Una sorpresa, una oportunidad.

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Tuve que salir de la panadería de inmediato, me fui corriendo a mi casa. Lo cual fue una tarea demasiado fácil, porque mi casa queda en el piso de arriba.

—¡Laura! ¡No me puedes dejar sola! —gritó Raini viéndome subir la escalera.

Ella se quedó con todos los reporteros y todas las cámaras.

—¿Laura? ¿Qué haces aquí? —preguntó mi mamá recriminándome.

—Es que abajo...

—No importa, ayuda a tú padre —dijo señalándolo. Él estaba intentando escribir, pero no podía. Desde hace mucho tiempo había perdido un poco la movilidad de uno de sus brazos, por problemas de la edad, aunque no creo en esa historia. Algo debió pasar en su juventud, y eso es una secuela de ello.

—Pá... —dije recriminadoramente —Sabes que no puedes escribir —me senté en la mesa al lado de él. En ese momento tocaron la puerta y apareció ¡Auggie! Corriendo. A mí hermanito de cinco años le encantaba abrir la puerta.

—Seguramente es mi mujer mayor —dijo revisando su ropa. Mamá rió. Realmente nadie conocía a esa "mujer mayor" de la que tanto hablaba, lo único que sabemos es que es de su colegio. Pero son fantasías de un niño. ¿Qué niño de cinco se enamora realmente? Creo que eso ha de ser demasiado raro.

—¡Mamiiii! —gritó apenas abrió y se quedó de piedra, estático.

—¡Tesoro! —mi mamá lo abrazó —¿Qué pasa cariño? ¿Quién era?

—La señora de las noticias, la que siempre habla de mi hermana, porque tiene que darle las gracias. Es la que me da miedo —dijo escondiéndose, refugiándose en los brazos de papá.

Esa mujer...

¡Esperen un miserable segundo! Me levanté de la mesa corriendo y abrí la puerta de inmediato.

—¡Usted! —dije cuando la vi —¿Qué hace usted aquí? —pregunté incrédula.

—Creo que no me has visto... —un rubio salió de las espaldas de su madre. Mientras yo lo miraba analizándolo... —Vamos, no me digas que "la heroína" tiene mala memoria.

Me perdí en sus ojos avellana, y entonces recordé.

El día que el alumno casi se mata, él estaba en primera fila, él era el que sonreía con satisfacción, como si quisiera que eso pasara. Estaba junto a otros tres chicos. ¡Qué malnacido! 

Hice mis manos puños. No podía soportar a personas como él. ¡Infelices!

—¿Cómo no recordarte? —dije con la voz ardiendo en furia.

—Pasen, pasen —habló mi madre, haciéndolos pasar —Pueden sentarse. Están en su casa.

—En realidad, Ross vino a hablar con su hija —dijo señalando a su hijo y él se sentó, yo me senté frente a él (porque mi madre me empujo. Realmente no quería)

—Laura Marano, he venido a ofrecerte algo increíble —dijo sonriendo. Su sonrisa era hermosa. Lástima que estaba en el rostro de un engreído, de no ser por eso, ya estaría suspirando. Pero no. Me mantuve firme.

—¿Qué podrá ser? —pregunté serena, inmutable.

—Queremos agradecerte por lo que hiciste por el colegio —la directora hablaba —Y no encontramos una mejor forma que... —tocó los hombros de Ross, para que él prosiguiera.

—Darte una beca en el Colegio Santo Tomás.

—¡¿Qué?! —gritamos mi familia y yo. Yo fruncí el ceño, mis padres y hermano se veían completamente sorprendidos, y emocionados. ¡Obviamente yo no!

—Sabemos que te gusta la natación, la música y quizás la pintura. El colegio cuenta con muchos talleres, como el de piano, el de natación y el de guitarra. Podrás educarte... y tener un buen futuro —dijo mirando a mí alrededor.

Sí, mi casa es terrible, es fea, es chica y es algo sucia. Pero... ¿acaso eso importa? Tengo un lugar en el cual vivir, y con eso soy más que feliz. Además, tengo una familia.

—También hay muchos chicos, ya sabes, compañeros, novios, amigos... —dijo Ross.

—Gracias por la oferta pero...

—¡Aceptamos! —gritó mi madre.

—¿Qué? —fruncí el ceño— Es mi decisión madre y creo que soy lo suficiente... —mi mamá me tapó la boca. ¿Qué estaba pasando aquí? ¿Decidiría por mí como si fuese una niñita? 

—Aceptamos.

—Laura —Ross extendió una maleta y sacó el uniforme de aquella maleta, lo tomó entre sus manos. Era una falda verde oscuro, con algunas franjas blancas. La camisa era blanca y tenía un logo (justo en el seno izquierdo) de color verde oscuro, que tenía como que a un pastor —¡Bienvenida al colegio Santo Tomás! —me dio el uniforme entre mis manos. Yo fruncí el ceño, puse cara de pocos amigos y dije: —"Muchas gracias" —de la forma más mala que pude. 

Pude notar que la directora rodaba los ojos, no muy convencida.

—Esperamos que con esto podamos pagar lo que hiciste por nosotros como institución.

—Diría que... —mi mamá me tapó la boca de nuevo. ¿Qué le pasaba? ¡No soy una niña!

—Que sí —interrumpió ella— No sabríamos como agradecerles.

—Con tu presencia va a bastar —respondió Ross, sonriendo como un niño que había logrado una travesura —Nos vemos el Lunes, a primera hora. Compañera.

—Me fascinará... —dije intentando sonar natural, pero no me salía. Sólo quería gritar de la rabia.

Ellos se fueron y yo me quede a solas con mis padres. Ahora tendrían que escucharme. ¡Y tendrían que hacerlo! Porque NO HAY FORMA en la que vaya a ese estúpido colegio. ¿Qué esperan? ¡Dios! Deben estar locos.

Cuatro Ángeles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora