera algo lindo, algo mágico o que incluso llorase de la emoción. Pero... Seré sincera, como lo he sido durante toda mi vida —, Les diré que me siento distinta, que el vestido es hermoso, que me veo muy linda —todos sonrieron y asintieron. Parecían felices —. Pero está no soy yo. Puede que ahora me vea elegante, linda, una persona segura. Bueno... Sí soy segura, pero no tan segura. Es sólo que... Aunque ahora me vea así —me señalé a mí misma —. Mi interior sigue siendo el mismo, sigo siendo la chica pobre que está en un colegio que no le corresponde. Yo soy yo. Puede que me guste vestir así, pero... Una persona no cambia sólo por el modo en el que se vista.

Pude escuchar algunos suspiros. Riker me miraba con una sonrisa de orgullo, creo que mi discurso le gustó. Calum y Ross rodaron los ojos, mientras que Rarliff simplemente rió por lo bajo. Ross se veía algo... ¿Decepcionado? No lo sé...

No tiene porqué decepcionarse. Yo valoró que hayan hecho todo esto por mí, pero la verdad es que ellos deben saber un poco más de lo que es la vida. Creen que porque tienen dinero en demasía, son Dioses, o Reyes. Pero no. No es así. No porque me hayan cambiado para mostrarme la gran vida, significa que yo cambiaré. Tengo valores que me han enseñado durante toda la vida, soy como soy. A pesar de no tener tantos recursos, y no poder arreglarme, o cosas como hacen los ricos. Soy feliz. Puedo decir que soy una buena persona y que he sido sacrificada durante toda la vida.

—Pero...

Ross se acercó a mí, estaba dispuesto a hablar, quizás quería comenzar un debate. Pero en ese momento... Escuchamos unos pasos acercándose. Todos se callaron de inmediato y compartieron una mirada rápida de preocupación. Riker se acercó a mí, y señaló sus labios, para explicarme que debía mantenerme callada. Yo asentí. Ellos me hicieron señales para que los siga. Eso hice.

Caminamos por un largo corredor, hasta llegar a una puerta. Calum la abrió. Entramos a una habitación de paredes blancas, algo sucias. Estaba llena de cajas. Cuando todos entramos, Calum cerró enseguida.

—¿Qué pasa? —pregunté algo preocupada —. Por favor, no me digan que insistirán en cambiarme como si yo fuese una muñeca. Ya les dije que...

Cuatro Ángeles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora