Conversaciones.

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Ross se encontraba en la cocina. Pensó que como le permitían quedarse en la casa, él debería ayudar en algo, aunque sea algo pequeño. Así que quiso preparar la comida. El problema era que no sabía cocinar, así que no tenía idea de por dónde empezar.

Encontró en el refrigerador una pizza comprada, era la masa, tenías que prepararla. La sacó del empaque y quiso calentarla, así que la metió en el microondas, pero la máquina no hacía nada.

—¡Funciona! —le ordenó al electrodoméstico, que no hizo nada —. ¡Qué funciones ahora! —ordenó mientras movía sus manos como si fuese una especie de hechicero, pero nada pasó.

Escuchó una risa y se sintió avergonzado. Rápidamente se volteó y se encontró con Laura. Ella sonriente caminó hacia donde él estaba.

—Para que funcione tienes que conectar el microondas, sino nunca pasará nada —le explicó mientras recogía el cable del suelo. Ross sintió como sus mejillas ardían debido a la vergüenza y quiso ocultarse, pero no tenía dónde —. Y antes de calentar la masa, tienes que cortar los ingredientes. Es todo un proceso —volvió a hablar.

—Mm... —Ross frunció un poco su ceño —... cocinar es un poco más difícil de lo que pensé.

Laura ignoró las palabras de su novio y se acercó al refrigerador. Sacó bolsas con lo necesario: queso, jamón y salsa de tomate. Dejó todo en la mesa, y sacó la masa del microondas dejando todo lo necesario en la mesa. Primeramente abrió la salsa de tomate, sacó un poco y se la puso en la nariz al Rubio.

—Hacer una pizza entre dos es mucho más divertido —dijo a modo de defensa. Ross sólo se rió y negó con la cabeza. Iba a tomar la salsa para hacer lo mismo a su novia, pero ella fue más rápida y corrió la salsa —. Ni lo sueñes, amigo —advirtió.

Entre los dos comenzaron a preparar una pizza. Laura le explicaba a Ross todo lo que él tenía que hacer, entre los dos cortaron los alimentos y los iban poniendo en la masa. Aunque se ensuciaron bastante, porque también jugaron, ya que se comportaban como niños aún.

—...—

Vanessa estaba en su casa, en su departamento se encontraba aún aquél anciano que aseguraba ser abuelo de su novio. Ella estaba muy intrigada, muy confundida ya que no conocía del todo la vida de su novio y eso resultaba muy atrapante. Sabía que sus padres habían fallecido, más él nunca habló acerca de algún abuelo.

—¿Por qué dejó sólo a Riker? —preguntó Vanessa después de meditar por un rato.

Él anciano bajó por un momento la mirada.

—En ese entonces yo estaba atravesando una situación difícil, con la muerte de sus padres caí en depresión y ahogue las penas en el alcohol —Vanessa asintió con preocupación. Ella sabía como eran los borrachos, al trabajar en un Mall estaba muy expuesta a todo tipo de personas y ellos... podían llegar a ser muy peligrosos, sobretodo agresivos —. Sus amigos lo ayudaron mucho, yo sólo hubiera sido un peligro en su vida —explicó él.

—¿Y está seguro de querer volver ahora? —Vanessa se atrevió a preguntar aquello, porque quería lo mejor para su chico.

—Estuve mucho tiempo en rehabilitación, estoy seguro de que ya estoy bien —aclaró él anciano.

Vanessa sintió algo de tristeza por aquél anciano. En su rostro se podían apreciar algunas arrugas, también sus ojos brillaban bastante, seguramente por la angustia de poder estar junto a su nieto después de mucho tiempo. Si ella podía hacer algo para ayudarlos, lo haría. Sólo tendría que pensar en una estrategia, nada más.

—...—

Todos comieron la pizza en familia, sentados en la mesa. Ross y Laura recibieron muchas felicitaciones por la pizza, ya que había quedado deliciosa. Ross era él más feliz con eso, porque nunca antes en su vida lo habían felicitado por algo.

—¿Dónde dormiré? —preguntó Ross cuando ya había llegado el anochecer.

Damiano comenzó a meditar un poco en ello, la casa era pequeña y no tenía muchas habitaciones y dormir en el sofá no era una opción para alguien como Ross.

—Puedes dormir con Laura, ya que ella tiene un camarote —terminó diciendo Ellen. Damiano asintió, había olvidado ése detalle.

Laura le sonrió sin mostrar los dientes. A pesar de tener un camarote, no se sentía del todo bien al saber que su novio dormiría en su habitación. Mientras que Ross, sonrió con genuina felicidad.

Se despidieron de todos y se fueron a la habitación de la castaña. Laura se fue a la cama de arriba, sin cambiarse aún. Ross se recostó en la cama, con suavidad.

Laura suspiró, ya que se sentía un poco culpable por todo lo que estaba pasando con su novio.

—¿Eres feliz? —le preguntó a Ross.

—Estando contigo siempre me sentiré feliz —respondió él. Su tono sonaba bastante sincero. Laura esbozó una sonrisa sincera, aunque aún sentía algo de culpabilidad.

—Me siento culpable... —ella dejó salir un suspiró cansado.

Ross escuchó eso y también suspiró. Se levantó y subió con Laura. Ella se movió un poco, para darle espacio. Ross entrelazo las manos de ambos, y la miró fijamente.

—Fue mi decisión, tú no tienes la culpa de nada. Sabes bien que te amo—apretó un poco más sus manos y unió sus labios en un tierno beso, en el que demostraban todo el amor que sentían.

—...—

Vanessa había meditado bastante en el tema, y ya había llegado a una posible solución. Cualquier cosa podría funcionar, así que... simplemente sería astuta.

—Tengo una idea, y si todo sale bien, mañana podremos llevarla a cabo —comentó y vio la sonrisa del anciano. Aunque sus ojos expresaban curiosidad.

Cuatro Ángeles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora